Toublanc

Argentina, 2017

Dirección: Iván Fund.

Guión: Iván Fund, Santiago Loza, Eduardo Crespo.

Producción integral: Señal Santa Fe.

Producción ejecutiva: Eduardo Crespo.

Montaje: Lorena Moriconi, Iván Fund.

Fotografía: Gustavo Schiaffino.

Dirección de sonido: Guido Deniro.

Reparto: Maricel Álvarez, Nicolás Azalbert, Diego Vegezzi.

Duración: 97 minutos.

9 (nueve) puntos.

Los pedazos no se pueden juntar, le dicen al Inspector Toublanc. El puzzle sin solución hace al crimen impune. Qué increíble que situaciones así sucedan alrededor, cerca de uno, se escucha decir, como si se materializara lo que hasta ese momento se depositaba en una alteridad. Situación fantasmática que cobrará figuración para amenazar a los protagonistas. Más aún si es este crimen, o este caso, el que obligue al parisino Toublanc a volver a su pueblo de infancia. ¿No podría, mejor, ir alguien más? Los recuerdos, cuidado, están al acecho.

De igual modo, la profesora de francés en suelo santafesino. Cuya ventana indiscreta atisba ¿otra? escena criminal. Hacia allí su mirada y las preguntas policiales de rutina. Desfasaje que no aclara si ella vio lo sucedido, o tal vez. En todo caso, podría haber sido testigo como así también ser su deseo el móvil de la tragedia. Fuego interno que la consume mientras habla castellano y enseña otro idioma, a la vez que es otra mirada, la de un alumno, la que la elige y escribe.

Las dos situaciones suceden de modo simultáneo, desdoblan el relato pero también ofrecen una suerte de falso raccord. Podría tratarse de un acto reflejo. Sólo resta saber cuál sería la imagen primera, cuál la réplica. Santa Fe/París como situación de ida y vuelta que el corte directo vuelve diálogo espacial de frontera difusa, a la manera de un plano y contraplano con el océano como rebote simétrico. Lugares de referencia geográfica, justamente, en la vida y literatura del escritor Juan José Saer. Pero, aun cuando esto sea una pista desde la cual procurar descifrar –en parte- el entramado del film de Iván Fund, poco es lo que en realidad importa. Antes bien, mejor detenerse en la propuesta que emana y embriaga desde la película. Vale decir, el nombre “Toublanc” podría pronunciarse con acento francés o con fonética castellana. Las dos vías son válidas. Ahí está la película.

Con producción de Señal Santa Fe, Toublanc ha conocido un derrotero de pantallas y comentarios críticos notables, y a ello se suma que a partir del viernes pasado el film puede ser visto online y de manera gratuita en las plataformas www.senalsantafe.gob.ar y http://elcairocinepublico.gob.ar. El acceso libre redunda en beneficio de una de las maneras desde las cuales el cine hoy también circula en la era actual. Y además, vale destacar un factor extra: el beneplácito puesto en que se trata de una producción local de relieve internacional. El estreno online es consecuente tanto con Señal Santa Fe, cuyo sitio web es un lugar privilegiado donde se puede consultar lo mucho que en material audiovisual este programa de contenidos audiovisuales desarrolla, como con El Cairo Cine Público, en donde las películas online constituyen una de las propuestas siempre activa en la programación mensual de la sala.

Pero volviendo al tema que aquí nos ocupa, Toublanc, qué poética de sueño y de letargo la de Iván Fund. Es en esa manera personal de pensar y de vivir el cine de este director donde hace depositar como sensación inasible el mundo mismo de Juan José Saer. Cuántas pistas puedan distinguirse en este vínculo cinematográfico/literario será tarea de un detective lúdico. Pero es mejor pensar en cómo cohabitan esas maneras de pensar el mundo. La de Fund, cinematográfica, entreteje como yuxtaposición temporal los dos relatos aludidos. Como lugar de encuentro, eje para el péndulo de estas dos instancias, puede pensarse en ese alumno escritor que aprende francés y vuelve a su maestra personaje de una historia.

Por momentos, no está claro si lo que sucede es porque la maestra lo sueña, lo desea, o porque todo ello no es sino artificio del mismo juego literario. Ella habla y hace porque hay alguien, tal vez, que le hace decir y hacer. Hay veces en las cuales la voz en off que se detiene en la lectura del manuscrito no se condice con la mirada que ella propone desde la imagen, y corre en tiempo diferente, ¿cuál tiempo?, ¿antes?, ¿después? Incógnita que estimula y deja pendiente la propuesta del director.

Lo mismo puede inferirse con planos y contraplanos que no conocen imagen alguna en donde los dos –la profesora y su alumno, ¿su enamorado?-, realmente, compartan el espacio. En algún momento lo habrá. Nada casualmente, cuando suceda la consumación del deseo, que quedará en un prudente fuera de cuadro. De todas maneras, luego será el libro Cicatrices el que descanse solitario en las manos de ella, con una dedicatoria. Pero también, ese mismo libro, en las manos del escritor/alumno, en una presumible situación anterior. ¿Cuál es la continuidad, el raccord, la lógica interna de los hechos?

Como si fuera éste un recorrido de antemano irresuelto, la película interpretada por Maricel Álvarez, Nicolás Azalbert y Diego Vegezzi igualmente se lo propone, y es por eso que la marca del género narrativo aparece en el policial, a través del inspector Toublanc como encargado del armado de una lógica que nunca será.

Es por eso que resuenan en el cine de Fund los ecos de Hace un año en Marienbad, película francesa de 1961, dirigida por Alain Resnais –famosa por la ambigüedad de su estructura narrativa–, con sus imágenes y relato vuelto sobre sí, como reflejo del reflejo, con una localización temporal que se escapa.

De la misma manera, cuando el escrito del enamorado cuente el día de esa profesora que se esconde en un cine, mientras él, que la espía (así como un voyeur hitchcockiano, tanto como lo es ella al mirar desde su ventana), no puede prestar atención a la película (¿cuál sería?), la situación pareciera sugerir otro nexo con la Nouvelle Vague, como el supuesto por el adolescente Antoine Doinel, perdido en el plano detalle de la nuca de esa mujer que lo desespera, durante una de las muchas funciones musicales de Antoine y Colette, de François Truffaut.

Mientras tanto, siguen quedando detalles que hacen pensar. Hay un caballo que podría ser testigo del hecho, o de los hechos. Algún misterio encierra su figura, tan cinematográfica, casi surreal cuando el animal camina por la ciudad como un fantasma, una efigie de cuño western y raigambre asimismo litoraleña. Pero las piezas no encajan. Se decía que el vínculo de género estaba, acaso, con el policial. Mejor todavía, se trata de cine noir.

No hay manera de que la tranquilidad vuelva, porque tal vez nunca estuvo y sólo era cuestión de tiempo que los recuerdos volvieran, siempre latentes, a la espera de su oportunidad, tan tangibles como esa bandada de pájaros que se deforma y reforma constantemente, de modo hermoso, en los pasajes inicial y final de esta película. En ese misterio volador está la película Toublanc, en armonía con la literatura del admirado escritor nacido en Santa Fe.