Durante los últimos años, el sistema universitario argentino se expandió por todo el territorio nacional a partir de la creación de instituciones de educación superior públicas, ampliando las posibilidades de estudio a muchos sectores de la población. A pesar de los logros obtenidos en materia de democratización del acceso a la educación, aún restan obstáculos que enfrentar para igualar los derechos de muchas comunidades históricamente marginadas, sobre todo las poblaciones indígenas.  

Si bien es cierto que desde hace algunas décadas la interculturalidad forma parte de las discusiones y reflexiones de las políticas educativas, también es cierta la necesidad de desarrollar y profundizar aún más las iniciativas orientadas a construir contextos culturalmente pluralizados, reconocer la multiculturalidad como componente de la población estudiantil y favorecer la articulación entre las diferentes situaciones de vida.  

En Argentina, cerca de un millón de personas se reconoce como indígena según el Censo Nacional de 2010, lo que equivale a un 2,5 por ciento de la población. Sin embargo, las comunidades indígenas han sido históricamente invisibilizadas, discriminadas o señaladas por la diferencia. 

No es un dato sorprendente ni novedoso debido a que nuestro país ha construido y legitimado relatos sobre la identidad nacional vinculados con la idea de una población “blanca” y “europea”. Relatos que excluyen a otras culturas, sobre todo a las poblaciones indígenas, que encuentran barreras simbólicas, económicas, lingüísticas y sociales, quedando en una posición de desventaja estructural con respecto al resto de la población no-indígena.

A pesar de esta profunda desigualdad, desde hace algunos años se puso en marcha un proceso de visibilización de las comunidades indígenas, al tiempo que se han puesto en debate muchas de las políticas que no contemplan las particularidades y las singularidades de la sociedad. Las maneras hegemónicas de clasificar a la población, es decir, las formas de determinar quiénes están incluidos o excluidos de lo que se considera común, son cada vez más cuestionadas. 

Como respuesta a los modelos tradicionales que tienden a la homogeneización, emerge la interculturalidad. En el ámbito educativo, desde el año 2006, la Ley de Educación Nacional 26.206 garantiza a la educación intercultural bilingüe como modalidad de los niveles inicial, primario y secundario. Pero el nivel superior aún no cuenta con una ley que contemple esta instancia, a pesar de que se ha hecho hincapié durante los últimos años en el tratamiento educativo de la diversidad cultural. 

Pese a esta carencia, algunas universidades e instituciones de educación superior recogen el desafío de transformar las prácticas hegemónicas educativas y construir ámbitos pluralizados. Las iniciativas son muy diversas, desde programas de inclusión y retención mediante becas, apoyo social y tutorías, hasta proyectos enmarcados en la investigación o la extensión universitaria, cátedras libres, cátedras abiertas y carreras universitarias, entre otras. 

Sobre ello, Laura Rosso y Teresa Artieda, directora y co-directora de la Diplomatura Pueblos Indígenas e Interculturalidad del Programa Pueblos Indígenas de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), describen: “En Argentina hay entre doce y catorce universidades nacionales públicas que desarrollan iniciativas de base étnica, esto es políticas y/o programas que buscan atender las necesidades y demandas de los indígenas en las instituciones de educación superior”. 

Las universidades nacionales de Cuyo (UNCuyo), del Nordeste (UNNE), de Tres de Febrero (UNTREF), de Formosa (UNF), de Salta (UNSa), de Misiones (UNaM), de San Juan (UNSJ), de Rosario (UNR), del Litoral (UNL), de Santiago del Estero (UNSE), de San Juan Bosco (UNSJB), de Rosario (UNR) y de Tucumán (UNT), son algunas de las instituciones que llevan adelante estas iniciativas.

El rol de la universidad en la interculturalidad

Si bien todas estas estrategias desarrolladas por las universidades son un paso adelante en materia de educación intercultural, aún se necesita implementar  políticas públicas orientadas a difundir las culturas que la integran y poner en cuestión prácticas habituales que excluyen a las minorías. 

Como se ha dicho, nuestro imaginario vinculado con la idea de una población “blanca” y “europea” margina a otras culturas, sobre todo a las poblaciones indígenas. Frente a este escenario, los ámbitos educativos se constituyen como espacios fundamentales para avanzar en una transformación que quiebre el etnocentrismo que alimenta la exclusión. 

