Assumpta Serma creció en Barcelona pero en el ‘79 llegó a Madrid y ya no volvió más a su casa familiar. Allí había mucha resistencia al oficio que amaba y al que no pensaba renunciar. Teatro, fiestas y el mundo que se abría a sus pies en una ciudad revolucionada por la movida que abrazaba al feminismo, la experimentación en el arte, la agitación política y un modo de respirar nuevo en un país previamente ahogado por el franquismo. Durante siete años estuvo en una relación con un belga que a su vez estaba casado y se veían cuando podían. Pero esto no era algo oculto sino una apuesta al poliamor del que tanto se habla en estos días. La compañera del belga tenía a su vez un hombre viviendo en la casa de la pareja. 

–¿Y se la bancaban?

–Sí, duró bastante…   hasta que no tanto. La cosa se empezó a complicar en algún momento porque el belga echó a la pareja de su pareja (risas). Muy complicado todo pero estuvo bien mientras duró. Solo que en determinado momento yo empecé a querer otra cosa, algo estable. Después me puse en pareja con Scott y estamos juntos hace 25 años. Vivimos y trabajamos juntos. Nos casamos en el ´94 en Las Vegas. 

Serna hablará sobre el secreto de vivir y trabajar junto a él durante tanto tiempo pero sobre todo quiere debatir el manual de buenas prácticas que juntxs crearon y pusieron en funcionamiento desde su escuela First Team y que de allí se irradia a las nuevas generaciones de actores, actrices y técnicos. “Uno de los aportes más importantes que hemos hecho a este sector es este código ético del año 2007. Desde entonces estamos poniendo estas problemáticas en debate, que no son problemas laborales, y que son tan usuales en nuestro sector. Nuestra intención es que estas conductas grises estén escritas y tengan una solución, tengan un límite. Antes de lo de Harvey Weinstein estábamos hablando de esto: comprender cuáles son los límites con los otros actores y actrices, con respecto a los directores de casting, al director o directora y a quien sea. Hay muchas veces en que la víctima sin saberlo está colaborando con el poder”. 

–¿Cómo sería eso?

–Si tú piensas que hay una persona que te va a dar trabajo y piensas que tienes que ser graciosa con ella, agradarle para que te de el trabajo, es un problema. El sentido profesional es que estas cosas no ocurran. Ni tú tienes que sonreírle ni el otro tiene que tomar ese poder para manipularte. 

–Pero en un trabajo como la actuación, que pone tan en juego las relaciones humanas, ¿cómo se logra poner ese límite?

–La profesión tiene sus pequeñas mafias, sus afinidades y sus círculos donde si querés trabajar en determinado lugar tienes que atenerte a los códigos de esas pequeñas mafias. Y si tú quieres trabajar allí, tienes que estar a tono con eso porque sino es un problema. La gente termina diciendo que sí a cosas con las que no está de acuerdo, tal como me describes pasó con el caso aquí en Argentina entre Darín y Bertuccelli. La idea es no llegar a ese extremo. Los actores y actrices tendríamos que tener una visión crítica de lo que pasa a nuestro alrededor para que realmente los abusos de poder no existan y porque somos referencia para otros, y como dices, estamos hablando de relaciones humanas, tenemos que ser sabios en este tema, porque realmente lo experimentamos y luego lo damos de ejemplo en los papeles que escogemos. Desde el momento que escogemos un personaje estamos hablando de ética, porque si ese personaje dice cosas en contra de tu género o en contra de lo que piensas, bueno, hay que entender que estás diciendo algo.

–¿Por qué en 2007 te interesaste en hacer este código?

–Porque al tener una escuela vi una necesidad muy grande de contar estas cosas que ocurren en la profesión. Y porque la ética está primero de lo que pasa en un set de filmación. 

–¿A vos te pasó?

–Siempre hay abusos de poder. En cualquier profesión siempre te encuentras alguien que es mala persona. Me he encontrado con hombres abusando de su poder y también con mujeres muy manipuladoras. Entonces cuando surgen estas situaciones creo que siempre hay que poner lo profesional primero, esto quiere decir “yo en esta situación, no trabajo”. Pienso que en la medida que tomemos estas decisiones personales anteponiendo la propia ética, estas conductas van a tener otros límites.

–¿Pero qué pasa con quienes recién están empezando y realmente quieren hacerse un lugar en el mundo de la actuación?

–Por eso hablo de transparencia. El problema es la ignorancia: por eso creo que es valioso tener una guía y no pensar que esto es algo que uno o una tiene que resolver en soledad. 

–¿Y qué es lo que hay que hacer según este código?

