Por dos votos a uno, el conocido ginecólogo neuquino Guillermo Focaccia fue declarado “no culpable” en el juicio por abuso sexual contra dos de sus pacientes. La decisión fue tomada por el tribunal integrado por Ana Malvido, María Gagliano y Lucas Yancarelli. Las dos juezas consideraron que no hubo pruebas suficientes para condenarlo, al revés que su colega varón. Es la segunda vez que el prestigioso médico enfrenta denuncias de abuso sexual por parte de pacientes y logra zafar de un fallo condenatorio. “Estoy destrozada”, se limitó a decir a PáginaI12 Antonella Botta, una de las denunciantes, que, además, era su secretaria en el consultorio.

“Con una justicia así lamentablemente otras mujeres no se van a animar a denunciar. Es muy doloroso que los hechos queden impunes”, consideró Sole Roldan, la profesora universitaria, que en 2009 llevó a Focaccia a la Justicia, y se animó a denunciarlo a pesar de que su madre también era su paciente y había tenido todos sus partos con el profesional. La misma situación se daba con la nueva denuncia: lo acusaron de abuso sexual dos pacientes, hermanas, de 25 y 26 años, cuya madre también era su paciente y además había sido su asistente por más de veinte años. 

Al escuchar el veredicto en la sala de audiencias de la Ciudad Judicial, en la capital neuquina, las hermanas Antonella y Sofía Botta se levantaron de la sala en señal de protesta. Afuera, las esperaban activistas de la Colectiva Feminista La Revuelta, que acompañaron a las jóvenes en el proceso. 

“Una vez más la in-justicia decidió no escuchar lo que las mujeres tienen para probar cuando denuncian abusos sexuales: sus palabras, sus emociones, sus necesidades de reparación para el daño sufrido, los informes de sus terapeutas. Una vez más las víctimas son las investigadas y el abusador queda impune para seguir abusando”, dijo a PáginaI12 la docente Ruth Zurbriggen, de La Revuelta y adelantó que organizarán un juicio feminista callejero para volver a sentar al ginecólogo en el banquillo de los acusados. 

El médico llegó a juicio oral acusado de los delitos de abuso sexual gravemente ultrajante, por el tiempo de duración y por el modo de comisión –continuado–, en el caso de Antonella Botto, en concurso real con abuso sexual simple, en relación a la hermana, Sofía, de 26 años, todo en calidad de autor. Al declarar ante el tribunal, Focaccia negó los hechos. 

La semana próxima se conocerán los fundamentos de la resolución. Pero la fiscalía ya adelantó que impugnará la sentencia. 

“Cada lunes, cuando llegaba al consultorio, me decía que me tenía que revisar. Era tal la confianza que yo le tenía, que nunca desconfié de sus intenciones. Mi madre trabajó como su secretaría durante más de veinte años. Se atendió todos sus partos con él. Era como de la familia. En cada revisación, me hacía desnudar completamente. Nunca me hizo usar camisolín, y me estimulaba el clítoris. Además, tenía una obsesión con mis tetas, me las tocaba, decía que eran perfectas, que las quería mostrar en congresos. En una cena se lo comento a unas amigas y ellas me hicieron abrir los ojos, me dijeron que no correspondía, que no estaba bien lo que me hacía. Y ahí tomé conciencia de lo que sucedía en el consultorio y lo denuncié”, contó Antonella a este diario. 

La denuncia la hizo en la Fiscalía de Delitos Sexuales en abril de 2017. En diciembre de 2016 había renunciado como su asistente, cuando le ofrecieron trabajar durante el verano en colonias de vacaciones. “Ese trabajo me salvó la vida”, dice Antonella. 

Es la segunda vez que una paciente lo denuncia por abuso. En 2009, lo acusó Roldan. Pero la Justicia neuquina en aquel momento tampoco probó los hechos denunciados y en 2011 la causa fue archivada. Se alegó que “no existen testigos que nos puedan decir qué ocurrió realmente o pericias médicas que puedan dar cuenta de la magnitud e intensidad del tocamiento efectuado al momento de suministrar el tratamiento indicado. Transitamos una línea muy delgada, analizando una conducta que se encuentra en el límite entre lo permitido y lo prohibido”.

Como en 2011, la palabra de las denunciantes no alcanzó. Paradójicamente, la Justicia penal exige a las víctimas parámetros para probar el delito de abuso sexual que se tornan casi imposibles: no se condicen con las características de ese tipo de ilícito.