Desde que comenzó la presidencia de Mauricio Macri se destruyeron 86.500 puestos de trabajo en la industria manufacturera. Al proceso de apertura comercial, la contracción del mercado interno y la extinción de la intervención estatal frente a las cesantías se sumaron la corrida cambiaria, el ajuste fiscal y el aumento en las tasas de interés. Con ese combo el empleo en el sector manufacturero registró caídas en 30 de los 31 meses de gestión de Cambiemos cubiertos por las estadísticas oficiales. La pérdida de empleo asciende al 6,9 por ciento de la dotación de trabajadores industriales desde diciembre de 2015. Los registros del Ministerio de Trabajo muestran que en junio se destruyeron 25.100 posiciones frente al mismo período del año pasado. En la comparación mensual la pérdida alcanzó a los 7800 empleos, que en la medición sin estacionalidad cae hasta los 5800 puestos. Textil, alimentación, metalmecánica, calzado, marroquinería, indumentaria, muebles, metalmecánica, autopartes y química son algunos de los sectores donde se concentraron las pérdidas. Los datos oficiales muestran además una caída en el poder adquisitivo de los asalariados registrados: la remuneración promedio mostró en junio una mejora interanual del 23,9 por ciento mientras que la inflación anotó en el mismo período un alza del 29,6 por ciento. 

La incertidumbre financiera y la recesión económica no solo aceleraron la destrucción de puestos de trabajo industriales sino que arrastraron a las dos actividades encargadas de dinamizar la creación de empleo registrado durante 2017: el comercio y la construcción. Ambos sectores habían registrado una leve caída en mayo que se amplió durante junio. Al ritmo de la parálisis en la obra pública la construcción perdió 3100 empleos en el mes. La pérdida de poder adquisitivo frente a la aceleración inflacionaria, por su parte, fue acompañada por una caída de 1900 puestos en el rubro Comercio y reparaciones. Dos hipermercados, Walmart y Diarco, se sumaron ayer al listado de empresas que despiden trabajadores (ver aparte). A pesar de las caídas mensuales ambas actividades continúan mostrando variaciones interanuales positivas. En la comparación mensual, ocho de las trece ramas de actividad relevadas marcaron caídas que dan cuenta de la destrucción de 13.100 asalariados, pero frente al mismo período del año pasado todavía existen 29.600 empleos más.

“El empleo resiste a la turbulencia. La situación financiera no repercute de manera significativa”, indicaron ayer en la cartera liderada por Jorge Triaca al referirse a una presunta respuesta positiva del mercado de trabajo a la crisis económica. Para junio el Indec reportó una caída del 6,7 por ciento en la actividad, la más profunda en la era Macri. En la comparación interanual, el empleo registrado total muestra la existencia de 133.800 puestos más que en junio de 2017. La resistencia del mercado de trabajo se explica por la creación de empleos precarios: 59.900 monotributistas, 23.2000 trabajadoras de casas particulares y 11.200 motributistas sociales. En otras palabras, 7 de cada 10 empleos registrados creados en el último año corresponden a inserciones inestables con remuneraciones por debajo de la media que revelan el deterioro de la estructura laboral.

Junto con los datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), la cartera conducida por Jorge Triaca presentó los resultados de la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) que marcó en julio una baja mensual de 0,3 por ciento y una caída anual de 0,2 por ciento. El relevamiento ofrece un anticipo para el comportamiento de empleo privado registrado. Los datos sectoriales muestran que la pérdida de puestos de trabajo se mantiene para el sector manufacturero, la construcción y el comercio.  

La EIL permite además conocer la movilidad de los asalariados en el mercado de trabajo. Lo hace a través de la denominada Tasa de Entrada que marcó un 1,6 por ciento en julio, la cifra más baja desde la crisis de la convertibilidad. Con ese desempeño el indicador acumuló cuatro meses consecutivos por debajo del 2 por ciento, lo que dimensiona la decisión de las empresas de paralizar las contrataciones de personal en el comienzo de una nueva crisis económica. El comportamiento observado entre abril y julio solo es superado por el período de quince meses que va entre septiembre de 2001 y noviembre de 2002. Por su parte, las desvinculaciones se ubicaron en 1,8 por ciento, lo cual también representa un comportamiento contractivo frente a los últimos dos años.