Cuando la joven Camila Torre Notari decidió adoptar un gato, eligió el negro. Estaba dispuesta a probarle a todo el mundo que no existe mala suerte en los felinos, a pesar de su color. Así es como llegó a su vida el gato Petunio, un felino azabache tan salvaje como encantador, y así también es como comienza El ángel negro, su segunda novela gráfica, editada recientemente por el sello local Maten al mensajero: con la llegada de un pequeño gatito al núcleo familiar –por supuesto, sin el consentimiento materno inicial–, la educación sentimental que representa cuidar y hacerse cargo de otro por primera vez en la vida, y la forma en que nuestras mascotas, por más ariscas que sean, indefectiblemente pasan a ser parte de nuestras vidas y nuestras familias. Camila Torre Notari, oriunda de Bellavista, un barrio al oeste del conurbano bonaerense, cuenta que está organizando una nueva presentación para El ángel negro, la presentación definitiva, la que se hará en el mismo barrio donde transcurre la historia: “Bellavista tiene un clima muy pueblerino, están todos muy acostumbrados a vivir ahí y a la gente le cuesta mucho moverse y salir a otros lugares, menos a capital. Quería organizar algo allá para estar con la gente local, porque el libro también se trata de mi barrio, de mis amigos, y de las cosas que me pasaron ahí”, cuenta esta joven autora, que a pesar de la densidad y variedad de su obra, apenas se empina en los 30 años, y que cuida al gatito Petunio desde hace 12. 

Sin duda alguna, uno de los mejores correlatos de nuestras propias vidas son las mascotas de infancia y juventud: observadoras silenciosas con las que crecemos a la par. Por eso, esta historia gatuna, autobiográfica, optimista y condensada en un encantador libro impreso a tres tintas, además de la historia de una nueva mascota, es una mirada contemplativa y amable sobre el lugar de pertenencia, las relaciones sentimentales, las amistades y rupturas, y todo lo que sucede mientras crecemos, aun sin darnos cuenta del todo, a través de pequeños momentos y anécdotas mínimas que se acumulan con naturalidad. “Creo que a mí lo que más me interesa es contar historias. Tengo un diario, y voy anotando o dibujando cosas que me pasan a mi y cosas que le pasan a mis amigos, aunque sean cotidianas. Muchas de esas historias las subo a internet, pero la historia de mi gato quería que sea un proyecto más grande. Cuando leo historietas lo que más me gusta es eso, lo que están contando, y yo trato de ir también por ese lado. Se que el dibujo siempre es lo que llama la atención de entrada, pero a mi me pasa muchas veces que me terminan gustando los dibujos solo porque la historia me pareció valiosa”, confiesa Camila.

Camila Torre Notari sin duda ha hecho un camino propio y singular. Ex-estudiante de Ángel Mosquito y Cristian Mallea en la escuela de La Productora, esta dibujante, serigrafista, diseñadora y militante de la producción independiente, lleva al menos diez años produciendo y distribuyendo fanzines y pequeñas publicaciones autoeditadas con sus relatos entre lo pequeño y lo autobiográfico, pero también, entre la aventura y la pseudo ciencia ficción, a veces muy divertida, y otras incluso sangrienta. En sus cómics hay mascotas, hay amigos, hay recorridos por pizzerías famosas, bandas punk de barrio, bares con las cervezas más baratas e incluso, inesperadamente, tiburones asesinos. Ubicada en medio de una escena de vanguardia, donde la tecnología y el acceso permiten casi todo en cuanto a experimentación, ella elige el costumbrismo, el minimalismo en el dibujo por sobre el rococó, y las historias de narrativa clásica encima de cualquier impostura, pero siempre con un sentido del humor fresco y feliz, como pasándole por el costado a la afectación de la novela autobiográfica y con una idea descontracturada de la aventuras y de los afectos. Algunos de sus trabajos han sido publicados como historias breves en antologías de gran circulación, como DisTinta (Sudamericana) e Informe (EMR), y también en proyectos pequeños a cargo de sellos independientes como Capisci?, la antología del Estudio Maffia, o El tiburón diablo, su primera novela gráfica, editada por Burlesque, una falsa autobiografía en clave de aventura paranoide, playera y amiguera. Pero, al igual que su gato Petunio, que aunque explore los bordes, siempre vuelve a casa –y que es el protagonista de la obra más potente de esta autora hasta el momento–, el grueso de su producción está siempre enmarcada en el formato del fanzine, desplegada en publicaciones personales, experimentales, algunas efímeras y otras contundentes, que libremente distribuye ella misma en ferias y encuentros fanzineros: La gira de las pizzerías, su nuevo proyecto de largo aliento, donde recorre la ciudad catando las mejores pizzas y descubriendo antros inexplorados, Pulp el grillo, Las aventuras de Cami y Chelo por el mundo, o su clásico Cómo hacer un fanzine, un pequeño objetito fotocopiado que enseña a los principiantes el tradicional doblado de la hoja, son algunos de los más conocidos en el entorno.

“Si tuviera que pensar en referencias, creo que lo que hacen mis amigas, o las chicas que están en mi entorno, son las que más me motivan. Cuando veo los trabajos de Sole Otero, Power Paola, Caro Chinaski o Clara Lagos, gente que me rodea y que me cruzo, me copa mucho y me inspira de verdad”, cuenta Camila, que además de ser una autora hiperactiva, cree antes que nada en la gestión en comunión con sus pares. Con su estudio La Calor organizó encuentros de publicaciones, exhibiciones y talleres y, como actual integrante de la asociación civil Viñetas sueltas, está a cargo del Festival del mismo nombre y el centro cultural donde ahora encuentra su continuidad durante el año. “Mucha gente cree que el fanzine es solo un medio para llegar al libro, pero para mi conviven. Hay una cosa de esa dinámica que a mi me gusta mucho. Por un lado probar, cosas nuevas en el formato, aprovechar la serigrafía, meterle cositas para que más allá de la historia, la publicación sea un lindo objeto de solo mirarlo. Y por otro lado, algo importante para mi y para los que nos entusiasmamos con este medio en general, es la relación con otros artistas, aportar un poco al crecimiento de este entorno pequeño, creo que de esto se trata un poco hacer todo esto”.

El ángel negro se presenta hoy a las 17, en Librería Bok, Piñero 975, Bellavista.