Este 17 de agosto nos dejó Alfredo Julio Grassi. Había nacido en San Vicente, provincia de Santa Fe, el 9 de julio de 1925. A lo largo de su vida desarrolló una intensa y prolífica actividad como escritor, guionista, traductor, cineasta y periodista. Escribió centenares de historietas, guiones, novelas, cuentos, lo que torna muy difícil seleccionar en una obra tan extensa, pero dos de sus obras han merecido un notable reconocimiento: Me tenés podrido Argentina y Qué es la historieta. Es un hombre imprescindible de la cultura argentina, considerado por muchos, uno de los padres de la literatura de ciencia-ficción en el país. Entre sus múltiples ocupaciones literarias, como autor, traductor o editor de novelas y comics, se dio tiempo para ser un servidor público. Fue el interventor del entonces Instituto Nacional de Cine, designado por el Presidente Arturo Illia en el año 1964. Cuando asumió dijo “tengo un programa mínimo: cumplir y hacer cumplir la Ley de Cine, en su letra y en su espíritu”. A su gestión como interventor le debemos, entre muchas otras cosas, la puesta en marcha de la Escuela Nacional de Experimentación Cinematográfica (Enerc), de la Biblioteca y de la Cinemateca del Incaa. Esto solo merece el reconocimiento de toda la comunidad cinematográfica. Para todos los que estudiamos en la escuela de cine y la amamos profundamente, Don Alfredo es un referente ineludible. Tuve el honor, en el año 2015, siendo rector de la Enerc, de poder homenajearlo y reconocer su trabajo durante los festejos del Cincuentenario de la escuela y de presentar su libro autobiográfico Una vida entre cuadritos y celuloide como parte de la Biblioteca Incaa-Enerc. Fue hermoso verlo recibir el afecto de todos los jóvenes estudiantes y de aquellos que fueron su primera camada de estudiantes cincuenta años antes. Disfrutó cada momento y cada rincón de la escuela y se emocionó profundamente con la creación de las nuevas sedes regionales. Esos festejos y el contacto con quienes lo conocieron, me permitieron descubrir que, además del trabajador inagotable, del hombre político, del amoroso padre de una familia numerosa y orgullosa de tenerlo, fue un hombre respetado y amado. Muchas gracias, Don Alfredo. Gracias por su trabajo, por su tesón, por su humildad y por el inmenso amor que le puso a la tarea de crear nuestra querida escuela. La gente como usted nunca se va, siempre estará en nuestros corazones y perdurará por la valía de sus actos. La Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica debería llevar su nombre.

* Director de la Licenciatura en Artes Audiovisuales de la Undav. Ex rector de la Enerc.