El local del Partido Socialista Español en Argentina es un oasis en medio del infierno del microcentro porteño. Alrededor el trajín de las muchedumbres hostiles hijas del contexto crítico presente. Al interior las consignas que dan cuenta de una lucha contra ese universo, las siglas del PSOE, un ambiente de hospitalidad que parece salido del túnel del tiempo, de un aire que podríamos llamar republicano y donde no extrañaría que en cualquier momento alguien se ponga a cantar "No pasarán" o "Que la tortilla se vuelva/ que los pobres coman pan y los ricos mierda mierda/".

Aquí es el encuentro con Carla Antonelli. Llega puntualísima. Su rostro sexagenario (solo me tomo el atrevimiento de decirlo porque ella así lo dice en la entrevista) conserva la belleza de la vedette y de la actriz de series de televisión que fue, también la seducción y la dureza que queda de una muchacha de diecisiete años que se vio obligada a ponerse en las esquinas ("Fue la opción que tuve después de tres días sin comer. Lo que tuve que hacer porque no había ley de identidad de género y tuve que irme de mi casa en buscar de libertad ante la imposibilidad absoluta de poderte desarrollar en un entorno rural") y el porte de la superviviente que vio morir a una comunidad víctima de las drogas, el sida, los implantes hormonales baratos y los suicidios.

Cuando la beso dos veces me reprocha que siga la costumbre europea cuando ella se está amoldando al saludo argentino. Pero pocas veces se tiene la oportunidad de besar un símbolo de la lucha trans en España aquella que tuvo que soportar la cárcel primero por la ley represiva de vagos maleantes y a partir de 1970 en el otoño del patriarca aún la más feroz Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social que le valió a Carla tantas palizas en las comisarías y que se llevó más víctimas lgbt en los nueve años que existió que la otra en dieciséis años y pleno auge del franquismo. 

También beso dos veces el rostro de la primera y única mujer transexual diputada de España y la segunda de Europa que accedió al cargo después de ganar las elecciones autonómicas por la comunidad de Madrid en el año 2011 como parte de las listas del PSOE. La que junto a Pedro Zerolo es considerada una de las importantes activistas promotora de la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género.

Fue Invitada a la Argentina por la  Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Falgbt), la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de  Argentina (Attta) Y otros colectivos trans ("Espero no olvidarme de ninguno") y por la Subsecretaria de Diversidad Sexual en Santa Fe que preside Esteban Paulón.

¿Cómo te definirías de cara el futuro y a tu pasado?

–Voy este año en busca de mi tercera legislatura y si me eligen voy a ser la primera trans con tres legislaturas consecutivas. Yo no salí de mi casa buscando esto. Yo salí de mi casa porque no lo iban a entender y porque sería impensable imposible desarrollarme en mi pueblo. Y me tuve que enfrentar y tuve que resistir. Resistir y al final todas las personas que resistimos de esas dictaduras nos hemos convertido en supervivientes. 

Manuel Puig se fue a los diecisiete años de General Villegas y nunca volvió. La obsesión por su pueblo recorrió gran parte de su obra. Alguna vez dijo que quisiera volver “como una mirada sin cuerpo”. Vos hace poco volviste en cuerpo y alma. 

¿Cómo fue la experiencia de regresar a Güimar?

–Impensable. Era una cuestión de que quién me iba a decir a mí, aquella niña que terminó en la esquina de un parque con 17 años lo que me iba a deparar la vida.  Yo iba a mi pueblo, sí, iba a visitar a mi madre pero a escondidas. El coche salía de mi casa y yo no había vuelto a pisar las calles, ningún bar. Había terminado interiorizando la discriminación. Una termina creyendo ese mensaje esa letanía que nos dicen “nada eres, nada vales y ya nada tienes”. Yo había escuchado alguna vez por parte de la familia “claro tu vienes, te vas y nosotros nos quedamos”. Y al final te sientes culpable, sientes que cometiste algún crimen pero no sabes dónde está el muerto ni cuando se produjo el asesinato. Sientes una culpabilidad que naturalmente no te corresponde. Somos nosotras quienes tenemos que tomar ese enorme martillo virtual y romper esos muros, esos techos de cristal.  

¿Cómo fue la propuesta de volver?

–Después de 32 años, una tarde terminaba yo en el Teatro Romano de Mérida, otra hazaña, porque fui la primera mujer transexual que actué nada menos –y con Paco León– en la obra Lisístrata que muestra el poder de las mujeres y deja a los guerreros con sus erecciones. Y de repente recibí una llamada del municipio informándome que me iban a dar el premio de visitas turísticas del pueblo. De la alegría pasé a que me tiemblen las piernas. Al final luchas contra tus fantasmas y piensas que tienes que exorcizar demonios y también piensas ¿cómo se lo vas a decir a tu madre? (Risas.) Fue un acto muy emotivo, multitudinario, la noche del “¿te acuerdas? ¿te acuerdas?”, yo no me acordaba ni de la mitad.  

