Escuchando hablar a los portavoces del Frente de Izquierda, todo lo que describen del momento político argentino actual se presenta como “objetivamente” cierto. Pero de inmediato estas mismas certezas pertenecen a un orden de generalidad del tipo “el capital se sostiene de la extracción de plusvalía de la fuerza de trabajo bajo su condición de mercancía”, etc . Son expresiones irrefutables para aquellos que reconocemos en Marx el que desentrañó la ley que rige a la sociedad moderna. Y que podemos resumir así: todo lo que “es” en el mundo contemporáneo se presenta bajo el modo de la “mercancía”. La mercancía, tal como el genio de Marx fue capaz de desentrañar no es un objeto material, es una estructura portadora de un jeroglífico social que vehiculiza el modo en que las relaciones sociales de producción se ocultan y desenvuelven. Es lo que clásicamente nombró Marx como “fetichismo de la mercancía”. Pero éste es un hecho de estructura que no permite una derivación política inmediata. 

El momento político del ¿qué hacer? Es inevitable. Y siempre, de algún modo vivimos bajo el duelo de esa pregunta. El Frente de Izquierda no parece reconocer ese duelo, cuestión crucial, especialmente cuando el neoliberalismo ha logrado superar la “alienación” y ya produce subjetividades a su medida. El Frente de Izquierda elude esta cuestión situándose como representando directamente a los explotados y eludiendo cualquier lectura política de lo que implica la estructura actual del poder neoliberal contemporáneo.

Cuando homologa el kirchnerismo, Massa, Macri, como representantes de los mismos intereses del capital y la burguesía. El corolario inmediato de esta posición es que ellos representan directamente a los trabajadores, sin mediación política alguna en la “evidente” lucha de clases. Pero la lucha de clases no existe de un modo natural y endógeno en el interior del Capital. Hay que construirla políticamente sobre los antagonismos instituyentes que siempre son contingente y no se dan necesariamente de forma mecánica.

Tal vez sería interesante que los militantes de dicha organización se dieran una vuelta por Gramsci y Laclau, eso les permitiría pensar de otro modo la construcción de una “clase hegemónica”, construcción que no emana directamente de las “relaciones sociales de producción” y que exige la articulación de una voluntad popular, que excede el marco de la relación capital-trabajo y que incluye exclusiones, segregaciones, inmigrantes, desempleados estructurales de tipos diversos. Y que además puedan   reconocerse en sus distintos legados, herencias y linajes simbólicos. Al no admitir esta cuestión central y volver todo equivalente se constituyen en la izquierda clásica que denuncia todo sin volverse nunca una amenaza real para el sistema. Por ello, sería importante que pudieran reconocer aquellos aspectos del kirchnerismo que fueron antagónicos y se plantearán una alianza crítica con el mismo. ¿Es posible que un militante que se autodefine de izquierda pueda desconocer la política de la memoria llevada adelante en los años kirchneristas, política que no encuentra ningún caso similar en el mundo?

Para ello deberían revisar su marxismo esencialista y testimonial para ingresar al arduo problema de cómo se construye una mayoría popular capaz de gobernar en un sentido contrahegemónico al poder neoliberal.

Así como Sartre llegó a proclamar que el marxismo era la “filosofía irrebasable de nuestro tiempo”, el marxismo de nuestra época, tiene su punto de partida, el principio del problema y no su solución, en el populismo de izquierda. Único modo de indagar la lógica emancipatoria aún por venir.

* Psicoanalista y escritor.