En este sentido, Daniel Mato, director de la cátedra UNESCO “Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina” de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), señala que las universidades e instituciones de educación superior pueden contribuir a revertir estas circunstancias, dado que en ellas se forma parte de la población, los docentes de los restantes niveles del sistema educativo, y “buena parte de los dirigentes sociales, políticos, económicos y tomadores de decisiones, incluyendo los legisladores y funcionarios del Estado.”

Mato considera que las universidades son instituciones que no solo producen y difunden conocimiento, sino que también son “formadoras de opinión pública y de formación ciudadana”. Pero advierte que, “sin políticas públicas que alienten el desarrollo de este tipo de contribuciones y sin presupuestos estables, no será posible que las universidades y otras instituciones de educación superior (IES) alcancen logros concretos en la materia.” 

En esta dirección, recuerda la recomendación de la Conferencia Regional de Educación Superior realizada en Córdoba este año (CRES 2018) que señala: “Las políticas y las IES deben contribuir proactivamente a desmontar todos los mecanismos generadores de racismo y deben educar a la población en general, y particularmente a sus comunidades, contra el racismo y todas las formas de discriminación”. 

Sin embargo, Mato enfatiza que los sectores universitarios no pueden dejar la iniciativa en manos del Estado para lograr transformaciones. Deben, en cambio, dedicar esfuerzos “explícitos a educar a la opinión pública y muy particularmente a funcionarios públicos, legisladores y otros tomadores de decisiones, así como a nuestros colegas docentes y estudiantes y a nuestras propias autoridades.”

Por una ciudadanía pluricultural

El escenario actual de la educación intercultural reclama ser impulsada y legitimada por un marco normativo. Mato explica que en América Latina se ha avanzado en la materia, pero en Argentina muy poco, debido a que “no hay políticas públicas que estimulen esto”. 

En este sentido, Laura Rosso y Teresa Artieda afirman: “La educación intercultural, entendida como un proyecto pedagógico en el que se den diálogos entre diversas culturas relacionadas de manera respetuosa, en el que se reconozca que “(…) existe diversidad de contextos y de prácticas intelectuales y de saberes (…)”-al decir de Mato-, son proyectos que presentan un desarrollo incipiente en las universidades de nuestro país. De modo que implementamos acciones que generen procesos de interculturalidad en la institución. Sabemos que con la inclusión de individuos no basta, las universidades deben transformar las funciones que les son propias, esto es docencia, extensión e investigación, agregada la gestión.”

En la misma línea, Mato establece que no se trata de incluir a aquellos que han sido excluidos a lo largo de la historia: “El reto no es ‘incluir’ a nadie en el modelo societario llamado ‘occidental moderno’ tan problemático en términos sociales y ambientales. Se trata de aprovechar la oportunidad que nos brindan las críticas y las luchas de los pueblos indígenas, afrodescendientes y otros que han sido ‘excluidos’ para repensar este modelo societario para transformarlo.”

Para ello, se vuelve fundamental construir un modelo que reconozca y valore las diversidades y las diferencias de género, socioculturales, étnicas y económicas.  Así lo entiende Mato al reclamar un modelo de “ciudadanía pluricultural”: “No hay una sola forma de ser argentino, como no la hay de ser chino o canadiense. No todos quienes habitamos este suelo compartimos los ideales que encarna este Estado decimonónico y racista. A mí, como a muchas otras personas el racismo me hiere, incluso aunque yo no sea objeto de discriminación (…). Si no deseamos esto, hay que transformar a las sociedades y Estados contemporáneos. Para lograr esto, las universidades y otras instituciones de Educación Superior tienen mucho que hacer, pueden hacer mucho.”

Rosso y Artieda advierten también que a las universidades les caben muchas tareas en este sentido: “Desandar el camino de la hegemonía del conocimiento científico euro-occidental abriéndose a otros (…); asumir los momentos históricos en que la ciencia fue cómplice del genocidio justificándolo en nombre de esquemas de evolución racistas; revisar la meritocracia sobre la que se asienta su organización para poder comprender que en nuestras sociedades existen grupos a quienes la pobreza, la incomprensión y la exclusión han signado sus trayectorias personales y escolares, razón por la que no llegan a la universidad con el capital cultural y lingüístico deseable para ingresar al nivel superior; cuestionar el valor dado a la autoría individual del científico o la científica para reconocer autorías indígenas, individuales o colectivas, por mencionar algunas tareas.”

