El miércoles, en una jornada muy particular en Buenos Aires, Martha Argerich ofreció la primera de sus dos presentaciones programadas en el Centro Cultural Kirchner. En el anochecer lluvioso, al ya caótico ritmo del centro de la ciudad se sumaban los afanes multitudinarios de quienes vivían la vigilia de la votación en el Congreso por la legalización del aborto como una jornada histórica. No era fácil llegar hasta el Bajo porteño, por lo que el concierto comenzó con algún retardo respecto a lo anunciado. Finalmente, la pianista y sus invitados hicieron que la espera valiese la pena. 

Todavía quedaban algunas butacas vacías cuando, pasadas las 20.30, la entrada de la pianista despertó el aplauso espeso, en el que además de admiración era fácil escuchar el afecto particular con el que el público siempre la recibe. El saludo agradecido, que en su sencillez resume alguna forma de timidez, dio paso a lo más esperado de la noche: Argerich sola, ante la Partita en Do menor BWV 826, de Johann Sebastian Bach. El pomposo inicio derivó enseguida en el toque aterciopelado para el “andante”, articulado con gran delicadeza y toques sutiles de pedal, y luego la precisión encantadora para el fugado que concluye la “Sinfonía” inicial. Con idéntica autoridad expresiva, la pianista distinguió cada una de las danzas que articulan la suite, hasta el pujante “Capriccio” del final. Aplausos abundantes coronaron un comienzo inmejorable para una noche que sería íntegramente dedicada a Bach.  

Se trataba del Bach de los pianistas, que suele agregar lujosas reverberancias al sonido esencial del clave para el que estas obras fueron concebidas. En el caso de la Sonata para violín y piano en Do menor BWV 1017, que Argerich interpretó junto a Rafael Gíntoli, se sintió el exceso natural de sonido del piano respecto al clave que, sobre todo en los movimientos rápidos, por momentos sobrecargó el diálogo entre las partes. Son esos instantes, en las intrincadas texturas de los contrapuntos, en los que la música de Bach puede devorarse al concertista de matriz romántica para quedarse mano a mano con el instrumentista. Argerich y Gíntoli resolvieron esos pasajes con gran oficio y llegaron airosos al final, para despertar otro explosivo aplauso de la sala, que a esa altura ya había incorporado al público demorado.

Tras una breve pausa para cambiar las disposición del escenario, el Ensamble Estación Buenos Aires, con Gíntoli como concertino, interpretó junto a Mauricio Vallina como solista el Concierto para piano, cuerdas y continuo en La mayor nº4 BWV 1055. Preciso y sobrio, el pianista cubano logró buenos momentos junto a la orquesta. La articulación poco habitual del programa hizo que después de esta obra buena parte la platea se levantara de sus asientos, como en un intervalo. Sin embargo, se trataba solamente otro cambio de disposición del escenario y el público, que bien había cumplido con el pedido de no aplaudir entre movimientos solicitado antes del comienzo del concierto, no tuvo en cuenta que si las luces de la sala no se encienden, no se puede levantar de sus lugares. En fin, Barenboim, que en su momento retó el público en este mismo auditorio, ya tiene tarea para el próximo año.

El Concierto para dos violines, cuerdas y continuo en Re menor BWV 1043 constituyó otro buen momento de la noche, con Cecilia Isas y el mismo Gíntoli como solistas, bien secundados por el ensamble. En el final, después del intervalo, Argerich volvió al escenario, junto a Graciela Reca, Alan Kwiek y Vallina, para interpretar con ellos el Concierto para cuatro piano, cuerdas y continuo BWV 1065. La obra que Bach transcribió para cuatro claves a partir de un concierto de Antonio Vivaldi para cuatro violines, demanda de solistas y orquesta el equilibrio entre gracia y destreza, rasgo que de alguna manera resume el espíritu de un concierto que en su bachiano equilibrio, tuvo su gran destello al comienzo, con Argerich sola ante el piano.

Hubo por supuesto aplausos, flores y bises, que tras varios cabildeos entre los músicos llegaron con la repetición de momentos del Bach a cuatro pianos y una curiosa versión de “Chacarera del 55”, de los Hermanos Núñez, en una versión para cuatro pianos de Guillermo Borghi. El domingo a las 20, Argerich regresará al CCK para compartir con Graciela Reca un programa de obras para dos pianos y piano a cuatro manos.