Un fantasma recorre el mundo en el siglo XXI: el fantasma de la angustia. En tiempos del capitalismo post-industrial, “la angustia sería un sentimiento que causa incomodidad; un sentimiento más horrible que el miedo precisamente porque no nos queda claro qué lo provoca”, plantea la filósofa, socióloga y teórica jurídica eslovena Renata Salecl en Angustia (Ediciones Godot), traducido por Margara Averbach, libro que publicó por primera vez en 2004 en inglés con el título On Anxiety. Más allá de que han transcurrido quince años y las sociedades han tenido que enfrentar ataques terroristas, nuevos virus y enfermedades, catástrofes ecológicas, incertidumbres económicas y el resurgimiento del autoritarismo, parece que la última década no ha hecho más que acentuar la “nueva era de la angustia”. A los viejos dilemas del sujeto que se relacionan con la cuestión de encajar en un medio determinado, se agrega la presión de “sé tú mismo”, de tomarse a uno mismo como objeto de su propia creación, un imperativo que para Salecl contribuye a generar sensaciones de culpa y angustia, de falta de adecuación, “efectos colaterales de la ideología de las opciones infinitas”. 

Salecl (Slovenj Gradec, 1962) llegó a Buenos Aires para participar de la VII Feria de Editores (FED) y acompañar la publicación de su primer libro traducido al español. Antes de elegir estudiar filosofía, creyó que podría ser arquitecta, pero se sorprendió cuando descubrió que en ese campo tenía que hacer de manera repetitiva lo mismo y que no había mucho margen para la creatividad. “Cuántas personas dicen que van a leer los libros que quisieron leer cuando se jubilen, pero al final nunca los terminan leyendo porque toda su vida trabajaron en algo sin sentido. Entonces me dije que revertiría mi vida, y que comenzaría a leer los libros que me interesaran y luego trabajaría de lo que tuviera que trabajar”, recuerda la filósofa eslovena, que se desempeña como investigadora en el Instituto de Criminología de la Facultad de Derecho de la Universidad de Liubliana y es profesora en el Birkbeck College de la Universidad de Londres.

En Eslovenia el aborto es legal desde hace muchas décadas, más precisamente desde 1978, cuando formaba parte de Yugoslavia. “Ha habido debates luego de que el país se independizó a principios de los ‘90. La iglesia y los partidos de derecha quisieron prohibir el aborto, pero no tuvieron éxito porque las personas están acostumbradas a que el aborto sea legal, incluso las personas que son religiosas no se oponen al aborto. Por suerte, el aborto no ha sido un problema político en Eslovenia y lo cubren los seguros médicos, así que no hay que pagar por el aborto, algo que los partidos de derecha siempre quieren cambiar cuando insisten en que las mujeres deben pagar por los abortos y los anticonceptivos. Pero no tienen éxito porque la gran mayoría de las personas apoyan el aborto de manera completa”, afirma Salecl en la entrevista con PáginaI12. “El aborto es un derecho humano esencial para las mujeres y se crean divisiones económicas enormes cuando está prohibido porque pone en peligro la vida de las mujeres, en especial la vida de las mujeres pobres. Las mujeres ricas siempre abortan, aun cuando esté prohibido por la ley”, agrega la filósofa eslovena.

–¿Cuándo apareció el interés por la angustia como tema filosófico y político?

–Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, porque estaba en Estados Unidos y pude ver cómo aumentó la angustia gracias a los medios de comunicación. Personas que yo conocía se sentían cada vez más angustiadas y tenían ataques de pánico, entonces quería estudiar la presentación ideológica de los medios acerca de lo que debería generarnos angustia, y también el sentimiento individual y personal de angustia que estudia el psicoanálisis. Pero quería ir más allá del psicoanálisis, y observar la situación política y social. Creo que las cosas no cambiaron mucho. Sorprendentemente, la angustia está más presente que cuando comencé a escribir el libro, cada vez más. Cuando la angustia tiene que ver con un momento traumático que están viviendo, como la pérdida de un trabajo o de una relación, las drogas no ayudan. Por el contrario, pueden crear adicción y eso genera una situación de angustia nueva que tiene que ver con cómo sobrellevar la adicción.

