Buenos Aires sigue siendo un territorio fértil en pequeños tesoros cinematográficos. Tesoros inesperados que proponen enfrentarse a lo inusual, apartándose de las convenciones que bien o mal suelen acumular las películas que se exhiben en los centros comerciales. El cine de Lina Rodríguez, cineasta colombiana a quien la Sala Leopoldo Lugones (Av. Corrientes 1530) le dedica un ciclo esta semana, es uno de esos tesoros simples pero habitados por una potencia que cada espectador deberá ser capaz de descubrir. Compuesta por dos largos (Señoritas, 2013; y Mañana a esta hora, 2016) y dos cortos (Impresiones de una tarde, 2008; y Einschnitte, 2018), la muestra da cuenta de un cine interesado tanto en explorar la vida interior de sus personajes como los vínculos que los ligan con su entorno. Sus películas se componen de largos planos secuencia, detalle que habla de una economía virtuosa en el uso de los recursos y de una gran paciencia narrativa. Elementos que junto a un delicado trabajo sonoro están al servicio de poner en escena el paisaje extraño de la intimidad. 

"Lo sonoro es muy importante en mis películas y con Roberta Ainstein, la diseñadora de sonido argentina con la que trabajo, tratamos de evitar que se convirtiera en un accesorio de la imagen. Que el sonido no fuera un mero apoyo de lo que se ve", cuenta Rodríguez, orgullosa de mostrar su trabajo en la Sala Lugones. "Como mis películas son súper independientes hicimos las mezclas de sonido aquí en Buenos Aires, que para nuestro presupuesto era mucho más conveniente que hacerlo en Toronto. Además Sudamérica suena distinto y preferí no trabajar con un ingeniero en inglés", resume.

--¿A qué se refiere con eso de que Sudamérica suena distinto? 

--Yo nací en Bogotá pero llevo 18 años en Toronto y tengo una identidad fragmentada. Llegué hace un par de días a Buenos Aires y lo que se oye aquí es distinto: el nivel de voz de las personas es mucho más alto, en los garajes cada vez que sale un auto suena un pitido… es más caótico y dinámico. Toronto es más callado. En los inviernos cuando hay nieve se crea una capa que absorbe todos los sonidos y entonces parece como un vacío. Es distinto el lenguaje, el tráfico. En Toronto es raro que alguien use la bocina, porque es rudo. En cambio aquí o en Bogotá es lo más normal. 

--¿Y cómo aplica en sus películas esa conciencia de las diferencias?

--Mis películas tienen un manejo del sonido que construyen una Bogotá que no es la típica. Tratamos de crear un mundo sonoro que complementa la imagen pero que no es literal y no todo lo que se ve se escucha. La Bogotá de Mañana a esta hora es mucho más tranquila que la real. Es una Bogotá que existe, pero no es la más reconocible y tampoco suena como Toronto. 

--Entonces a pesar del realismo de sus películas de alguna manera se trata de una Bogotá de fantasía.

--No de fantasía, porque hay muchas Bogotá. Depende de tu vida, de tu nivel socio económico, de tu edad. La que muestro es una Bogotá que existe. Y el sonido es real. Trabajamos con el sonido ambiente de los espacios reales, pero después construimos universos sonoros que si bien no son realistas, parten de esa realidad. 

--Esa forma de trabajar la imagen y el sonido se parece al modo en que se construyen los sueños. En una escena de Señoritas la protagonista y una amiga se cuentan los suyos y una de ellas habla de "esos sueños que no sé lo que quieren decir o que tal vez no quieren decir nada". ¿De qué forma esa frase puede ayudar a definir su cine?

--Uno de los trabajos con los actores al que le dedico más tiempo es una serie de ejercicios a los que llamo "pre-historia", en los que ellos elijen los nombres de sus personajes, les doy ideas básicas sobre sus características y les pido que se vayan a pasear o a tomar un café para ir construyendo los vínculos que tendrán entre ellos en la película. Es una forma de involucrarlos y de convertirlos en mis cómplices a la hora de construir el mundo de la película. Yo escribo un guión pero no me interesa ejecutarlo de manera exacta, entonces esa cuestión del sueño que planteas es interesante. Porque yo tengo ciertas bases para comenzar, pero lo que más me interesa es desasociar esos nudos que creé para que aparezcan cosas nuevas y creo que así es cómo funcionan los sueños. Me interesa la posibilidad de generar huecos para que pasen cosas extrañas que no me esperaba.

--En Señoritas hay un plano secuencia de 12 minutos en el que la cámara sigue a la protagonista en una caminata nocturna. 

--A esa escena la llamo "el hoyo negro", porque el espectador entra y la acepta, o esta lo expulsa. No la hice ni por radical ni por rebelde, sino porque sentí la necesidad de tener paciencia, porque creo que los tiempos muertos son indicadores importantes. Quería tratar de esbozar el retrato de una chica moviéndose y ver cómo ese movimiento construye su identidad. En esa escena, filmada sin cortes, hay una energía que permite entender qué se siente como mujer al caminar sola de noche por un parque. No importa a dónde va ella, porque la idea es acompañarla a caminar sola por Bogotá y muy intencionalmente la cámara la toma por detrás. Ese es un recurso del cine de horror, donde siempre que ves una chica caminando sola estás esperando que le salte un monstruo o le pase algo, y acá no le pasa nada. 

--Sin embargo al verla está la sensación de que a pesar de todo el monstruo está ahí. ¿No será que se trata de un monstruo que sólo las mujeres son capaces de ver y que la escena no permite a los hombres hacerse una idea de cómo se siente su presencia?

--Es cierto. Muchos hombres luego de ver esa escena me han dicho que ahora podían entender eso que sienten sus hermanas cuando caminan solas de noche. Es cuestión de tratar de entender cómo es esa experiencia de sentir un monstruo que está ahí pero no es visible para todos. Claro que también he hablado con señores --o señoras-- que me han dicho  que "es culpa de esa chica que anda caminando con tacones" o "para qué anda llamando la atención si no quiere que le pase nada". Me parece importante mostrar que no siempre les tiene que pasar algo a las chicas que caminan solas de noche por el parque. Es una forma de rescatar el derecho de caminar por el espacio público como mujer sin que te digan que no puedes hacerlo sola.

--En sus películas los cuerpos de los personajes rara vez se muestran enteros, sino que siempre se ven detalles parciales o fragmentos de ellos. 

--A mí me interesan los huecos entre lo que uno siente, piensa y hace. Y al ver a alguien puedes percibir que tal vez su cuerpo expresa lo contrario de lo que dice. Para mí la gestualidad, el lenguaje corporal, la forma en que nos movemos son importantes, porque los cuerpos hablan de nuestra vida interna, que a veces no es tan consciente. La verdad a veces tampoco sé exactamente lo que busco cuando enfoco estos cuerpos fragmentados, salvo que trato de descubrir aquello que no está escrito ni dicho.