El canciller uruguayo ha anunciado la firma del memorándum de entendimiento entre Uruguay y la República Popular de China, por el cual se ha incorporado el Río de la Plata a la Ruta de la Seda, formidable proyecto logístico estratégico con el cual los chinos proyectarán su influencia económica y política a todos los rincones de la tierra .

Este anuncio consolida y concluye una precisa hoja de ruta diseñada por las multinacionales del transporte y comercialización mundial de granos, cuyo punto de anclaje es la cesión por parte de la Argentina de la soberanía del río Paraná y del Río de la Plata, decidida por el presidente Macri al aceptar a libro cerrado el proyecto de canalización por el cual se entroniza a Montevideo y al Uruguay como punto de entrada y salida de la Cuenca del Plata.

Debió ser la Argentina la que suscribiera dicho acuerdo con China sobre la Ruta de la Seda. Por su historia, por su territorio, por su identidad y, fundamentalmente, por derecho propio.

Sin duda esta claudicación figurará en los libros de historia como una de la más gravosas llevadas a cabo por el actual gobierno argentino. 

No sólo serán los 5 mil millones de dólares anuales en valor agregado logístico en concepto de actividades portuarias, navieras y de la industria naval los que han quedado enajenados. El daño a los intereses nacionales es inmenso. El mayor es aquel que no figura en los balances y en la macroeconomía: el devastador daño al poder de negociación en las instancias estatales y privadas nacionales en la puja por la distribución de la renta de la enorme riqueza que la Cuenca del Plata canaliza y representa. 

Hoy frente a esta realidad se dimensiona adecuadamente y se explica el por qué del condicionamiento ineludible del FMI al gobierno argentino, para que, por omisión y cumplimento de plazos, se les diera luz verde a las pretensiones de los intereses transnacionales en relación con la resignación argentina de su soberanía marítima y fluvial.

Quedó atrás la tragedia de la guerra de Malvinas, donde tres meses de hostilidades y la vida de 700 jóvenes compatriotas (y más de mil heridos y los suicidios posteriores) fueron el costo de la derrota.

Quedó también, debido a ese desastre militar, un condicionamiento y una debilidad estratégica muy significativa de nuestra soberanía marítima.

Hoy en día, en este mundo de big data y golpes blandos, faltó sólo una firma del presidente Macri para que la Argentina perdiese el otro elemento constitutivo de su tríada soberana, que es el Río de la Plata y el Paraná. 

Es importante que se comprenda que la amenaza de soberanía en el Atlántico Sur y el tema Malvinas no son parte de una dinámica aislada, sino que están vinculadas a una visión geoestratégica de sometimiento que alcanza también al Río de la Plata, al Río Paraná, a la comercialización del 50 por ciento de la proteína vegetal que se consume en el mundo vía transporte marítimo, y a la explotación pesquera y de hidrocarburos en el Atlántico Sur, en el frente marítimo del Río de la Plata.

Esperemos que en esta cruzada colonizadora no se termine el círculo de entrega con la resignación del tercer tridente: la soberanía monetaria.

Esta tríada, como su nombre lo indica, se compone de tres elementos: soberanía territorial, marítima y monetaria.

Es evidente que la actual situación económica de extrema gravedad a la que condujo este gobierno a la Argentina solo podrá ser superada ejerciendo en plenitud la soberanía nacional en todas sus expresiones y, fundamentalmente, poniendo al servicio de un proyecto productivo inclusivo la totalidad de los recursos naturales y territoriales de nuestra nación.

* Ingeniero Naval.