“Puede entrar, pero un ratito, antes de que empiece el concierto”, concede el empleado municipal que se yergue ante el hall central del Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino (Bv. Oroño y Av. Pellegrini). La cronista, sin tiempo a sacar ninguna foto, mira y reconoce el registro fotográfico de la performance Pago de la deuda griega a Alemania con olivas y arte (2017) en Documenta 14. "Circuito Minujín" se inauguró el jueves en Rosario, incluye tres paradas, una las esculturas de la barranca del Paraná, otra en el museo Castagnino y otra el grupo San Cristóbal, de San Lorenzo e Italia.

Vista sin tiempo para buscar los anteojos, la doble de Ángela Merkel parece ella de verdad. La cronista graba en su memoria un detalle. En el plano de la decimocuarta edición de la megamuestra que se organiza en la ciudad alemana de Kassel cada 4 años desde 1955, el Partenón de libros prohibidos (2017) de Marta Minujin se encuentra cerca de los árboles de Joseph Beuys. Aunque sea imposible en tan breve vistazo a las fotos del Castagnino tomar nota de títulos ni autores (que en aquella obra efímera monumental eran decenas de miles), esa cercanía física entre Minujin y Beuys, en el mismo lugar donde los nazis quemaron miles de libros prohibidos, subraya una intención común de sanar a las masas entre la artista argentina y su par alemán.

Marzo y Abril, las dos esculturas que vino a inaugurar Minujín el jueves pasado, quedarán para la ciudad por una donación del grupo San Cristóbal. Se encuentran emplazadas en el espacio público, en la barranca del Paraná, cerca del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Oroño y el río). Participaron del acto la intendenta Mónica Fein, la concejala Verónica Irízar, la autora de las obras, y el presidente de la empresa que las donó a la ciudad, San Cristóbal Seguros, en cuya sede puede verse desde la vereda (a través de los gruesos ventanales de la esquina de Italia y San Lorenzo) otra obra original de Minujín: la escultura monumental Febrero, que completa con las otras dos el primer trimestre de su serie Los meses del año (2018) y se expone junto con más registros fotográficos de más performances de la famosa artista de vanguardia: el Lobo marino de alfajores (2014), con el que se inauguró el museo MAR de Mar del Plata, y una de sus intervenciones sobre el Obelisco. Es posible entrar a la sala, pero la cronista prefirió no intentarlo.

Por esas cosas del aprés coup, al escribir este párrafo viene a la mente de la cronista otro detalle de la muestra en el hall central del Castagnino: un ejemplar de 1984 de George Orwell, fragmento de aquel Partenón (¿o del de 1983?). Una premonición del país que hoy vivimos.

Sanar a las masas. Decenas de miles. De libros, de alfajores, de personas. Un Obelisco de pan dulce para los hambrientos de la crisis, dos esculturas en un espacio público cuya condición de común se va haciendo exclusiva. El jueves, al sol, un drone revoloteaba sobre la gorra bordada de la cronista, quien no podía creer la presencia real del ícono mediático que hace 50 años con sus colegas del Instituto Di Tella dio masividad al happening y a la ambientación en Buenos Aires.

Errata: la presencia de un ícono mediático nunca es del todo real. Igual que al scramble suit que usa el protagonista de una novela de Philip Dick, siempre la recubren sus propios reflejos. Minujín viene reversionándose. En 2015 reconstruyó La menesunda (1965) con el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Sus obras para Documenta 14 reescriben una performance con Andy Warhol y otra obra célebre.

Con sus estilizadas curvas antropomorfas, Febrero es rotunda, sólida en su veraniega soledad. Marzo y Abril se inclinan una hacia la otra como a punto de decirse algo. “Estas figuras están inspiradas en el arte cicládico, en Grecia”, dijo Minujín al sol el jueves. “Cuando vivía en Estados Unidos y volví a Buenos Aires, a principios de los ‘80, vi que los argentinos estábamos tan alterados después de la dictadura militar, que empecé a trabajar con el arte de los griegos, el arte clásico, los símbolos griegos: hice la Venus de Milo cayendo, hice la Victoria de Samotracia cayendo, después empecé a fragmentar. Entonces hice el Apolo fragmentado, el joven helénico fragmentado, una escultura que había visto en el Museo del Vaticano que me encantó, y que Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, había relatado, y empecé a cortar todas las esculturas griegas. Voy a Grecia, después hago el Partenón de libros, y ahí es cuando hago el mural de Ezeiza, en 1986, que fue Alfonsín a inaugurarlo, un mural que se llama Rompecabezas filosófico, donde están todos los mitos griegos cortados. Cuando lleguen a Buenos Aires ustedes a su derecha van a ver un mural que está mal conservado, casi tapado, pero ese es el mural que hice. Voy a Atenas, porque me gano un viaje a Grecia y ahí veo estas figuras, que es la primera vez que el ser humano se hizo a sí mismo. Son unas figuras cíclades, hombre-mujer, no tienen sexo, y están paradas con los brazos así tomados y es algo extraordinario, y entonces decidí ir para atrás, y dejé el arte clásico para hacer estas figuras que son los 12 meses del año y que están inspiradas en esas figuras”.

Recordó Minujín que al plasmar cada boceto de medio metro de alto  “cada una me iba diciendo: ‘Yo soy marzo. Yo soy abril’. No era que yo la inventaba. Y tardé 30 días en hacer cada una de yeso. Después las llevé a bronce y después las empecé a llevar a este tamaño. Así que ahora están diseminadas por toda la Argentina y estoy feliz acá en Rosario, que una vez vine, y hablé con (Hermes) Binner para acostar el Monumento a la Bandera pero no se pudo, pero ya quizás lo haré”.

Tanto en el Castagnino como en la sede de San Cristóbal se exhiben además registros y fotografías de la trayectoria internacional de Minujín.