Desde París

Budapest, Roma, Varsovia, París; allí se ha trazado el eje de la restaurada confrontación europea entre dos modelos de sociedad de donde la izquierda está casi ausente: el renacido núcleo xenófobo, fascista, nacionalista y anti europeo personificado por el Primer Ministro húngaro Víctor Orban, abanderado del soberanismo y las retóricas contra la inmigración, su alumno, el Ministro italiano de Interior y líder de La Liga, Matteo Salvini, el dirigente polaco Jaroslaw Kaczynski, y el polo reformista de centro derecha pro europeo encarnado por el presidente francés Emmanuel Macron. Entre los cuatro, la salva de burlas e insultos ha alcanzado proporciones inéditas en el Viejo Continente. Lo que está en juego es más que une cuestión de filosofía o filiación política: se trata del molde con el cual la Unión Europea funcionará en los próximos años y del lugar que ocupará la atenuada euroizquierda. Próximos quiere decir a partir de mayo de 2019 cuando se lleven a cabo las elecciones para renovar el Europarlamento y, desde allí, se precise el poder que detentarán ambas corrientes para reorientar Europa. 

Orban-Salvini-Macron, el trio lleva meses protagonizando escaramuzas verbales de tono vejatorio. El pasado 28 de agosto, en Italia, Orban señaló a Macron como el “jefe del partido pro inmigrantes”. Antes, Matteo Salvini había sido más grosero cuando, en junio de este año, en un acto político, dijo que el Presidente francés era “un señorito educado que probablemente se había excedido con el champán”. La escalada retórica llevó a Macron a asumir el papel que ambos dirigentes le asignaron. A finales de agosto, en Copenhague, Emmanuel Macron les dijo:  “No cederé frente a los nacionalistas y a quienes predican discursos de odio. Si han querido ver en mi persona a su principal oponente, tienen razón”. Esta guerra permanente es un abierto antagonismo sobre el futuro de Europa en el cual un arbitro influyente hasta ahora está debilitado por la interna dentro de su propio país: la canciller alemana Angela Merkel. Macron es hoy el abanderado de una supuesta Unión Europea progresista, aún abierta a una inmigración regulada, contra los soberanistas adeptos al cierre de las fronteras tal y como lo plantean los partidos de extrema derecha. Marine Le Pen, la líder de los ultras franceses, al igual que Salvini y Orban, aboga también por una Europa candado y presenta el combate político de los próximos meses bajo la hoguera de ese conflicto. Marine Le Pen dice: “la decisión de las elecciones europeas de 2019 será entre la UE de Macron, en marcha hacia el federalismo y la inmigración de masa, y la Europa de las naciones libres, la Europa de las identidades y de las protecciones que nosotros representamos”. 

Según estos planteos, habría dos ejes donde las divisiones ya no estarían más atravesadas por la línea izquierda/derecha sino por la cuestión de las fronteras y la identidad. Por un lado estarían los pro Europa (socialdemócratas, liberales y centro derecha), y los euroescépticos y soberanistas (también hay soberanistas y euroescépticos en el seno de la izquierda radical) que pululan en la derecha dura y la ultra derecha. Los aliados de Macron serían, en este contexto, los países del Sur como Portugal, España y Grecia y los del Norte, en especial los escandinavos. En varias ocasiones, este grupo de países se opuso al discurso nacionalista de Roma o Budapest. Los partidarios de la Europa Muro se encuentran congregados dentro del mismo grupo parlamentario, el PPE, Partido Popular Europeo, donde las opciones de Salvini y Orban no son mayoritarias pero están dinamitando desde el interior a este grupo mayoritario en el Europarlamento. Esta derecha también está evolucionando hacia postulados más ásperos bajo la presión electoral y la imparable enredadera de la extrema derecha, el racismo y el soberanismo que se va extendiendo en todo el Viejo Continente, incluidos países como Alemania que parecían a salvo de esas tentaciones. Víctor Orban y Hungría pueden ser en los próximos días el arma de destrucción masiva que acabe con la falsa unicidad dentro del PPE. El próximo 12 de septiembre, el Parlamento Europeo debería votar contra la Hungría de Orban la aplicación del artículo 7 del Tratado de la Unión Europea mediante el cual, si un país llega a violar los derechos fundamentales (en este caso Hungría por, entre otras cosas, su ley de prensa o la persecución obsesiva a las ONG) su voto queda suspendido en todo lo que atañe los temas comunitarios. Si esto ocurriese, la derecha europea explotaría en un momento muy cercano a la consulta Europa (8 meses) y con un panorama electoral amenazado por la corriente que representan los Salvini, Marine Le Pen y otros populistas grises. La eurodiputada holandesa (ecologista) Judith Sargentini y principal promotora de la medida estima que todo lo que ha ocurrido con Orban “conduce a un deterioro extremo de la democracia y el Estado de derecho”. Olaf Wientzek, especialista de temas europeos en la Fundación Konrad Adenauer, explicó al diario Le Monde el desafío que Orban y sus adeptos le plantean a la euroderecha: “lo mejor es conservarlo (dentro del PPE) antes que verlo partir con la extrema derecha”. 

Así, la guerra Orban-Salvini-Macron es apenas una nube visible de los profundos surcos que las ultraderechas populistas o los movimientos post ideológicos como el italiano 5 Estrellas han logrado trazar en la política del Viejo Continente. La “refundación de Europa” propuesta por Emmanuel Macron apenas llegó a la presidencia en 2017 se ha quedado trabada con la fortalecimiento de una Europa cada vez más nacionalista e influyente. Un proyecto de corte autoritario y violador de los cimientos con los cuales se fue construyendo la Unión Europea después de la Segunda Guerra Mundial se confronta hoy en terreno descubierto. La jefa de la diplomacia sueca, Margot Wallstro?m (socialdemócrata), dijo al respecto que Matteo Salvini y Víctor Orban están buscando formar una “alianza contra los demócratas y la izquierda”.  

¿Qué hacer frente a ellos? ¿Cómo desarmar la bomba de los soberanistas-populistas-nacionalistas que ganan incondicionales hasta en Suecia o Finlandia? Algunos, como el belga Guy Verhofstadt (Presidente del grupo liberal en el Parlamento europeo) apuesta por acentuar la opción pro europea como alternativa a los nacionalistas populistas. El problema es que ese pro europeísmo de corte abiertamente liberal está, salvo en los sectores urbanizados, cayendo en picada. Allí entra en juego la supervivencia de la misma izquierda europea, la cual refuta que el futuro sea una elección entre el liberalismo de Macron y los nacionalismos populistas de Orban y Salvini. La izquierda no quiere que Macron la suba en su barco como lo hizo con las elecciones presidenciales francesas, donde ganó justamente con una narrativa cuyo eje consistió   en decir que la alternativa izquierda/derecha estaba sobrepasada y que, hoy, el tema era otro. Para     la izquierda, la fractura no pasa entre liberales globalizadores (Macron) y nacionalistas sino por  la reformulación de un proyecto europeo incluyente y ciudadano. El Ping Pong Macron-Orban-Salvini tornó, por el momento, poco audible la propuesta de la izquierda europea. Matteo Salvini prometió que las euroelecciones de mayo próximo serán “un giro histórico para Europa”. Todo apunta a prever que así será y que este rumbo reactualizado, hoy centrado en la pelea entre liberales y nacionalistas, le hará pagar un nuevo tributo a la socialdemocracia del Viejo Continente. Como nunca antes, la izquierda es una espectadora de la confrontación y no un actor decisivo o un árbitro. 

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