Es muy probable que Lucas Pratto no midiera muy bien la dimensión de sus palabras cuando dijo hace un tiempito aquello de que “River tiene más caracter que Boca”, poniéndole pimienta a la previa del Superclásico. El periodismo especializado (en vender escándalo) reprodujo sus declaraciones, encontró un poco de cordura en Gallardo, que amonestó al jugador de su plantel y la prensa fue a buscar entonces la respuesta de los futbolistas de Boca. Tevez contestó algo así como “nos vemos en 15 días” y el tema pareció desinflarse hasta ayer. En la cancha se hizo evidente que todavía quedaba la onda expansiva de las declaraciones de Pratto, y Boca se empeñó en mostrar que no le falta carácter, ni coraje, ni voluntad de pelear cada pelota ni nada parecido. Boca jugó como alguna vez patentó el ‘Cholito’ Simeone antes de un partido de eliminatorias contra Uruguay, “con el cuchillo entre los dientes”. Pero tanto se preocupó Boca en demostrar que no arruga, que planchó el espectáculo, ensució el juego, pegó mucho (Cardona pudo haber sido expulsado en su primera intervención por un codazo a Enzo Pérez) y se olvidó de lo más importante: jugar. Tan preocupados  estaban sus futbolistas en que no se les cayera el cuchillo que llevaban entre los dientes, mirando de reojo a los de camiseta blanca y roja, que no encontraban en sus pases a los de camiseta azul y oro. Boca falló muchas entregas de mediana y larga trayectoria, y lo que es peor, también cometió muchos errores en pases de menos de diez metros. 

Los jugadores de River no necesitan motivación para meter pierna fuerte y sacar pecho en territorios difíciles o en circunstancias complicadas (recordar la revancha con Racing por la Libertadores), y también muchas veces se pasan de rosca y pegan más de la cuenta si encuentran un árbitro permisivo. Pero ayer, por lo menos no parecieron tan urgidos para concretar la victoria, ni para demostrar nada. Por eso plantearon el partido con más inteligencia, con más paciencia, supieron cómo jugar. Es cierto que un rebote afortunado y una volea espectacular (el gol de Pity Martinez) le facilitó el desarrollo de lo suyo, pero la realidad es que se equivocó menos en el manejo del balón, elaboró más juego en la mitad de la cancha, supo defenderse con la pelota, y aunque no llegó mucho fue contundente en la buena acción del segundo gol. Las exageraciones en los que suelen caer en los análisis en estos casos, harán que más de uno considere que lo de River fue brillante y que Gallardo es el rey de los estrategas porque acertó en el cambio de Scocco por Pratto. River fue más porque planteó mejor el partido (eso si), porque manejó mejor la pelota, porque supo resolver las situaciones favorables y porque lo tiene a Armani. El arquero le sacó una difícil a Benedetto, otra dificilísima a Izquierdoz y dejó una sensación de invulnerabilidad que hizo callar a la Bombonera bastante tiempo antes del final. El pibe Rossi no tuvo la culpa en los goles de River, pero no es alocado pensar que Armani, si hubiera estado en ese arco, capaz que ofrecía otra resistencia.

Pratto debió decir “River tiene más que Boca, mas juego”. Y ayer, por lo menos, nadie se le hubiera podido discutir.