Un conocido y prestigioso tocoginecólogo de Neuquén, Guillermo Focaccia, enfrenta el segundo juicio por abuso sexual, después de haber sido sobreseído siete años atrás. Esta vez lo sentaron en el banquillo de los acusados dos pacientes, que son hermanas y tienen 25 y 26 años. Las audiencias tuvieron lugar entre lunes y jueves de la semana pasada en la Ciudad Judicial. De acuerdo a la acusación, los abusos ocurrieron entre 2014 y 2016, en el marco de la consulta médica. Hoy el tribunal que lo juzga anunciará el veredicto: si es culpable o inocente. “No pueden dejarlo libre. No solo nos destruyó a nosotras, sino a toda la familia. Vamos a tener que llevar esta herida toda nuestra vida. Durante el juicio se nos investigó a nosotras, nuestras redes sociales, nuestras historias clínicas, cuándo tuvimos relaciones sexuales, y quiénes eran nuestros novios. Nunca se puso en duda su palabra. Fuimos revictimizadas”, advirtió en diálogo con PáginaI12, una de las denunciantes, Antonella Botta, de 25 años, estudiante de educación física, quien además de paciente de Focaccia era su secretaria. La madre de las dos jóvenes fue asistente del médico por más de veinte años y tuvo con él a sus hijas. 

El caso conmueve a la sociedad neuquina. Centenares de mujeres de sectores medios y altos de la provincia se atienden o atendieron con el médico denunciado, que incluso tiene pacientes de otras provincias y del exterior. 

El tribunal que lo juzga en Neuquén está integrado por Ana Malvido, María Gagliano y Lucas Yancarelli. El fiscal que interviene es Andrés Azar y la defensa está a cargo de Juan Coto. Azar le imputó al ginecólogo los delitos de abuso sexual gravemente ultrajante, por el tiempo de duración y por el modo de comisión –continuado–, en el caso de Antonella Botto, en concurso real con abuso sexual simple, en relación a la hermana, Sofía, de 26 años, todo en calidad de autor. Al declarar ante el tribunal, Focaccia negó los hechos. 

“Cada lunes, cuando llegaba al consultorio, me decía que me tenía que revisar. Era tal la confianza que yo le tenía, que nunca desconfié de sus intenciones. Mi madre trabajó como su secretaría durante más de veinte años. Se atendió todos sus partos con él. Era como de la familia. En cada revisación, me hacía desnudar completamente. Nunca me hizo usar camisolín, y me estimulaba el clítoris. Además, tenía una obsesión con mis tetas, me las tocaba, decía que eran perfectas, que las quería mostrar en congresos. En una cena se lo comento a unas amigas y ellas me hicieron abrir los ojos, me dijeron que no correspondía, que no estaba bien lo que me hacía. Y ahí tomé conciencia de lo que sucedía en el consultorio y lo denuncié”, contó la joven a este diario. 

La denuncia la hizo en la Fiscalía de Delitos Sexuales en abril de 2017. En diciembre de 2016 había renunciado como su asistente, cuando le ofrecieron trabajar durante el verano en colonias de vacaciones. “Ese trabajo me salvó la vida”, dice Antonella. 

Es la segunda vez que una paciente lo denuncia. En 2009, lo acusó de abusarla sexualmente durante la consulta ginecológica una docente de la Universidad Nacional del Comahue, de 27 años, cuya madre también había tenido sus partos con Focaccia, tal como informó oportunamente este diario. Pero la Justicia neuquina no pudo o no quiso probar los hechos denunciados y en 2011, lo sobreseyó. En ese momento la joven prefirió reservar su identidad y se la conoció como A.R. 

Al enterarse del nuevo juicio, la docente quiso dar la cara y acompañar a las nuevas denunciantes durante el proceso oral, aunque el tribunal no aceptó que declare. “Este juicio me produjo sentimientos ambiguos: Por un lado, lamento que alguien más haya tenido que pasar por lo que pasé yo y sabemos que son muchas más las mujeres pero que no se animan a denunciar. Y por otro, es un hito que se juzgue a un profesional con los privilegios que él tiene, por ser varón, por su clase, y su apellido. Esperemos que la sentencia se traduzca en reparación para quienes hemos sufrido tanto por su culpa”, señaló Sole Roldan.

Con la primera denuncia, no se llegó al debate oral. La resolución por la cual la causa fue archivada alegaba que “no existen testigos que nos puedan decir qué ocurrió realmente o pericias médicas que puedan dar cuenta de la magnitud e intensidad del tocamiento efectuado al momento de suministrar el tratamiento indicado. Transitamos una línea muy delgada, analizando una conducta que se encuentra en el límite entre lo permitido y lo prohibido”. El delito de abuso sexual generalmente ocurre sin testigos. El punto es por qué se pone en duda la palabra de quienes lo denuncian. 

Cuando comenzó el nuevo juicio contra Focaccia, el lunes de la semana anterior, la Ciudad Judicial amaneció empapelada con la cara del médico y la leyenda “¡Pasá la voz! Hay abuso en el consultorio”, una intervención de la Colectiva Feminista La Revuelta, que acompaña a las denunciantes durante el debate oral, del mismo modo que 9 años atrás apoyó a Sole Roldán cuando denunció al médico. “Sabíamos y sabemos que estamos ante un personaje de mucho poderío. Sabíamos y sabemos que hay más mujeres que sufrieron abusos en ese consultorio. Las une el deseo de reparación aunque no se animen a llegar a la denuncia penal”, señaló a este diario Ruth Zurbriggen. Si el tribunal lo declara culpable, se deberá convocar a una nueva audiencia para determinar la pena que le corresponde.