–¿Por qué afirma que una sociedad sin angustia sería un lugar muy peligroso para vivir?

–Para el ser humano, el sentimiento de angustia es parte esencial de la subjetividad. La angustia no tiene un objeto claro; a veces, cuando tenemos miedo dudamos sobre lo que nos genera ese miedo, que pueden ser lugares oscuros, un sótano o una casa vieja con techos muy altos. Con la angustia no sabemos qué objetos nos producen miedo o sensación de peligro, pero esa expectativa también nos evita que nosotros participemos de algún peligro. Entonces, la angustia puede ser útil para un individuo; pero si hay demasiada angustia, la persona se paraliza. Una persona que no tiene angustia puede ser más violenta porque no tiene como una pausa. Sentimos angustia no sólo en cuanto a lo que puede sucedernos, sino también en cuanto a lo que podemos hacer mal y cuestionamos lo que la sociedad espera de nosotros. Este sentimiento de angustia está relacionado con el hecho de que estamos en relaciones sociales con otros. Tenemos angustia porque nos preguntamos cómo somos nosotros para el otro; por eso el amor provoca tanta angustia, porque todo el tiempo nos preguntamos qué sentimientos tienen los otros.

–¿En qué sentido la falta de angustia puede generar mucha violencia?

–En el libro hablo sobre un comandante en el ejército estadounidense que estaba a cargo de un grupo en Irak y que se horrorizó cuando observó que uno de los soldados no mostraba angustia. Ese soldado puede ser mucho más violento que aquellos que sí sienten la angustia, porque la angustia puede funcionar como una especie de pausa. En algunas personas puede ser un sentimiento paralizante, pero la angustia es necesaria para el ser humano. Cuando nos preparamos para algo importante como un examen o tenemos que hacer un discurso público, hay un elemento de angustia y un momento de entusiasmo que debemos superar. Este sentimiento puede ser paralizante y hay que luchar contra eso. En la sociedad actual, las personas están cada vez más angustiadas. Ayer estaba leyendo que el Reino Unido tiene un problema muy grande con los adolescentes que consiguen drogas de manera ilegal para paliar la ansiedad y tolerar sus vidas cotidianas. La angustia de la sociedad actual se está volviendo un problema muy grave por las expectativas que se ponen sobre el sujeto en cuanto a la perfección, el éxito, el control, también el sentimiento de culpa, la competencia que tenemos desde antes de nacer, porque las madres embarazadas tienen angustia y se preguntan si será suficiente lo que harán. Una tenista famosa, Serena Williams, anunció públicamente en su cuenta de Instagram que siente mucha angustia en cuanto a la pregunta de si es una buena madre y se retiró del torneo en el que estaba jugando porque ella cree que no está tolerando bien la situación del post parto. La única manera de superar esto es comunicar la angustia a otras mujeres que experimentaron lo mismo. ¿Soy una buena madre? ¿Estoy haciendo lo correcto? Su hija es muy pequeña, un bebé que no necesita tanta atención, pero si ella está padeciendo esta angustia de manera tan temprana podemos intuir cuánta angustia tendrá cuando la niña vaya a la escuela.

–¿Los sujetos angustiados participan más de la vida política? 

