En la semana que pasó, Carlos Robledo Puch cumplió 46 años y medio de preso y la Justicia tendrá que resolver su pedido más reciente: tiene un dinero producto de la venta de alguna propiedad familiar y quiere que lo autoricen a construirse una casita, dentro del predio del penal de Sierra Chica. El pedido, totalmente fuera de lo habitual, está siendo evaluado por la Justicia  –interviene el doctor Duilio Cámpora– y por las autoridades de infraestructura del servicio penitenciario. Muestra la ambigüedad de Robledo Puch. Quiere pero no quiere la libertad. Tiene miedo. Es que por estas horas, el Angel Negro es el preso que lleva más tiempo en una cárcel argentina y, a la vez, es el preso más famoso. Ahora, además, con fama adicional por la película El Angel Negro de Luis Ortega, sobre la base del fabuloso libro de Rodolfo Palacios y el trabajo en el guión de Sergio Olguín. Algunos de los movimientos y rasgos de Robledo Puch son singulares e impactan en el esfuerzo que se hace para que vaya recuperando la libertad y al mismo tiempo contenerlo psicológicamente. 

Hace un tiempo, se intentó que Robledo Puch saliera del penal de máxima seguridad de Sierra Chica hacia un régimen de virtual libertad. La idea era trasladarlo cerca de Magdalena, donde funciona una especie de granja que manejan pastores evangelistas. El Angel dijo que lo iba a pensar, pero finalmente adujo que él no es evangelista y se negó al traslado a aquella granja. “No es mi religión”, contestó escuetamente.

El juez Cámpora, que es el juez de Ejecución Penal de la Cámara de Apelaciones de San Isidro, le propuso otro movimiento: que salga de adentro de los muros de Sierra Chica y se traslade a una especie de gran casa, en Baradero, compartiendo el lugar con otros presos de régimen abierto. La respuesta también fue negativa, pero por una razón más extraña: le parece peligroso estar cerca del agua y, como se sabe, Baradero está sobre el río Paraná. Es otra muestra de esa ambivalencia entre que quiere salir y no quiere salir. 

Nada es fácil para Robledo. Alguna vez se le propuso hacer unos tests psicológicos en los tribunales de San Isidro, pero él se negó porque le tiene cierto miedo a los vehículos. Pero lo asombroso es que cuando se pactó la frustrada visita a los tribunales, a las ocho de la mañana, el público se agolpaba para verlo. 

Desde el punto de vista estrictamente judicial, Robledo fue condenado a prisión perpetua. Significa que tiene una pena que no tiene un final, aunque la Constitución dice que las cárceles deben ser “sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos”. El espíritu es la resocialización. Eso se traduce en la posibilidad de salir en un determinado tiempo, la libertad condicional. Robledo pudo haber pedido ese beneficio hace mas de veinte años, pero el problema es que no parece en condiciones de estar en libertad. No cumple con los requisitos. En general es una persona huraña, que no se relaciona con nadie, pero de vez en cuando es irascible y ha protagonizado algún episodio, ya hace bastante, en el que dijo que era un personaje de historieta, un superhéroe. Aun así, en una especie de junta que se hizo en Sierra Chica, con el juez presente y casi veinte profesionales interviniendo, se concluyó que no es peligroso ni para sí ni para terceros. De manera que la estrategia es buscar caminos en los que vaya ganando libertad, pero al mismo tiempo conteniéndolo. 

Su abogada actual es una defensora oficial de San Isidro, Patricia Colombo, pero hubo intentos de tomar su caso por parte de algún abogado particular, sobre todo que estudió abogacía en el penal y lo conocen o tuvieron algún trato. El mismo Robledo a veces le manda cartas al juez, con buen nivel de estilo. En este momento goza de un régimen especial en Sierra Chica. Se ha dicho que está en uno de los pabellones que llaman “de los hermanitos”, que son los pabellones que manejan los evangelistas. La realidad es que está allí, pero no es parte del conjunto ni participa de los ritos. Hace su vida. Tiene una especie de régimen de semilibertad, o sea de autodisciplina. Debe pensarse que el concepto de semilibertad es contradictorio con la estancia en un penal construido en 1882: hay muros altos, rejas, reflectores, nada que se parezca a una granja, que es muy diferente a un penal.

El problema de su fama no se da únicamente cuando se pretende trasladarlo a algún lugar, algo casi imposible. Se da también con la televisión. Los profesionales decidieron reducirle las horas de televisión porque últimamente se ha visto en distintos programas, a raíz de la película. Son imágenes antiguas, pero eso lo desestabiliza, según cuentan. Y en ese aspecto todavía falta lo más intenso: la película El Angel Negro recién se estrenó este jueves, es decir que la fama se incrementará todavía muchísimo más. “A veces se asusta de sí mismo”, evaluó alguno de los profesionales a cargo. 

En los últimos años se intentó todo tipo de métodos para ir resocializándolo. Se inició una terapia con perros; se buscó que enseñara a otros a jugar al ajedrez, ya que lo hace aceptablemente bien, pero nada surtió efecto. Nunca aceptó ni trabajar ni estudiar. Hoy por hoy, hay un juez civil que actúa con un curador respecto de los bienes familiares y en el aspecto penal, Cámpora y el Servicio Penitenciario tienen que resolver sobre este último pedido de construirse una vivienda dentro de los muros de Sierra Chica. 

Nada es sencillo con una persona de 66 años que lleva 46 años aislado. Carga con 11 homicidios y asegura que él nunca violó, sino que eso fue obra de uno de sus cómplices, al que terminó matando. El propio Rodolfo Palacios cuenta que, por lo general, Robledo niega que él haya cometido los asesinatos y arranca con la idea de que todo fue un complot en su contra.

Si se construye una casa dentro del penal será síntoma de que piensa que no puede salir al mundo exterior: tiene miedo a la libertad. Pero habrá que ver si en algún momento se produce un click, un vuelco. Nunca se sabe con Robledo Puch. 

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