Y luego le tomaste el gusto y reincidiste.

–Un par de años más tarde me invitaron para que discurseara en las fiestas mayores de mi pueblo. Imagínate con el cura al lado y entró parte de mi familia y se mascó un poco el ambiente porque la verdad es que a fecha de hoy hay parte de mi familia con la que yo no me he vuelto a dirigir la palabra ni siquiera en el entierro de mi madre hace dos años.

Hablando de curas. Leí en alguna entrevista tuya en que afirmabas que los curas nutren nuestro vocabulario.

–Sí, le debemos mucho al papa Ratzinger. Él fue el que puso en boca de todo el mundo la idea de la ideología de género. Y aún más. Todavía recuerdo una vez en Semana Santa. ¡En Semana Santa! Rodeado de esos cardenales de gorras ridículas como de béisbol y por delante un público de niños y niñas con las bocas abiertas despotricó “contra esos homosexuales que se corrompen, contra esos hombres nocturnos que se prostituyen”. Me van a perdonar, yo nunca había escuchado la expresión hombres nocturnos. Me pareció al menos un tanto libidinoso. A mí me pareció que alguien que define a los homosexuales como hombres nocturnos, y lo digo en la tierra del psicoanálisis, algo sabe y habría que profundizar. (Risas.)

Solo me tomó el atrevimiento porque alguna vez Lohana Berkins dijo que nunca se les preguntaba a las trans sobre el amor. ¿Cómo estás de amores?

–Lohana, adorada amiga mía. A lo mejor llegó el momento de hacer las fotos. Dicen que la soledad es buena consejera. He tenido parejas a lo largo de mi vida. Actualmente no tengo pareja y no es una circunstancia que me agobie. Si has saboreado muchos años el hecho de no tener pareja, te cuesta dejar parte de tus espacios. Ya lo decía Carmen Alborch, la que fue ministra de cultura en España que escribió un libro que era El derecho a estar sola. Yo estoy sola pero ¡que viva el amor!

Si tuvieras que situarlo en un momento, en una imagen, ¿cuándo comienza tu militancia política?

–Hay dos momentos. La sociedad hostil de Canaria, en el sur de Tenerife nos perseguía con leyes que siguieron en vigor hasta 1979 y la figura del escándalo público hasta 1987. El proceso de la transición democrática comienza alrededor de 1979. Ahí aterrizas en una esquina, en un parque de Gran Canaria y ahí nos reciben unos policías después de las primeras elecciones democráticas en España después de cuarenta años y después de una paliza nos dicen: “Ya estarán contentos maricones, ya tenéis la democracia”. Pensamos si la democracia empieza así con esta hostia, ¿cómo vamos a terminar? Recuerdo también otra noche después del trato brutal en una comisaria una sala de fiestas de Gran Canarias en donde me fueron a hacer un reportaje a partir de un espectáculo que yo montaba todas las noches. Y la redacción era bastante transfóbica y publica una foto mía con todas las plumas y debajo pone “Carla, travesti politizada, dice que hay que votar siempre por el Partido Socialista”.  

Sin embargo tradicionalmente y a escala planetaria la izquierda y las diversidades sexuales no fueron de la mano, hubo grandes desencuentros. 

–Depende a qué año nos remontemos, si nos remontamos a los años cincuenta o sesenta, claro. De hecho los presos políticos durante el franquismo no interactuaban con los presos LGTBI que estaban en las cárceles. Éramos apestadas y apestados. Yo pude recién entrar oficialmente al partido socialista a partir de 1997 que fue cuando entro el compañero Pedro Zerolo. Pero fueron las izquierdas las primeras en abrazar las causas de las defensas de los derechos LGTBI. 

¿Cuándo surgen en España los primeros colectivos trans?

–El primer colectivo trans se crea en 1987 y se como reacción a las redadas policiales que detenían a las chicas trans en la calle arbitrariamente. Las podían tener detenidas de 24 a 48 horas. Por esa época fue que hubo algunos suicidios muy conocidos como el de La Francesa que se tiró desde la Séptima Galería y una a la que llamaban La Portuguesa que se roció con alcohol y se prendió fuego.

Me acuerdo de las performances travestis de Ocaña por las Ramblas de Barcelona que hicieron tanto a la resistencia contra Franco y que murió cuando se quemó su vestido. ¿Conociste a Ocaña y a la comunidad de la Plaza Real que supo retratar Nazario en sus historietas?

–No conocí personalmente a Ocaña ni a Nazario. Yo salgo de Canarias y llego a la Península en noviembre del año 1977. Ahí se había producido la primera manifestación de España del orgullo LGTBI que fue en julio de 1977. Estuve pocos meses en Barcelona. Yo conozco más la movida madrileña. Me fui a Madrid en el año 79, y ahí veo todo el surgir del destape, de la época punk. Donde se empezaron a gozar ciertos aires de libertad con la paradoja de que siguieron produciéndose detenciones arbitrarias.

