Genealogía de la post verdad

“Los hombres se sacuden sólo con mentiras. Cuando se le da a lo falso la consistencia de lo cierto, gentes que no hubieran caminado jamás para alcanzar nada, tipos desechos por todas las desilusiones, resucitan en la verdad de sus mentiras. ¿Quiere usted, acaso algo más grande? Fíjese que en la realidad ocurre lo mismo y nadie lo condena. Sí, todas las cosas son apariencias… dése cuenta… no hay hombre que no admita las pequeñas y estúpidas mentiras que rigen el funcionamiento de nuestra sociedad”.

Lo que antecede está dicho por uno de los personajes de la novela de Roberto Arlt Los siete locos, publicada en 1929. Este libro es en muchos aspectos una novela anticipatoria de los regímenes totalitarios emergentes durante las décadas del `20 y el `30 en diversos lugares del mundo: el corporativismo clerical-militar en Portugal, el fascismo con Mussolini en Italia, el stalinismo ruso, el falangismo de José Antonio Primo de Rivera que deriva en la dictadura franquista de España, nacionalista, católica y militarista, síntesis de la confluencia de burgueses y terratenientes contra proletarias, proletarios, campesinas y campesinos revolucionarios.

No es novedad que la demagogia y las mentiras han sido desde la antigüedad parte de las armas utilizadas por los aspirantes a dominar a las masas para explotarlas y garantizar privilegios a una élite a costa del sufrimiento de la mayoría que padece el escarnio cotidiano, y también para persistir en el poder. La democracia liberal también hace uso de estos recursos.

En la llamada era de la post verdad se cumple a rajatabla lo explicado por Karl Marx en el apartado de capítulo primero de El capital: el sistema capitalista se basa en la generación de ilusiones y en la expansión de la alienación, en la mercantilización de la vida y hasta de la muerte.

Un graffiti anarquista aun sobrevive en una esquina del barrio Pichincha de Rosario: “El problema no es que los políticos mientan sino en que se les crea”.

Carlos A. Solero