Desde Atlanta

El paisaje es bucólico, relajante: un lago que se extiende y se extiende, casitas desperdigadas, un muelle que invita a la contemplación, un bosque frondoso que invita al paseo a pesar del frío. Pero la placidez del lugar contrasta con lo que allí sucede. Porque el Lago Ozark es el hogar de los Langmore, disfuncional familia de delincuentes de baja estofa, y de los Snell, un veterano matrimonio que bajo su aspecto hillbilly esconde a unos expertos cultivadores de amapolas que serán heroína. Ozark es el barrio de los Byrde, una familia tipo con la atípica ocupación de lavar dinero para un cartel mexicano. Es, en fin, el escenario para una de las mejores series en el menú de Netflix, que este viernes subió su segunda temporada y provoca serios problemas de adicción al siguiente capítulo. 

Entre los múltiples atractivos de Ozark –una historia fascinante, guiones construidos a la perfección, cinematografía impactante y las inquietantes preguntas sobre el poder del dinero– están sus intérpretes. Porque a la cabeza están Jason Bateman y Laura Linney, actores excepcionales que, en la piel de Marty y Wendy Byrde, le dan absoluta credibilidad a sus personajes. Él es un cráneo financiero y por sobre todo un tipo inalterable, al borde del puro blindaje emocional, capaz de encontrar una salida cuando todo parece arrinconarlo. Ella, que al comienzo parece solo llevada por el peso de las circunstancias, va demostrando también su capacidad para manipular situaciones volátiles. Son el centro de un elenco brillante en todas las líneas, que le da espesor a una historia al comienzo injusta aunque comprensiblemente comparada con Breaking Bad. Pero allí donde Walter White perdía los estribos y terminaba destruyéndolo todo, Marty Byrde encuentra el modo de no perder el control... y quien haya visto la primera temporada sabe que en su camino se cruzan varios inconvenientes. PáginaI12 visitó la locación de esta segunda temporada, que no es el lago Ozark de Missouri sino los lagos Allatoona y Lanier del estado de Georgia, que ofrece exenciones impositivas a la producción; además de presenciar la filmación de varias escenas, hubo tiempo para una jugosa charla con Bateman, junto a un reducido grupo de periodistas latinoamericanos y europeos.

–¿Qué puede esperarse de esta segunda temporada?

–Es mejor que la primera: hay una escalada del peligro y de las complicaciones para los Byrde que es lo que estaba esperando, y que la audiencia también espera. Las performances, los guiones, la dirección, el trabajo del equipo es increíble. Estoy muy, muy entusiasmado; somos afortunados de que tanta gente nos haya encontrado el año pasado cuando hay tanto para elegir en la TV. La presión es entregar algo tan bueno como hasta ahora... y creo que conseguimos mejorarlo.

–Pero usted vio algo en esta serie desde el principio: no solo actúa, también es productor ejecutivo y dirigió varios capítulos.

–Vi algo que tenía que ver con el clima, el ánimo, una especie de viaje algo inquietante. En esos dos primeros episodios escritos por Bill Dubuque vi que si podíamos conseguir un equipo y un elenco que pudiera concretar eso que estaba en el papel podíamos tener algo realmente bueno. 

–¿Cómo fue estar pasando de la actuación a la dirección?

–Me encanta, es algo mucho más complicado y desafiante. Cuando tenés un contenido como este, que demanda que uses todos los departamentos para crear la experiencia, el trabajo se vuelve aún más atractivo. Creo que hay ciertos productos que demandan mucho más de un departamento en especial: si es una comedia tenés que apoyarte en los chistes, en una de acción dependés de los dobles, los “tanques” se apoyan en efectos de computadora. Un proyecto como este depende de un poquito de cada uno y eso demanda un claro sentido de mirada general desde la silla de director. Fue una experiencia muy disfrutable.

–¿Diría que en la vida real es tan intenso como padre?

–Bueno, mi trabajo es actuar, no lavar dinero (risas), aun cuando estoy dirigiendo y produciendo no es un trabajo tan complicado y peligroso como lavar dinero... creo (sonríe). Mis hijos son un poco más chicos, dos niñas de 11 y 6, con lo que las cosas que tenemos que comunicarles son un poco menos complicadas de aquello con lo que Marty debe lidiar, explicarles a sus hijos cómo es que está involucrado con el mundo del crimen. Mi matrimonio es muy sólido, es bien diferente a la relación de Marty con su esposa, que está algo rota.  