Ya tenemos Ley de Matrimonio Igualitario, ya tenemos Ley de Identidad de Género. ¿En dónde está actualmente el foco de tu lucha?

–Ahora mismo desde el parlamento autonómico de la comunidad de Madrid, a nivel nacional hay varios proyectos: uno es la reforma de la 3/2007 que es la Ley de Identidad de Género original de España y la que habilitó por primera vez el cambio de nombre y el cambio de género sin la necesidad de que hubiese previamente una cirugía genital. Fue un paso de gigante que se dio: no es necesario operarte de genitales para tener documentación. Luego otros países como la Argentina, la mejoraron y despatologizaron a la transexualidad. La lucha es ahora para despatologizarla totalmente y la inclusión de los menores. También el reconocimiento legal y explícito al género no binario, es decir aquellas personas que no se sientan identificadas con ninguno de los sexos– géneros convencionales podrán dejar su casilla vacía y utilizar el nombre que más les represente. También el derecho a recibir el tratamiento de inhibidores hormonales llegado el estadio de la pubertad como así también el tratamiento hormonal cruzado adecuado.

Habrás visto los cárteles contra la ESI. ¿Qué proyectos presentó el PSOE?

–Incluir dentro del currículo escolar el respeto a las personas trans y la identidad de género y la obligación de enseñar y aprender en las escuelas sobre qué son las personas trans y la pedagogía de que aquí tenemos que caber todas y todos. 

¿Cómo hacen para que se cumpla y que la ESI suceda en las escuelas?

–Hay previstas sanciones administrativas que ascienden hasta 45000 euros para quienes no la cumplen. Y retiradas de subvenciones públicas si centros, escuelas o empresas reiteran situaciones de discriminación.

Ya recorrimos un largo camino y estamos en condiciones de hacer análisis de conciencia: ¿Qué hicimos mal como comunidad?

–Las cosas hay que mirarlas en su justo tiempo. Ya desde Stonewall se comenzó a hablar del Power Gay. Las trans fueron completamente invisibilizadas a pesar de que las revueltas de Stonewall fueron comenzadas por ellas. A pesar de que como decía Silvia Ribera, se ponía a las personas trans delante de la policía y cuando llegaban los medios de comunicación aparecían los gays y las tapaban. Posiblemente lo que hicimos mal fue esta falta de unión y este ombliguismo. Esto no se comienza a subsanar hasta la formación de colectivos para defender nuestros derechos con detalles. En el 87 el colectivo transexual surge a partir de las arbitrariedades policiales pero que no solo sufrimos las personas trans sino también las lesbianas que también estuvieron invisibilizadas y aun hoy en día les resta camino por andar. Falta que comprendamos la importancia de la unión de la sigla que nos incluye a todas y todos juntos.

¿Qué opinás de las trans mediáticas como Caytlin Jenner?

–Todos los actos de visibilidad son absolutamente necesarios. La máxima del periodismo es que de lo que no se habla no existe. Si no nos hubiésemos visibilizado, no nos hubiéramos reivindicado y no tendríamos los derechos que tenemos hoy en día pero es verdad que no hay ningún contrato que diga en letras pequeñas que por el hecho de ser trans tenemos que ser visibles o tenemos que ser activistas. La utopía es que en el futuro ya no sea necesario visibilizarnos porque ya habremos conseguido la plena igualdad. Desgraciadamente eso mis ojos no lo verán. Por lo tanto la visibilidad y el activismo son absolutamente necesarios y también respetar a aquellas personas que no lo quieran hacer. La palabra libertad hay que escribirla siempre con mayúsculas.

¿Cómo viviste este viaje, “un nuevo viaje de Carla”, que es el nombre del documental de Fernando Olmeda que recorre tu vida?

–Con muchísima emoción y satisfacción. Voy a dejar sin mención de títulos por tres meses a los argentinos porque me los llevo todos (risas). Me voy con la satisfacción de que de alguna manera la victoria ha sido nuestra. Ha sido largo y duro el camino, han sido muchas las vidas que se han quedado en el medio pero la victoria es nuestra porque hemos sembrado el camino. Porque hemos sido resilientes. Pienso en las mujeres trans de la dictadura argentina. Nosotras solo hemos luchado para que nunca se vuelvan a repetir estas historias, para que niños y niñas trans puedan estudiar, formarse y capacitarse e ir en igualdad de condiciones con el resto del tejido social. No queremos más. Queremos lo mismo. Pero hay una parte de la población que aunque nos den eso que solo sirve para escalar hacia la posición de igualdad les molestara porque siempre nos querrán dentro de los armarios y debajo de las piedras.