El de MNEK es un debut que viene naciendo hace años. Como novelísimo rostro de la producción musical en su Inglaterra nativa, fue capturado por el colectivo Xenomania en 2012, por aquel entonces aún responsable del pop rutilante que Kylie y Gossip querían para sus discos. Entre lo extra comercial (“All fired up” de The Saturdays) y lo destinado al indie pop heredero del de Annie (“I took a little something” de Florrie), la firma de MNEK se fue volviendo trazo común con peso propio y en libre ascenso. Su voz soulera y profunda hizo apariciones cada vez más protagónicas en los temas escritos para otres: escúchense si no esos gospel ecos finales en “Living for love”, de Madonna. 

Es así que su primer disco solista, Language, barre esos ecos y comienza con un manifiesto y una concentración de fuerzas individuales. Su tiempo en la trastienda es historia; ahora, primera fila. Vamos a hablar de novios, de amantes, de padres que no aceptan a sus hijos homosexuales. Estructurada como un diálogo de chicas en el baño de un boliche, la intro del disco funciona como presentación juguetona y satiriza el miedo de no volver a alcanzar un éxito global como el conseguido en 2015 junto a Zara Larsson en la irónicamente olvidable “Never forget you”. Llega incluso en esa misma intro a conceder lo impronunciable de su nombre escénico para quienes desconocen que es, en rigor, apócope del apellido que figura en su documento (Emenike se pronuncia, en inglés, como MNEK). Por momentos deudor del garage pop que en Gran Bretaña patentara Craig David en versión mascxmasc, y con cierta sofisticación vocal al estilo Jamie Woon, Language tiene varios pasajes inspirados, principalmente el del tándem integrado por los temazos “Body” y “Honeymoon Phaze”, el primero una oda a la lengua sabidísima del cuerpo del amante candente; y la segunda, un deshoje entre reproche y desencanto de esos que sobrevienen cuando el primer enamoramiento de una pareja se diluye sin remedio. A la usanza de los discos R&B de hace veinte años, el disco abunda en “segues” e “interludes” charladas, articulaciones no siempre musicales que cumplen la función de conectar canciones entre sí por ritmo, temática o melodía y que además dan respiro entre tanto corazón roto. Hay otro punto clave en la épica “Paradise”, en realidad editada hace ya un año y que samplea con elegancia aquella guitarra inolvidable del himno house pop “Free”, hecho mundial por Ultra Naté. De todos estos buenos momentos podría tomar nota el neo crooner Troye Sivan, tan millenial como Emenike: en su flamante segundo disco, Sivan elude cualquier innovación estilística en favor de arreglos inocuos y modismos de George Michael pasado por un hervor en leche descremada.

El traspié inexplicable de Language será la descartable “Colours”, cantada junto a Hailee Steinfeld, que suena a todo aquello que Spotify pretende recomendarnos cada semana. Sin embargo, de lo bueno hay más: el viejo truco de reimaginar sonidos de celular como cortina melódica le sale divino en la pícara “Phone”, casi tanto como el enrosque ideal de “Girlfriend”, en este caso con un chico con novia en la misma veta de “Morrissey”, de Leo García; ambas son prueba de que la propia voz y el propio idioma de MNEK superan incluso los obstáculos que él mismo, todavía, pone a su paso.