Ayer, mientras el dólar trepaba hasta los cuarenta pesos y el Banco Central fijaba la tasa de interés en 60 por ciento para intentar frenar la corrida el Jefe de Gabinete Marcos Peña pretendía convencernos de que “no estamos ante un fracaso económico ni mucho menos” sino que, muy por el contrario, “la Argentina va a salir adelante y más fortalecida”. “Lo dicen todos los indicadores” afirmó Peña sin referirse a ninguno en concreto y utilizando el mismo nivel de generalidad e imprecisiones que usaron pocas horas antes Mauricio Macri y Nicolás Dujovne procurando transmitir calma. 

¿A quién le habla el gobierno? Porque hasta quien desconoce los laberintos de la economía y no sigue de cerca la información política sabe que el Jefe de Gabinete está mintiendo cínicamente. El laburante, aquel que vive de su trabajo, siente en su propio cuerpo que lo que está ocurriendo deteriora su calidad de vida no apenas en términos estadísticos, sino a la hora de la verdulería, la carnicería, el almacén, el supermercado del barrio o las tarifas de servicios. 

¿De qué indicadores habla Marcos Peña cuando se refiere a “transformaciones” cuando hasta los más fanáticos votantes de Cambiemos leen fracaso porque no pueden superar las peripecias de una vida cotidiana acosada por la inflación, el desempleo y el desaliento general?

Peña sigue argumentando empecinadamente desde el cinismo discursivo que enarbola el gobierno y del cual el Jefe de Gabinete es, junto al Presidente, uno de sus máximos exponentes. Porque, asegura, “la Argentina está yendo por el camino correcto” y no se necesitan cambios porque Mauricio Macri “tiene el mejor equipo para hacer esa tarea”.

Ni Macri ni su “mejor equipo” pueden desconocer que la angustia está instalada en la casa de los trabajadores y las trabajadoras argentinas porque comprenden que sus derechos y su dignidad son inmolados en nombre de un cambio que no los beneficia. No puede pedir tranquilidad el Presidente cuando, hasta el último argentino, aprendió que la devaluación favorece a la especulación financiera de los ricos, empobrece a la clase media y entierra en la indigencia a los más pobres. 

Nos podemos preguntar si hay que hablar de incapacidad, de insensibilidad o directamente de cinismo. Cualquiera sea la conclusión la consecuencia es siempre la crisis y las víctimas, una vez más, los asalariados. Hay caída de la producción, del empleo, inflación y recesión. 

Lo más jóvenes no vivieron el 2001 y menos 1989, dos de los episodios económico sociales más críticos de la historia argentina reciente. Probablemente sus mayores no se detuvieron a relatarle la crudeza de los momentos vividos entonces. Sin embargo a medida que aquellos trágicos episodios asoman como fantasma impulsado por la gestión de Cambiemos, los más grandes sienten el escozor de una historia que se repite y los jóvenes reciben rápidas lecciones acerca de cómo la Argentina recae en los mismos errores.

No queda por fuera de esa consideración, dado que es parte del mismo escenario, el deterioro político del Presidente y su “mejor equipo” reflejado en pérdida de credibilidad, hacia adentro y hacia afuera, como lo demuestran los hechos. No le creen ni aquellos que los aplauden y dicen respaldarlos. También porque ninguna de las respuestas ensayadas acierta en encontrar soluciones. O lo que sería peor, que lo que se decide no es otra cosa que la ejecución de un perverso plan que solo favorece a quienes lo ejecutan y a sus aliados, internos y externos.

Si la plata no alcanza, si se pierde el trabajo, ni el gobierno y ni los medios de comunicación aliados pueden convencer de que “estamos en el camino correcto”. Porque cualquiera que deje de mirar la televisión y con la ñata contra el vidrio se asome a la ventana para mirar lo que sucede afuera percibe la dureza de la realidad. 

¿Correcto para quién? Hay que partir de la base de que el empecinamiento del oficialismo puede arrastrar a los argentinos a un camino sin retorno que conduce hacia imágenes del desastre. Aunque haya otras soluciones y existan alternativas. Tampoco importa que quienes desde la oposición le facilitaron al gobierno llegar hasta aquí ahora se hagan los distraídos e  intenten desentenderse de las consecuencias. Solo hay que aceptar que Macri y el “mejor equipo” consideran “correcto” gobernar para su propio beneficio y el de sus socios-aliados.

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