“Vinimos a ratificar nuestro compromiso, a decirle que no está solo”, dijo la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, después de visitar ayer al policía Luis Chocobar, esta vez en su casa en La Boca. Chocobar, de la Bonaerense de Avellaneda, procesado por matar de dos tiros por la espalda al adolescente Pablo Kukoc, de 18 años, en diciembre pasado, fue conocido públicamente en febrero (no antes) cuando fue invitado por el presidente Mauricio Macri a la Casa Rosada. A partir de allí, su nombre pasó a titular el nombre de la doctrina de la mano dura, ahora remozada como doctrina Chocobar. El símbolo es concreto y básico, y de alguna manera lo sintetizó aunque no hiciera falta la misma Bullrich cuando respondió, en febrero, ante las críticas por la visita del uniformado a Balcarce 50: “Si quieren tenemos una policía desarmada”. La larga lista de baleados por policías en los días subsiguientes, incluidos una jueza y un secretario judicial en pleno microcentro porteño, hablan de cierto vacío reflexivo.

Ayer, Bullrich, acompañada por su jefe de Gabinete, Gerardo Milman, y la senadora de Cambiemos Gladys González, hizo base en la casa de Chocobar, en  La Boca. El motivo de su visita está claro y fue expresado por la ministra en su cuenta personal de Twitter, después de abandonar la vivienda del afamado Bonaerense: a las 11.20, posteaba que “Visitamos a Luis Chocobar con @gladys_gonzalez y @gmilman. Su caso abrió el camino para que se cambien los prejuicios, y dejen de poner al policía como culpable cuando defiende a la gente. Vinimos a ratificar nuestro compromiso, a decirle que no está solo.” Lo acompañó con una foto, la misma que se ve en esta página.

Más allá de la promesa de no abandonarlo a su suerte, Chocobar comenzó a ser sujeto de atención pública de parte del gobierno dos meses después de que baleara a Kukoc. De hecho, hasta la invitación de Macri, en la prensa figuraba solo como “un policía de la Bonaerense, de civil”, es decir, hasta ese momento, extralimitado en sus funciones, pero anónimo como el resto. El 2 de febrero pasado, en una foto semejante a la de esta página, no visitado en su intimidad sino disparado (hay que decirlo, metafóricamente, claro) al mundo por la presencia del presidente Macri, Chocobar dejó de ser el policía anónimo para transformarse en un símbolo de la exigencia de matar para conformar políticas de miedo. 

El nombre de Chocobar, pasó a denominar la doctrina, ya utilizada pero ahora puesta en el marco abiertamente intencional de un gobierno que representa matar antes que nada, o lo que es lo mismo, la muerte de dos disparos por la espalda. Nunca antes se tuvo como argumento del accionar de la mano dura, el validar matar por la espalda. Aunque se llevara a cabo, no era admisible la defensa pública del vale todo.

El 2 de febrero, Macri homenajeó a Chocobar, y Bullrich le puso nombre de doctrina. Aunque no lo fuera.

Los primeros en recibir el impacto fueron los jueces. De hecho, la invitación presidencial tuvo lugar cuando se hizo público el procesamiento y embargo de los bienes del Bonaerense. De un lado quedó el homenaje al gatillo fácil; del otro, el libre albedrío de los jueces. Presión si la hay, que un presidente invite “inocentemente” a la Casa de Gobierno a un policía procesado por homicidio agravado. De la reunión con Macri y ahora con Bullrich surgió y surge un múltiple mensaje: mensaje de advertencia hacia los jueces; mensaje de intenciones hacia los policías; mensaje de mano dura hacia la sociedad; mensaje de amenaza hacia los desplazados. Y mensaje de control hacia los reclamos.

Que la invitación presidencial cumplió sus objetivos no cabe duda. Los hechos y las noticias demostraron que los cumplió en exceso. Inmediatamente después del homenaje presidencial un tiroteo entre delincuentes y policías en el microcentro porteño dejó heridos de bala a una jueza, un secretario judicial y uno de los asaltantes; un adolescente en Quilmes fue asesinado por la espalda por un policía de los Halcones; dos policías tucumanos asesinaron de un tiro en la nuca (o sea, por la espalda) al chiquito Facundo Ferreira, de 11 años; gendarmes persiguieron en Lomas de Zamora a un joven de 19 que asustado no se detuvo en un control de tránsito por temor a que le secuestraran la moto y le tiraron a matar; en Neuquén un trabajador fue molido a golpes casi hasta la muerte acusado de haber robado un perfume; en Wilde, dos hombres que iban en auto a jugar un partido de fútbol fueron perseguidos por un patrullero que los confundió con ladrones.

Cuando la Cámara del Crimen confirmó el procesamiento de Chocobar, Macri volvió a respaldarlo contra la justicia: “No entiendo cómo los jueces dicen que se excedió”, dijo el mandatario que propicia la independencia judicial. Ayer, para subrayar la doctrina, y tal vez para dar que hablar mientras los crímenes económicos pasan de largo, Bullrich reafirmó que Chocobar en su versión doctrina no quedará solo.

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