La semana fue una masacre para los activos financieros de la Argentina. El riesgo país saltó a su récord de los últimos tres años y se explicó por el retroceso notable de los bonos locales. Los títulos de corto plazo emitidos en moneda extranjera cotizan casi a la par. Esto genera que el país tenga deuda con rendimientos por encima del 8 por ciento para los títulos que vence en menos de 6 años. Los títulos de largo se ubican muy por debajo de la par. El bono centenario emitido a 2117 es un ejemplo. En los mercados del mundo los inversores rematan este activo por 73 dólares, cuando lo compraron por más de 105 dólares a finales del año pasado. La deuda argentina a largo plazo ya rinde por arriba del 10 por ciento.  

La posibilidad de volver a emitir bonos en los mercados internacionales en esta situación es casi imposible. Los dólares no alcanzan y cerrar los desequilibrios externos requiere tomar una decisión: devaluar de manera violenta o poner controles de capitales. No parece haber espacio para un punto medio. En los últimos días las irresoluciones del equipo económico para tomar alguna de estas dos medidas de manual llevó al mercado a acelerar la decisión. El dólar subió el miércoles 20 centavos, el jueves 46 y el viernes casi 1 peso. Son tres días seguidos que la divisa subió el doble en relación con el aumento del día anterior. Los consultores experimentados repiten la frase que nunca falla en las crisis externas del país: postergar el ajuste no lo evita.

La pregunta del millón es cuál será el nuevo centro de gravedad para el tipo de cambio. En julio con las tasas de interés en pesos en 50 por ciento hubo un punto de equilibrio (inestable) en torno de los 28 pesos. Pero en la segunda semana de agosto ese valor ya no es referencia y son cada vez menos los economistas que creen que la nueva cotización pueda ubicarse por debajo de los 30 pesos. ¿32, 34, 38? No tiene sentido jugar a la futurología para predecir el valor de la divisa para lo que queda del año. Pueden ocurrir infinidad de cosas. El análisis de los elementos que potencian las subas resulta una tarea más interesante.

La tensión financiera a nivel internacional es un factor que aporta inestabilidad. Turquía es el principal foco de problemas entre los emergentes. Al final de esta semana recibió aranceles para la venta de sus productos de aluminio y acero a Estados Unidos y en menos de 12 horas registró una corrida que devaluó su moneda en un 20 por ciento. Es indiscutible que la crisis turca no ayuda a moderar la inestabilidad en la Argentina. ¿Pero es todo culpa del mundo? La situación del resto de los países de la región no es tan dramática en términos financieros, los precios de materias primas como la soja siguen por arriba de los 300 dólares la tonelada y la tasa de interés de Estos Unidos se mantienen por debajo del 3 por ciento. El país atraviesa una crisis de confianza que no puede vincularse sólo a la incertidumbre del sistema financiero internacional. 

El problema principal es que los inversores no entienden a qué juega la Argentina. En los últimos años no hubo avances claros para resolver los desequilibrios de la macro. La estimación del mercado de las principales variables económicas para 2019 adelanta un balance desalentador. La tasa de inflación comenzará 2019 por encima del 30 por ciento interanual, cuando terminó 2015 en el 26 por ciento. El dólar que era de 10 pesos en 2015 cotizará arriba de 35 el año que viene. El déficit fiscal (contando el pago de interés de la deuda) seguirá sumando varios puntos del Producto Interno Bruto. La cuenta corriente continuará siendo deficitaria por muchos miles de millones de dólares. El nivel de inversión extranjera directa no aumentará.

La lista de variables en situación igual o peor respecto del inicio de la gestión es extensa. El nivel del desempleo pasaría de 7 a más de 10 por ciento entre 2015 y 2019. Los salarios reales serían al menos 15 por ciento más bajo y las remuneraciones en dólares un 30 por ciento menor. El crecimiento del PIB acumulado en 4 años sería cero. La deuda externa será unos 100 mil millones de dólares más elevada y las reservas (netas del préstamo del Fondo Monetario) no se ubicarán muy por encima de las anotadas a finales de 2015. La falta de los resultados macroeconomía y la falta de propuestas claras para que el país avance en una senda de crecimiento sostenible vuelven entendible la reacción del mercado. Muy pocos quieren comprar riesgo argentino.