Es hora de rendir homenaje al sujeto que tanto hizo para que el mundo llegue a ser este paraíso que es hoy: el idiota útil. El idiota útil abarca todos los órdenes de la vida, desde entregar un papelito con un poema para que la linda del curso se vaya con el patotero, como abrir las puertas de Troya porque un ladino le sopla al oído que hace calor, y así deja entrar al caballo de madera. Nunca relacionará la matanza con su acción. Como mucho llegará a la conclusión de que no refrescó gran cosa. Y si por casualidad le toca pagar con su vida, no llegará a entender que el que comenzó todo fue él.

Se le atribuye la definición de idiota útil a Lenin, teoría que de paso avala que solo la izquierda usaba a la gente como giles. Pero el idiota útil no responde a las ideologías. Se mueve por motivaciones simples, como el burro con la zanahoria. Y no mira hacia los costados, como el citado burro. A veces, en su cabeza titilan palabras, en mayúsculas, que él confunde con ideales: libertad, paz, seguridad.

La gran contribución del idiota útil en la historia contemporánea fue apurar las caídas de los totalitarismos de todo pelaje. Con tanto idiota útil, dejó de ser necesario reprimir, matar. Con lo caro que salen las balas, ¿no es mejor engatusarlos y llevarlos de paseo como ciegos a mear? Así fue como se volvieron claves para consolidar las democracias títeres, que cada vez que los necesitó, los puso en el lugar indicado el día indicado.

Es obvio que desde el auge de los medios y las redes han sido más sencillos de manejar. Lo que cambió es que antes había que convencerlos de a uno.  Pero el idiota útil se siente cómodo cuando está masificado y puede ir donde van los otros como él. Diría José Ingenieros: “La sociedad quiere y piensa por ellos. No tiene voz, sino eco”.

Sobre su psicología hay dos teorías. Una dice que es perfecto e inmejorable. No hay agregado que hacerle porque así es como funciona y así es como es útil. Es como el huevo o la nuez, imperfectibles por naturaleza. La otra teoría es que no se ha llegado a conocer aún en las múltiples utilidades de este espécimen.

Yo, modestamente, creo que el idiota útil se ha ido perfeccionando. O se ha perfeccionado la capacidad de reagruparlos y su capacidad de daño. La evolución termina en el idiota útil vuelto consumidor a tiempo completo. Es su estado superior. De ahí que algunos crean que a esta altura deberían cotizar en Bolsa. Hay países que ya hablan de incluirlo en el PBI. Con su participación se abren y cierran mercados, y desaparecen países. Él apenas se entera de su aporte. Porque el idiota útil sale gratis. Negocio redondo.

¿Nace o se hace? ¿Es un producto natural de cada país, como el del nuestro es el jugador de potrero? ¿O es producto de la publicidad, la televisión, la moral? Algo sabemos: no tiene patria. Un sistema para captarlo creado en, digamos, EE.UU., sirve para uno que vive acá o en Francia. Que la globalización no es sólo venderle a todo el mundo las mismas porquerías, caramba. 

No confundir con los traidores, que tienen su lado poético, shakesperiano. Sin traidores no habría héroes. El traidor puede reivindicarse salvando a la heroína en la última escena, y morir con una sonrisa socarrona en los labios. El idiota útil no genera poemas, no sabría reivindicarse porque para él no hizo nada malo, y no tiene fundamentos para diferenciar al héroe y a la heroína aunque estén frente a sus ojos. A lo sumo, disfruta la película que se hace sobre el tema.

Eso no significa que no tenga puntos en común con los traidores. Algunos se pasan de un bando al otro o habitan zonas grises con los quinta columna, los malinches, los alcahuetes, los correveidiles y los boludos que le creen a la tele.

De tener un atisbo de ideología, el idiota útil es anti-algo. Quizá esta frase de Ingenieros ayude a entender: “El hombre sin ideales hace del arte un oficio, de la ciencia un comercio, de la filosofía un instrumento, de la virtud una empresa, de la caridad una fiesta, del placer un sensualismo. La vulgaridad transforma el amor de la vida en pusilanimidad, la prudencia en cobardía, el orgullo en vanidad, el respeto en servilismo”.

Nunca es tan peligroso como cuando se cree inteligente, porque va a repetir consignas como si fueran nuevas cuando ya están clausuradas hace décadas. A la hora de elegir, vota a un tipo por el color de sus ojos, o porque alguien le dijo que tiene que votarlo por el color de los ojos. Y se duerme sin entender que volcó la balanza para beneficio de alguien que lo considera lo que es: un idiota útil.

El idiota útil no se diferencia a simple vista. No tienen nada de especial. Por ahí tiene pinta de bueno. Y seguramente es bueno. Pero no hay que tomárselo en broma. Nunca es una broma. Sin su participación la historia sería otra.

El idiota útil debe entrar al proceso limpio y salir limpio. Idiota útil que sobrevive sirve para otra guerra. Los poderosos saben que pueden destruir todo lo que hay en un país, menos a los idiotas útiles. Puede volver a necesitarlos. Por eso les conviene tenerlos contentos con tonterías, o asustarlos, depende. Porque si bien no se rebelan ni toman conciencia, a veces son captados por otro más inteligente.

Al idiota útil no siempre se le habla directamente. Hay que buscar voceros: artistas, gurúes, divos/as. En la historia moderna casi todos han acusado a casi todos de ser, en algún momento, idiotas útiles. La única forma de saber quién es realmente idiota útil, es no serlo.

¿Habremos oficiado en algún momento de idiotas útiles sin darnos cuenta? Probablemente. O seguramente. Quizá motivado por una supuesta reivindicación colectiva, por una coyuntura muy especial. A todos nos conmueven los cantos de sirena si están ejecutados en el tono adecuado. Todos somos sensibles a ciertas arengas. Saberlo, pensarlo, entenderlo, es el primer paso para saber que aunque nos hayan tomado de idiota útil, uno no lo es.  A partir de allí, cada uno sabrá.

 

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