Desde Medellín

Era imposible que la imagen no llamara la atención: cerca de la entrada al Orquideorama, entre las gigantografías de la muestra Africamericanos, un grupo de chicos de no más de 6 años escuchaba absorto a un hombre de barba ya entrecana. Ninguno se levantaba ni se distraía, aun con el permanente trajinar de asistentes al Festival y la natural dispersión de los pibes. El centro de atención era Martín Murillo Gómez y su “Carreta Literaria” cargada de libros.

Murillo, 50 años, nacido en Cartagena y con una carrera truncada en el quinto grado primario, buscó un proyecto de vida que lo mantuviera en contacto con la lectura que lo apasionaba. “Pretendía ser más útil a la sociedad, pero que esa utilidad no estuviera enfocada en lo comercial sino algo que tuviera que ver con la educación, que colaborara con la educación de los niños”, dice a PáginaI12. “La carreta es el medio de transporte más antiguo que tiene el hombre, y entonces traté de emular a la Fórmula 1 y conseguí unos patrocinadores excelentes que me dan la posibilidad de tener autonomía”. En la temporada alta de vacaciones en Cartagena, Murillo recorre plazas, playas y calles, “parqueo la carreta y cualquier lector puede tomar un libro y sentarse a leer y no le cuesta nada.” En época de clases, el proyecto es más ambicioso: el hombre sale a recorrer los 48 municipos del departamento (provincia) de Bolívar; solo le faltan 11 para completarlo. 

–¿Qué reacciones encuentra en los niños, tan acostumbrados a lo digital?

–Se maravillan, y cuando logro captarlos y sacarles una sonrisa ya me siento satisfecho. Si el niño se va aburrido, si se distrae, algo estoy fallando en la mecánica de presentarle esa pasión de leer, de entretenerlo. Porque cuando el prende el televisor o el aparatico electrónico quiere entretenerse; mi misión es entretenerlo con una historia, a partir de ahí el niño va a aceptar la lectura como un instrumento de entretenimiento. Ahí hay un espacio ganado socialmente. Los promotores de lectura estamos para entretener, un entretenimiento sano, bueno, con ética, que valorice el mensaje y tenga respeto para el que produce y para el que escucha. Igual yo leo para niños de 0 a 99 años...

–Sorprende, pero a la vez no tanto, que los niños se fascinen de esa manera con un libro.

–Es que los adultos somos muy mezquinos, el otro día hablaba con un amigo que todos sus hijos tienen smartphones y esas vainas y no hay un solo libro en su casa. Y le dije “tú estás abriendo a tus hijos una ventana al mundo, pero no le estás diciendo que esa ventana tiene un cerrojo”. El libro no necesita banda ancha ni gigabytes ni electricidad, no necesita recargarse... yo no me peleo con lo digital porque es una realidad, pero hace algunos meses aquí en Colombia se bloqueó WhatsApp y todo el mundo pareció volverse loco.