–Ante un abuso de poder hay que decirlo, hay que ser transparente. Hay que afrontarlo aunque cueste, aunque sea un conflicto, porque callarlo es peor. Las cosas, de otro modo, siempre se complican. Es mejor esa complicación que el silencio. Porque al final el silencio siempre es malo. Hay que hacerlo de forma que no genere violencia sino que te alivie y tenga sentido. También hay situaciones donde es o callar o a la calle. Y a lo mejor te interesa la calle. Pero cuando una calla tiene que saber que todo puede empeorar. Por eso hay que empoderarse para hablar a tiempo, para habilitarse entre todas para hablar. 

–La gente recién está tomando conciencia ahora de cosas que antes naturalizaba…

–Claro, y la excusa de “el mundo es así” sigue activa, pero yo no creo en eso, no creo en el conformismo ni en la mediocridad. 

–Bueno pero pareciera ser que hablar es fácil y no lo es. Para mucha gente que ha vivido situaciones de abuso anteriores, en sus infancias, en sus familias, hablar es muy difícil.

–Sí, porque hay personas para las cuales el abuso es un patrón, y sigue el patrón y lo repite. Pero creo que concientizar sobre la importancia de hablar es lo que generará gente más empoderada en el futuro, gente que crezca con otros parámetros de naturalización. 

–Acá se ve en las pibas más jóvenes, tienen tolerancia cero a los abusos. 

–Sí, y los hombres están perdidos, no saben cuál es su posición. Yo creo que hay que generar confianza para que no haya miedo, porque ese es uno de los grandes problemas que tenemos. Muchas mujeres callamos para poder trabajar y eso está decididamente mal y tiene que dejar de ocurrir. Aquello del sufrimiento anterior es verdad, la sociedad durante mucho tiempo ha dicho que para ganar hay que sufrir, de hecho hay escuelas de teatro que dicen que la actuación verdadera genera dolor. Esa idea del siglo XIX del artista atormentado para mí ya fue.  Para mí el actor es un técnico, que tiene una observación especializada de las actitudes humanas para repetirlas, un especialista en el alma humana, por más que sea un poco pretencioso decirlo. 

–Viéndola a la distancia, ¿Yo, la peor de todas fue una película feminista?

–En aquel momento lo fue. Fue un gran paso además para María Luisa (Bemberg). Lo que pasa es que… me sabe mal decirlo porque ella ya no está, pero sí es verdad que ella era una mujer contradictoria. Ella ha hecho toda su vida de una manera y en determinado momento pensó que era de otra, dio un timonazo total. Eso implica posiciones muy dictatoriales, porque esos cambios generan fundamentalismos…

–También para una mujer debía ser difícil plantarse en un set como líder... 

–Sí. Ahora el feminismo debe solucionar el cómo, o sea cómo ejercer el poder sin imitar a los hombres, o al patriarcado. Ramiro García Bollano, el director de la película a la que vine a actuar, es un varón maravilloso. Pablo Moreno es otro. Son jóvenes y tienen otros modelos de liderazgo que no es patriarcal. Tenemos que generar ondas expansivas para que esto se irradie. 

La película de la que habla Serna se llama Expansivas y es la historia de dos hermanas que deciden averiguar la verdad de lo que pasó en su familia, y lo que sucedió es que su madre se murió de una manera muy turbia. Serna es la tía que viene de España a acompañarlas y hay una figura tóxica que es el padre. Hay violencias machistas. Hay trata de personas con fines sexuales. “El padre se dedica a algo que ha estado escondido siempre. Es una película muy fuerte, ocurre en La Plata, una ciudad pero a la vez un pueblo chico. La idea es que la muerta era española y se casó con un argentino y yo llego para ocuparme de las hijas de mi hermana muerta. El guión me atrapó porque es un thriller protagonizado por dos mujeres, un género que tradicionalmente está interpretado por varones. Eso ya me gustó. Ellas son Sara Hebe y Martina Juncadella, que son fantásticas”. 

–¿Es verdad que es difícil encontrar buenos papeles para mujeres después de determinada edad?

–Sí, es cierto. Pero creo que se está arreglando un poco, porque empiezan a haber guionistas mujeres, directoras y demás y yo me estoy encontrando con papeles maravillosos tanto en teatro como en cine.

–¿Cómo te fue con la prensa a lo largo de tu carrera?

–En general bien. Muchas veces me han hecho preguntas interesantes o que me dejaron pensando. Un periodista de La Plata me preguntó “¿Y tú de qué huyes?” y yo dije “¿Yo? De nada”. Y me dejó pensando por aquello de siempre estar buscando hacer cosas fuera de España. La verdad es que en mi casa no querían que yo me dedicara a esto, entonces quizás era eso lo que me motivaba a hacer afuera. Lo cierto es que me encanta venir aquí, me siento como en casa.