–Marty atraviesa cosas muy intensas. ¿Qué significa para usted como actor?

–Es muy emocional. Marty es muy bueno en mantenerse a cargo de las cosas, en no perder el control; cada tanto se encuentra atrapado en una situación, cercado por nuevos sucesos y complicaciones, algo que se puede volver abrumador porque de pronto se encuentra aparentemente sin opciones. Y sí, eso hace que tenga un peso emocional especial.

–Usted ha hecho mucha comedia. ¿Cómo evitar que sus apariciones dramáticas parezcan falsas?

–Los personajes que interpreté en comedia y en drama siempre han estado cerca de una línea media. Cuando hice comedia nunca hice al tipo loco, sino más bien al que reacciona a ese tipo loco; cuando hago drama no soy el asesino sino el que huye de los asesinos. Los climas de comedia o drama no están tan subrayados o marcados para mí, se trata de... no “actuar”, ser natural. No estoy pensando en ser gracioso o ser dramático, simplemente lucir real y que no parezca que estoy fingiendo. El guión es lo que define el drama o la comedia, yo busco no ser falso.

–¿Tiene alguna preferencia?

–No. En un set de comedia la mayor parte del tiempo hay un espíritu más jocoso. Cuando uno tiene que hacer una escena en la que se necesita cierta concentración el equipo trata de mostrarse más tranquilo, en un clima no tan festivo. Pero hay algo muy satisfactorio en el hecho de arreglarse para conseguir una escena bien lograda de drama. 

–¿Cómo describiría la relación entre Marty y Wendy?

–Bueno, ellos se aman, pero tomaron una decisión unos diez años atrás de tomar un riesgo y salir adelante, y el estar involucrados con el cartel los tiene arrinconados, eso puso mucha fricción en su matrimonio, las cosas se ponen difíciles y ellos intentan sostenerlo todo. A veces las cosas van bien porque las heridas también los fortalecen, pero en otras los problemas los alejan, los enfrentan. Necesitan sostener ese matrimonio pero no es la prioridad, la prioridad es sobrevivir. El matrimonio es algo que vive y respira y a lo que se le tiene que poner cuidado, y ellos no tienen el tiempo para eso porque la otra parte de su vida demanda tanta atención.

–Ozark tiene personajes muy fuertes en Marty y Wendy, pero hay una galería muy interesante de secundarios. ¿Qué clase de desarrollo se verá en ellos? A menudo pasa que hay solo un vistazo de un personaje y uno dice “eh, quiero ver más de esto”.

–Eso es algo que es muy interesante cuando tenés múltiples episodios y años: los escritores pueden zambullirse en esos personajes y sus historias. Están muy al tanto de las dinámicas y combinaciones, pueden jugar con eso, ver su contexto, qué los anima y qué no, cuál es el fondo en el que se mueven, el peligro, dónde se necesita cierta elaboración, cómo trabajar con esos diferentes colores, diferentes herramientas, ingredientes. Cómo poner un poco de esto y aquello para darle sabor. (El productor ejecutivo) Chris Mundy está muy al tanto de esa dinámica, lo que me permite a mí poner atención en lo que tengo que hacer. 

–Como director, ¿qué puede decir de Laura?

–Es una de las mejores profesionales que podés tener en el set. Tiene una posición de liderazgo que le permite fijar el tono, un profesionalismo que se permea a todo lo demás. Al tener un lugar tan bueno para trabajar tenés la sensación de que no hay por qué no afrontar el trabajo con una sonrisa, que no ponerlo todo quedaría fuera de lugar. El respeto con el que ella toma esto, delante y detrás de cámaras, es uno de los valores de la serie. 

–Hay varias escenas en las que Marty y Wendy dicen muchísimo solo con la mirada, sin palabras.

–Ella es en buena parte responsable de eso. No está “actuando”, está allí con vos, no sentís que es algo que haya preparado antes que el director diga “Acción”. Y si vos hacés algo diferente ella está ahí con vos y lo acompaña, y todo se hace más fácil cuando estás con alguien que es auténtico. La audiencia recibe algo que es muy crudo y tenés que honrar eso, tenés que reaccionar de manera tan limpia como reacciona el mismo público, y ella lo hace de un modo muy consistente. 