Así las cosas, las universidades y otras instituciones de educación superior son el escenario ideal para llevar a cabo estrategias orientadas a revertir estas problemáticas, cuestionando las prácticas y los paradigmas socioculturales hegemónicos. Si bien durante los últimos años se ha hecho hincapié en el tratamiento educativo de la diversidad cultural, aún faltan desarrollarse políticas públicas orientadas a establecer un diálogo más horizontal entre los conocimientos académicos y los conocimientos provenientes de las comunidades indígenas. 

 


 

UNNE: Hacia la interculturalidad

Desde el año 2011, la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) se compromete con políticas de educación intercultural a través del Programa Pueblos Indígenas (PPI), iniciativa orientada a la inclusión, la permanencia y el egreso de estudiantes indígenas en carreras de grado. 

En la actualidad, cincuenta y cinco jóvenes y adultos Qom, Wichí y Moqoít cursan los profesorados en Ciencias de la Educación, Geografía, Historia y Educación Inicial, y las carreras de Enfermería, Medicina, Abogacía, Arquitectura, Contador Público, Ingeniería, Ciencias de la Información y Gestión Cultural de la UNNE.

El PPI ofrece becas, acompañamiento tutorial de estudiantes avanzados y propuestas de alfabetización académica basada en la condición de bilingüismo de los alumnos.

Sobre la iniciativa, Laura Rosso, coordinadora del PPI y directora de la Diplomatura Pueblos Indígenas e Interculturalidad, y Teresa Artieda, autora y asesora del PPI y co-directora de la Diplomatura Pueblos Indígenas e Interculturalidad, explican: “La participación indígena es condición para el desarrollo de los procesos interculturales, por ello, el Programa cuenta con una comisión asesora compuesta por referentes de los pueblos Qom, Wichí y Moqoit del Chaco, comisión que tiene reconocimiento institucional.” 

En el marco de las acciones del PPI de la UNNE, hace poco más de un mes que se puso en marcha la Diplomatura Pueblos Indígenas e Interculturalidad, el primer trayecto formativo de este tipo en la Argentina que ya cuenta con casi medio centenar de inscriptos.

Al respecto, Rosso y Artieda relatan que “se buscó concretar la validación de los conocimientos indígenas en un currículum universitario, a través de la presencia de sabios de las comunidades como miembros del cuerpo docente, junto a profesores de la universidad (…) Sus cursantes son indígenas y no indígenas de provincias del nordeste, con trayectorias educativas e intereses diversos. Comparten clases referentes de organizaciones indígenas de Chaco y Formosa, con médicos, abogados, y docentes, por mencionar algunos de los perfiles que componen el grupo de cursantes”.  

UNTREF: Por la interculturalidad en Latinoamérica

La cátedra UNESCO “Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina” es un proyecto desarrollado por el Programa Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina (ESIAL) del Centro Interdisciplinario de Estudios Avanzados (CIEA) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF).

La iniciativa tiene el objetivo de realizar investigación, brindar oportunidades de formación a investigadores, docentes y gestores, ofrecer seminarios, cursos y diplomados presenciales y a distancia, desarrollar campañas de educación y comunicación pública, y formular e impulsar propuestas de políticas públicas y transformaciones institucionales.

Recientemente, la cátedra UNESCO de la UNTREF lanzó la “Iniciativa para la Erradicación del Racismo en Educación Superior”.  Sobre la propuesta, el director Daniel Mato explica que, desde su puesta en marcha hace pocos meses, se logró “la adhesión de veinte rectores de universidades de nueve países latinoamericanos que actualmente conforman su Consejo Asesor, como también de una veintena de centros de investigación, carreras y cátedras que se han incorporado a su ‘Coalición inter-institucional para la Erradicación del Racismo en Educación Superior’ y de más de sesenta colegas de diez países latinoamericanos que ya se han incorporado a su ‘Red de Colaboradores’.”

Esta recepción del proyecto de la Cátedra UNESCO revela la “existencia de un cierto clima de época que lleva a pensar que podremos lograr resultados”, explica Mato, para luego agregar que se está “procurando revertir una ‘epidemia’ que es necesario reconocer que es fundante de nuestras sociedades.”