“En cada una de las películas de Ozu el mundo entero existe a través de la familia. El final de la tierra no está más lejos que allí donde acaba el hogar”. La frase pertenece al historiador Donald Richie y no podría definir mejor y más sintéticamente el universo de un creador. Considerado uno de los más grandes realizadores de la historia del cine, dueño de un estilo al mismo tiempo clásico y moderno, el japonés Yasujiro Ozu (1903-1963) sigue siendo un referente ineludible a lo largo de una carrera que atraviesa cuatro décadas y más de cincuenta largometrajes. Sin embargo, más allá de un puñado de títulos que han recibido cierta exposición, su obra continúa siendo un territorio desconocido incluso para los cinéfilos más empedernidos. 

Para reparar esa falta, el Complejo Teatral de Buenos Aires, en colaboración con The Japan Foundation y el Centro Cultural e Informativo de la Embajada del Japón, han organizado un ciclo denominado Reencuentro con Yasujiro Ozu, que se llevará a cabo desde mañana y hasta el domingo 19 de agosto en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530), en el marco de los 120 años de relaciones de amistad entre Argentina y Japón. El ciclo –integrado por copias en 35mm y también en versiones flamantes en DCP, todas enviadas especialmente desde Tokio– intenta echar nuevamente luz sobre su enorme figura e incluye cuatro títulos recientemente restaurados a partir de los negativos originales por la compañía productora Shochiku.

“La carrera de Ozu se define por ser un proceso de perfeccionamiento: afinó constantemente sus técnicas, sus contenidos y todo tipo de comentarios”, escribió el guionista y director estadounidense Paul Schrader en su ensayo El estilo trascendental en el cine. Para el guionista de Taxi Driver, “una manera de definir el estilo de Ozu es la de señalar lo que en dicho estilo no existe. Ozu es un cineasta que no hace ciertas cosas. Este enrarecimiento de la técnica fue continuo a lo largo de toda la obra del cineasta, desde su primera hasta su última película. A medida que fue envejeciendo hubo más y más cosas que Ozu dejó de hacer”.

Esa purificación, ese ascetismo puede corroborarse ya en el inicio del ciclo, con Primavera temprana (1956). En su primer largometraje luego del éxito crítico y comercial de Una historia de Tokio, Ozu examina la vida cotidiana en el Japón del milagro económico a través de los ojos de un joven asalariado que, insatisfecho con su carrera y su matrimonio, entabla una relación amorosa con una colega. A partir de este film, Ozu dirigió al menos un film por año hasta su muerte en 1963, dando inicio a un ciclo de narraciones que desarrollan tópicos de su carrera como los conflictos generacionales y las crisis familiares, aunque con un creciente respeto y empatía por los personajes más jóvenes. “He intentado reflejar el sufrimiento cotidiano en la vida de un típico empleado mientras la sociedad que lo rodea atraviesa fuertes transformaciones”, definió al film el propio Ozu.

Mañana domingo se exhibe La hierba errante (1959), donde una compañía de teatro Kabuki llega a un pueblo al sur del Japón. Allí, el director se reencuentra con una antigua amante y con el hijo que tuvieron juntos, quien cree que el recién llegado es su tío. Una revisión del mismo tema, filmado 25 años antes como Historia de la hierba errante, le permite a Ozu dar a la historia un carácter más otoñal y conseguir, gracias a la fotografía de Kazuo Miyagawa, “el más hermoso visualmente de todos sus films”, según Donald Richie. El lunes 13 se verá He nacido, pero… (1932), “la mejor película de uno de los mejores directores de la historia del cine”, según el crítico estadounidense Jonathan Rosenbaum.

Para el martes 14 está programado Una gallina en el viento (1948), uno de los films menos vistos de Ozu, que expone un grave problema de la posguerra japonesa: el crudo panorama que se encontraban los combatientes al volver al hogar y descubrir los tremendos sacrificios que habían tenido que hacer sus familias durante su ausencia. Y el miércoles 15 va Primavera tardía (1949), junto con Una historia en Tokio, uno de los mejores films de posguerra de Ozu. Lo que ocurre son sólo hechos ordinarios y cotidianos, pero desarrollados del modo más conmovedor.

El ciclo continúa el jueves 16 con Las hermanas Munekata (1950): Kinuyo Tanaka e Hideo Takamine, dos de las mayores actrices del cine japonés y estrellas respectivamente de grandes maestros como Mizoguchi y Naruse, se ponen aquí a disposición de Ozu para este delicado melodrama que expone el conflicto entre el nuevo y el viejo Japón. Para el viernes 17 está previsto El sabor del té verde con arroz (1952), uno de los films menos conocidos de Yasujiro Ozu, que precede al que seguramente es su película más famosa, a exhibirse el sábado 18: Una historia de Tokio (1953).  La muestra concluye el domingo 19 con El otoño de la familia Kohayagawa (1961).  

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