–Vivimos en una era en la que se empodera más a las mujeres, y Ozark tiene personajes femeninos muy fuertes: Wendy, Charlotte, Ruth. ¿Se verá más en ese sentido?

–Sí, es algo fantástico de este show: los personajes femeninos son muy fuertes, tiene un punto de vista muy claro, hay un motor potente en sus historias. Es algo en lo que Chris tiene mucho crédito, pero Laura, Julia Garner (Ruth Langmore) y Sofia Hubley (Charlotte Byrde) también, porque sus performances son muy motivadoras e inspiradoras para los escritores, que a veces descubren buenas líneas para esos personajes porque los actores sugieren cosas. Quizá interpretan la escena de un modo diferente y los escritores ven eso y descubren que ese actor o actriz está haciendo lo suyo de una manera interesante o con una emoción especial, y en dos o tres episodios quizá te encontrás toda una nueva línea de historia. Empiezan a llenarse casilleros de lo que este personaje es y hace, se vuelve más dinámico. En una película el guión es más cerrado, tiene un comienzo, desarrollo y final y no podés ir cambiando cosas. Pero en una serie los escritores no saben bien adónde irá la historia el año siguiente, qué funcionó mejor en esta temporada. Por eso los actores son muy útiles en hacia dónde pueden ir sus personajes, generan ideas. Tienen mucho que ver en que los personajes sean una fuerza motora del show.

–¿Cómo ve esta nueva “era dorada” de las series? Hubo un tiempo en que el rating hasta fijaba líneas argumentales, pero el streaming lo cambió todo.

–Hay muchas plataformas, o canales o modos de visionado, lo que sea que hace que esta “televisión” exista. Yo recuerdo cuando solo había tres emisoras, incluso antes de Fox, eso era todo. Como resultado la audiencia era mucho mayor y tenías la responsabilidad de que eso que hacías fuera atractivo para una masa mucho más grande de gente. No podías hacer shows tan específicos como hoy. Tenés muchas opciones y podés hacer programas muy específicos, y como resultado los bordes son más filosos, no necesitás suavizar nada para complacer a tanta gente, atraerla a que lo vea. Eso es fantástico para la gente dedicada a lo creativo, no tener que homogeneizar porque tenés que tener 30 millones de personas mirando. No necesitás hacer un best seller, podés hacer un libro que sea muy especial. Si un disco es un gran éxito solo necesitás vender un millón; para que una película sea exitosa necesitás 10 millones de personas. Para que un show televisivo fuera exitoso en el pasado necesitabas 30 millones de personas. Eso cambió mucho, hoy solo necesitás 1 o 2 millones de personas para convertirte en algo que puede seguir adelante, y eso te permite hacer algo especial. 

–Al mismo tiempo, hay tanto para ver que mucha gente decide si seguirá adelante viendo solo un capítulo. ¿Cómo se maneja eso?

–Está un poco fuera de nuestro control. Ciertamente el primer episodio es importante, es donde la gente toma la decisión de seguir o no. Quizás necesitás que las cosas impacten un poco más que en el segundo o el cuarto, pero tenés que ser cuidadoso de no exagerarlo, que el segundo no signifique un salto, que todo funcione fluidamente. Hay que saber manejar el concepto de que no estamos hablando de diez episodios que funcionan separadamente, es una película en diez episodios. Si hacés capítulos individuales no podés manejar los tiempos de comienzo, desarrollo y final; tenés que concentrarte en cada capítulo y hacer que el espectador se sienta compelido a seguir viendo y querer ver el siguiente. Con una película en diez episodios podés manejar los tiempos, ir dosificando las cosas de modo que el espectador encuentre en el episodio 9 ó 10 cómo encaja una pequeña pieza presentada quizás en el episodio 2. Es toda una apuesta, pero la sensación al final es mucho más satisfactoria que los episodios aislados de la TV tradicional. Eso es lo que nos motiva como ficción y a Netflix como plataforma: generar el espacio y las ganas de dar un tiempo de compromiso y un espacio mental para involucrarse con lo que proponemos, que el espectador esté dispuesto a recibir las cosas con un tempo que no es acelerado, que se va desarrollando. Conseguir ese compromiso que no se interrumpe con el teléfono que suena, los comerciales que aparecen o la cena que hay que comer. Te acercás más a un pacto con el espectador.