–No, las personas que están angustiadas y preocupadas por su bienestar no suelen desafiar al poder político. La angustia está presente en un entorno social que vemos a través de las representaciones mediáticas de los discursos políticos, especialmente en la televisión. Todos los días podemos leer en los diarios y en los medios sobre los nuevos peligros hacia nuestra salud, relacionados con el cambio climático o las situaciones políticas. En la actualidad, podemos observar que ideológicamente se exageran los peligros. Si nos preguntamos en quién podemos confiar hoy en día, quiénes son las autoridades, el problema es que no tenemos autoridades tradicionales, no nos identificamos de manera sólida con líderes de la Iglesia o del Estado. Tenemos nuevo tipos de autoridades como el gurú, el asesor de salud, incluso líderes espirituales que aparecen como líderes temporales. La angustia está creada por la ideología dominante, que tiene que ver con cuál es el objeto del discurso público. No debemos dejar de lado que existen peligros reales, sobre todo si observamos el cambio climático. No podemos negar que estamos viviendo en épocas en las que el clima está cambiando muchísimo y esto afecta a las personas. Muchos de los discursos en los medios sobre el peligro de los inmigrantes es una angustia provocada políticamente. En Eslovenia, que es un país pequeño y con pocos inmigrantes, antes de las elecciones se generó un gran debate acerca del peligro del Islam o los inmigrantes que estaban invadiendo este pequeño país; hubo campañas mediáticas en la televisión y en las redes sociales, y eso despertó un sentimiento de angustia sobre los inmigrantes, que no son un peligro para nuestro país.

–Cuando usted publicó originalmente el libro, las redes sociales como Facebook o Twitter recién estaban surgiendo. ¿Qué rol tienen las redes sociales en esta “nueva era de la angustia”?

–Las nuevas tecnologías afectan al individuo; con el nuevo tipo de provocaciones como las fake news, la pregunta se vuelve quién es la autoridad, con quién podemos identificarnos. Las redes sociales pueden aumentar la angustia en cuanto a cómo me veo y si soy lo suficientemente exitosa. Pero las nuevas tecnologías también pueden aliviar la angustia porque crean comunidades. Las personas tienen menos angustia cuando establecen relaciones sociales. La tecnología es una forma de sentirnos cómodos en una nueva tribu. Creamos nuevas relaciones tribales. Las personas pueden estar recluidas en sus departamentos, pero igual se comunican con personas que piensan igual que ellas. Por eso hablamos de “burbujas de Internet”: vivimos en una especie de burbuja, pero seguimos a las personas que están de acuerdo con nosotros. Eso puede aliviar la angustia porque estamos formando una comunidad en la que compartimos nuestras ideas o emociones.

–Cada vez hay más dificultad para poder discernir cuándo una información es buena, confiable, o cuándo es falsa. ¿Qué vínculos encuentra entre la posverdad y la angustia?

–Siempre ha existido la manipulación con la ayuda de los medios. Lo que está cambiando hoy es que no hay jerarquías tradicionales en la distribución de la noticia y toda noticia puede percibirse como igual; con las nuevas redes sociales perdemos la confianza en una autoridad o en un poder editorial que solía ser importante. Antes, recibíamos las noticias de un medio dominante, pero hoy en día todo el mundo puede estar en una posición editorial de relativa igualdad. Esto crea opacidad; es muy difícil discernir quién está detrás de una noticia. Como hemos visto, hay mucho espacio para la manipulación a través de la creación de la duda. Observamos que con el cambio climático durante muchas décadas la propaganda ayudó a crear dudas. Lo vimos con la industria del tabaco en el pasado. Si se genera mucha duda en cuanto a lo que probó la ciencia, las personas empiezan a pensar seriamente acerca de esos temas. La duda es una parte esencial del desarrollo de la ciencia, pero lamentablemente los medios le han dado igual poder a las personas que hablan desde la posición de la ciencia, después de muchos años de investigación y de presentar sus hallazgos, y a las personas que por cualquier razón, ya sean corporativas, hablan desde la posición de dudar de los descubrimientos científicos. Esto dio lugar a que la información se vuelva difusa y sea difícil meterla en una categoría específica. La manipulación de las redes sociales se está volviendo más opaca: no sabemos de dónde proviene la información, pero puede tener un poder de distracción muy grande porque las personas se identifican rápidamente con los mensajes provocadores.