María José Pizarro es hija de la insurgencia colombiana. Su padre, Carlos Pizarro, integró el grupo guerrillero M-19, y pocos días después de abandonar las armas, siendo candidato a presidente por la Alianza Democrática, fue asesinado por un sicario en un crimen que aún no se esclareció. En su juventud María José se dedicó a las artes. Recientemente consiguió un escaño como diputada por Bogotá en la coalición Colombia Humana, liderada por el ex candidato presidencial Gustavo Petro. Pizarro ingresó a la política por la necesidad de un relevo generacional y un cambio de valores en una Colombia que, según aseguró, estuvo gobernada por el género masculino. Luego de las últimas elecciones, Colombia Humana tiene por delante el desafío de sostener el proceso de paz. “El país necesita que sobreviva una generación de lideres para que podamos de alguna manera iniciar un proceso de transformación” afirmó Pizarro a PáginaI12, en su reciente visita a Buenos Aires.    

–¿Qué la motivó a ingresar a la política en el espacio Colombia Humana, liderado por Gustavo Petro?

–Mi ingreso a la política tiene que ver con la necesidad de un relevo generacional, un cambio de valores y la participación activa de las mujeres en este campo, y Colombia Humana es un espacio que promueve estos principios. Sentí la necesidad de expresar las inquietudes de una nueva generación que fue empoderada por las mujeres que asumieron el liderazgo y que sobrevivieron a los años de guerra mientras los hombres eran asesinados. En estas últimas elecciones fue Gustavo Petro quien  permitió que lleguen nuevos nombres y que una mujer encabece la lista. Además Petro impulsa un proceso transformador que pelea por romper las brechas de inequidad, por empezar un proceso de protección de territorios y por distribuir la tenencia de la tierra, que es el origen de la guerra colombiana. 

–En contraposición a las propuestas de Colombia Humana, ¿cuál es el modelo de país que lidera Iván Duque?

–Son dos modelos en disputa. A diferencia de lo que representa Petro, Duque es la voz de los grandes terratenientes que concentran la tierra para monocultivos. Duque simboliza la continuidad de una oligarquía que se educó para ser poder y perpetuarse sin acudir a las dictaduras. Este gobierno resurgió los discursos más reaccionarios y lo peor es que tienen el acompañamiento de grandes sectores de la sociedad colombiana. 

–¿Cuál es el reto de la izquierda después de las últimas elecciones?

–Nosotros tenemos que hacer de la paz un proceso sostenible. Colombia necesita que sobreviva una generación de lideres para que podamos de alguna manera iniciar un proceso de transformación. Se intentó en estas elecciones y tristemente lo hemos tenido que postergar cuatro años más. Pero creemos que Colombia está lista. La paz va ser ese detonante, porque de alguna manera permite que voces que han estado silenciadas irrumpan en la realidad colombiana.   

–¿Cómo evalúa la gestión de Juan Manuela Santos conforme a la paz?

–Creo que fue una política que estableció los mínimos para iniciar ese proceso de paz social que es lo que sigue pendiente en Colombia. Se sentaron las bases para la desmovilización de las FARC, y Santos logró el fin de una era de conflicto entre esta guerrilla y el Estado. Hubiésemos querido que fueran unas bases muchísimo más sólidas pero sin embargo creemos que es un proceso imparable. De alguna manera no le va a quedar tan fácil al gobierno que llega echar para atrás lo acordado. Además las nuevas generaciones no están dispuestas a empeñar su futuro. Es difícil decirlo, pero creo que Colombia va a extrañar a Santos. Lo que se viene, ojalá no sea peor.  

–¿Se sostuvo lo pactado en el acuerdo de paz de 2016?

–Yo creo que las bases del acuerdo están bien pero el problema es otro. Desde que se firmó la paz se tenían que desencadenar una serie de procesos y eso no sucedió, por el contrario, están intentando quitarle legitimidad a lo construido. Sabemos que el acuerdo de paz no está arraigado en el conjunto de la sociedad y eso se ve en el plebiscito y en el triunfo de  Duque en las últimas elecciones. A pesar de que el acuerdo esté blindado jurídicamente, eso no quiere decir que no haya sectores reaccionarios y muy poderosos que intentarán desarmarlo.  

–¿Falta voluntad política para sostener el acuerdo?

–Sucede que los que hoy gobiernan tienen otra concepción de paz. En su discurso nunca dicen que no están de acuerdo con la paz, sería una puñalada. El problema es que la paz que ellos imaginan es una paz que deja por fuera sectores que han estado eternamente perseguidos, proscriptos o excluidos. Nosotros queremos una paz integral.

–¿Hubo un real proceso de integración de los desmovilizados de las FARC?

–No, el Estado colombiano tiene una tradición de incumplimiento sistemático a los acuerdos de paz. No ha sabido nunca cómo reintegrar efectivamente a las personas desmovilizadas. No hay una implicación real de los gremios económicos o del sector empresarial para otorgarles a estas personas un puesto de trabajo, algo mínimo para que ellos pudieran recomponer su proyecto de vida.

–¿Por qué continuó el asesinato a líderes sociales después del acuerdo? 

En Colombia, los líderes sociales se asesinaron sistemáticamente a lo largo de la historia. En ese marco es que fue exterminado un partido político completo, como la Unión Patriótica y tantos otros líderes sociales como el caso de mi padre. Lo que sucede ahora, es que después del acuerdo, los homicidios se volvieron más visibles. Además, lo más grave de los últimos asesinatos son los crímenes contra los líderes ambientales. Somos el segundo país del mundo, después de Brasil, con el mayor número de asesinato a líderes ambientales y eso da cuenta del conflicto nuevamente por la tierra en Colombia y en particular por las que dejaron las FARC y que ahora quieren ocupar otros grupos armados, incluidas las disidencias de la guerrilla.

–¿Qué responsabilidad tiene el Estado en esa disputa por la tierra?

–Si el Estado no está presente, la disputa por la tierra se agravará. Esto solo se soluciona con una presencia integral del Estado, no con presencia armada. Sin el Estado sencillamente la gente va a quedar ahí en medio de un fuego cruzado, que es lo que sucedió siempre. Cuando la FARC se desmovilizó y abandonó los territorios, los grupos neoparamilitares, algunas disidencias y grupos narcotráficantes empezaron a ocuparlos. Ahora está aumentando la presencia de narcos y mafias internacionales, como por ejemplo el clan de Sinaloa que está comprando tierras en el sur del país. Si esto no frena, es caldo de cultivo para una nueva guerra.

–¿Cómo evalúa la vuelta de gobiernos neoliberales a la región latinoamericana? 

–Veo que México es la esperanza. También estamos esperando ver qué sucede en Brasil con Lula y aquí mismo en Argentina. Veo con tristeza lo que está sucediendo en Ecuador, ese viraje, sobre todo por haber sido Lenin Moreno quien lo lideró.  En la asunción de Duque estuvieron presentes Mauricio Macri y Peña Nieto, ello muestra que la derecha se están organizando para recuperar su poder y frente a ello nosotros tendremos que se profundamente creativos.

Entrevista: Sofía Solari.