Las imágenes la invaden y ella las dibuja. Firma como Hexico, se llama Malena y plasma sobre papel sus ideas sin saber muy bien de dónde vienen. Aunque algunas intuiciones tiene. Le interesa trabaja la cuestión doble, es decir, situaciones con personajes que van de a dos, que tienen caras parecidas pero no se sabe si son gemelas, hermanas, o la misma persona. “Siempre me llamó la atención”, cuenta. “Creo que viene de ‘No somos amigas somos lesbianas’, un dicho que antes, cuando no había tanta visibilidad, se escuchaba más. Como cuando se dice de dos mujeres: ‘hace cincuenta años que vive con su amiga’. Y todavía sigue pasando que cuando se ven dos chicas de la mano se dice que son amigas. No, no son amigas. Tampoco sé si es tan concreto pero son cuestiones que me han llevado a esta cuestión del doble,” despliega. Malena dibuja sobre papel texturado y pinta con acrílicos en seco, sin diluirlos en agua “y con pinceles viejos”, se ríe. En su paleta se mezclan azules, con gris de payne y blanco. “La paleta de colores que uso es medio para abajo, en general pinto situaciones más quietas, o niñxs jugando solos. Me dicen que mi estilo es sugerente, pero para mí son dibujos re alegres”, arremete.

Malena nació en Carhué en 1985 y cuando tenía seis meses fueron las inundaciones que hicieron de ese lugar un territorio casi fantasmal. La familia, como todo el pueblo, tuvo que abandonar su casa. Primero vivieron en Garré, un sitio cercano, y cuatro años después se mudaron a Bahía Blanca. “Nunca más volví a Carhué. A los dieciocho vine a Buenos Aires, y ahora cuando veo fotos veo que quedó como todo blanco y azul, y quiero volver para verlo, son los colores con los que pinto”. En Bahía Blanca, Malena estudió en un colegio de agricultura y ganadería que lo “sufrió un montón”. “No me gustaba, era doble turno, no me iba bien, tenía como dieciocho materias. Todo súper estresante. Pero había algo que sí me gustaba: identificar árboles e insectos, o reconocer semillas. Me di cuenta que algo de eso fue quedando. Cuando terminé, me quería ir de Bahía Blanca, que es una ciudad muy cerrada. Yo me vestía de negro y me pintaba el pelo de colores y todo el tiempo me gritaban algo. Me sentía afuera”.  

¿Hacés activismo desde tu trabajo con el dibujo?

-Me cuesta verlo así, sobre todo porque yo también estoy un poco desdoblada. Hago este proyecto donde dibujo lo que me gusta y me define como ilustradora, y tengo también otro proyecto con una amiga, Salomé Wochocolosky, ella sí es activista, que se llama La Wocho. Es una editorial de fanzines para poder difundir sus textos sobre temática gorda. Y ahí empecé a entender, a conocer y a interiorizarme e identificarme porque yo también soy gorda. Con el libro Zambullida en el que estamos trabajando juntas, con mis dibujos y sus textos, mezclamos género y activismo gordo. Es constante la presión por no ser gordx. Todo el día es ‘no tenés que tener el rollo’. Por eso, hay que tratar de seguir construyendo para que sea distinto y no todo tan mierda. 

Con el colectivo de ilustración Liquen, que integra junto a otras ilustradoras, la militancia colectiva se fortaleció. “Todas queremos hacer libros álbumes y es muy difícil publicar. Si bien hay un gran público que consume, es difícil que las editoriales apunten a ilustradorxs nuevxs. Entonces dijimos ‘algo tenemos que hacer porque si no, es seguir dibujando para subir a internet’.” Así, empezaron a hacer fanzines e ir a ferias para mostrar sus producciones. Una movida muy autogestiva e intensa donde conocieron “a otras ilustradoras súper talentosas y eso me abrió un montón la cabeza”, refuerza Malena.

Entre sus últimos trabajos se encuentran las ilustraciones de los libros La Doble, novela de Paula Jiménez España, y de Damascos y Diamantes, poesías de Adriana Zadunaisky. Secuencia disidente es otro espacio colectivo en el que participa “con gente que hace mucho tiempo trabaja con historietas”. “Para el día de la visibilidad lésbica hice una historieta sobre una pareja que va a un hotel y les dicen ‘chicos’. A mí siempre me leyeron como mujer pero había ropa que a mi mamá no le gustaba que me pusiera, me gustaban los pantalones de varón, con tiro bien bajo y siempre la pregunta era ‘¿por qué?’ Entonces yo estaba todo el tiempo transgrediendo y era una pelea constante por la ropa. Me preguntaba por qué tenía que explicar si yo estaba vestida, no estaba en culo andando por la calle. Todo lo que quería hacer era ‘no’. Igual lo fui haciendo. O las situaciones que pasé por ser gorda. En mi casa siempre me cuidaron para que no fuera gorda: dieta, nutricionista. Me acuerdo que una vez fui con mi mamá y mi hermana a la carnicería y pregunté qué era el mondongo. Una señora me dijo que no tenía que comerlo porque engordaba. Y de eso no hay vuelta, me acuerdo que me sentí muy mal. Crecí con ‘soy gorda’, parecía que era la única. Me prohibía la pileta, por ejemplo. Y eso nos pasa a todes, como que nunca alcanzás nada”.

Parte de la cotidianeidad de Malena se divide entre sus dibujos y las dos perras con las que convive. Recuerda que en una época rescataba perros de la calle. “Y llegamos a tener nueve. A Salomé a y mí nos confundían con paseadoras o éramos las locas de los perros. Después, algunxs se murieron porque ya eran grandes y ahora tenemos dos cada una. Me mato de risa con mis perras. Me gustan mucho. Además, como yo puedo estar todo un día adentro de mi casa, entre la computadora y la mesa, mis perras me obligan a salir, entonces las llevo a la plaza, y es ahí donde observo niñxs, veo situaciones, sus delirios. No tendría hijxs pero me gustan sus maneras de pensar, de ver las cosas”. Hay algo en la mirada de los dibujos de Malena que, combinado con el color, sugieren climas enigmáticos, como si quisieran contar algo, algún secreto.

Su nombre de ilustradora -Hexico- le gustaba porque no definía a un varón o a una mujer. “Pero esto fue hace más de diez años y un poco me arrepiento ahora. Es difícil pronunciarlo, aunque da igual cómo se pronuncie”, cuenta. A ese nombre se suma otro: Capo, su derby name, su alter ego en la pista. Porque entre el 2011 y el 2017, Malena practicó Roller Derby, un deporte en equipo “y de mucho compromiso”. “Este año no pude jugar porque después de tres esguinces de tobillo al hilo sentí que mi cuerpo me decía que parara un poco. Es un deporte de contacto, donde se bloquea a las contrarias. Hay que pegar y frenar para que las contrincantes se caigan. Es muy cansador. Al principio era más estético, con mini shorts y medias de red. Pero luego eso se fue perdiendo y ganó el entrenamiento, el deporte más comprometido. Hoy usamos calzas, o lo que sea más cómodo. Es un estilo de vida, autogestionado con ferias, partidos y fiestas donde yo aportaba con mis dibujos”, subraya Malena que sigue en su búsqueda de proyectos colectivos. Porque así es como más le gusta.