“Quise que lo mundano, lo rutinario, lo cotidiano se fracturase por un instante”, ofrece la joven artista estadounidense Olivia Erlanger (Nueva York, 1990) sobre su más reciente instalación: Ida, una peculiar propuesta en clave evidentemente fantástica donde colas de sirena tamaño real emergen de lavarropas de lavanderías del barrio Arlington Heights, en Los Ángeles, California, para gran sorpresa gran de clientes desprevenidos. Civiles que solo pretendían usar las máquinas para asear pilchas varias y, en cambio, acabaron topándose con la abandonada extremidad del susodicho ser mitológico, evidencia que planta “lógico” interrogante: ¿Acaso han permutado algunas sirenas sus colas por piernas humanas y recorren hoy, como cualquier hija de vecino, las calles de L.A.? 

“Me interesaban las sirenas como una especie de arquetipo previo al género, como la representación de una existencia quimérica que toma su forma por distintas presiones ambientales que afectan a nuestra transformación”, explica la muchacha sobre su personaje de elección. Vale recordar que, en su versión original, la sirena era un pájaro alado de plumaje rojizo y cara de virgen, sin intención romántica, prima de las arpías y las esfinges. Luego deviene doncella fluvial -ya desplumada y mezclada con ninfas marinas-, con cola de pez y tersos pechos desnudos, el cabello siempre largo, la mortífera voz impoluta, amén de ahogar a “pobres” marineros, inocentes varones a merced de su “amoralidad”. Símbolo de erotismo y seducción, harto sabido que la figura de estas impías tentadoras, femmes fatales de voz angelical ha servido de excusa para demonizar a la mujer.

La instalación Ida, por cierto, fue creada con ayuda de la galería contemporánea y plataforma cultural Mother Culture. Al respecto, agrega la chica Erlanger (cuyas piezas a menudo abordan las convenciones y los sueños, también las implicancias de vivir en una sociedad en estado de agitación constante) que su práctica artística “se extiende a la creación de entornos, ambientes: sentía inquietud por experimentar en espacios de uso público”. Tan público en este caso que fotografías espontáneas de la ocurrencia sobrenatural devinieron virales, multiplicándose en redes como Instagram desde septiembre. No todos los días, después de todo, las personas son tomadas por asalto por iridiscentes colas doradas y púrpuras en un sitio tan campechano como un laverap...