“Un punto basta para expandir un tejido. Las combinaciones pueden ser infinitas. Lo sabían ya los tejedores de los primeros textos del Islam y lo sabemos hoy los tejenautas que escribimos historias con ese suéter que la abuela le hizo al nieto; (…) en esa pieza que se deja como un grafiti en algún rincón del orbe… o quizá simplemente en el tag que las guerrilleras del tejido decidimos hacer para combatir el frío -del alma- al dejar una nota en un árbol, poste, monumento o mobiliario urbano. Tal vez lo único que buscamos es mandar un mensaje: estoy aquí. Yo lo hice.”

En El mensaje está en el tejido, México, 2016.