“Si no te gustan Laurel y Hardy no sos mi amigo”, dijo una vez Mark Hamill, uno entre millones de personas que fueron encantadas e inspiradas por el más grande dúo de comedia de todos los tiempos. Su impacto en la cultura moderna es asombroso: han influido a artistas, escritores, músicos y actores, de Alec Guinness a J. D. Salinger, de René Magritte a Samuel Beckett, e inspiraron a toda una generación de comediantes. Steve Coogan y John C. Reilly protagonizan ahora Stan & Ollie: Coogan interpreta al inglés Stan Laurel y Reilly es el estadounidense Oliver Norvell Hardy en una película dirigida por Jon S. Baird que retrata la tormentosa gira del dúo por Gran Bretaña en 1953.

Laurel y Hardy siempre tuvieron un lugar especial en el afecto de los comediantes británicos, y no sólo porque Laurel es del pueblo de Ulverston (hogar del encantadoramente idiosincrático Museo Laurel & Hardy). Nació como Arthur Stanley Jefferson pero cambió su nombre porque pensó que uno más corto tendría un lugar más grande en los afiches: eligió su apellido tras ver el dibujo de un general romano, Escipión, usando una rama de laurel. Tras un largo tramo en carreras separadas, hicieron juntos más de cien cortos y largometrajes, muchos de los cuales fueron vistos en emisoras de TV de todo el mundo, sobre todo en los ‘60 y ‘70: los nombres famosos de la comedia que se hicieron ardientes fanáticos a través de esas emisiones se cuentan de a puñados y puñados.

“Cuando en Inglaterra había solo tres canales, Laurel y Hardy y Harold Lloyd eran las únicas cosas que encontrabas a las seis de la tarde”, dice la actriz Minnie Driver. “Era ese limbo entre el final de la tarea escolar y el comienzo de la cena. Al principio los miraba porque era lo único que había. Pero me enamoré de ellos, y con el típico optimismo infantil pensaba que eventualmente las cosas se resolverían bien para Ollie y no le estrellarían una torta en la cara o le pegarían. Como una chica a la que le encantaba bailar, me di cuenta de que eso era lo que hacían Stan y Ollie: un extraño, hermoso ballet de despliegue físico y humor. Aún hoy los miro y me maravillo de la tranquila gracia de Stan y el perfecto timing de Ollie”.

La gracia física era una de las cualidades de una pareja tan diferente en lo físico. La escena de Allá en el Lejano Oeste, con el delgado Laurel y el obeso Hardy ejecutando un estrambótico baile mientras los Avalon Boys cantan “At the Ball, That’s All”, es uno de los grandes momentos vitales de la historia del cine. El comediante Frank Skinner llegó al extremo de decir que sus novias eran “sometidas al test de Laurel y Hardy”, en el que ponía esa secuencia. “Si no se reía ante la imagen de ellos bailando, la eliminaba como futura compañía”, admitió. Peter Sellers, que llevaba donde fuera un poster autografiado de Laurel, modeló sobre Stan el personaje del jardinero Chance de Desde el jardín. A la estrella de Dr. Strangelove le hubiera encantado saber que el sistema británico de radar para detectar un ataque nuclear soviético en los ‘60 llevaba el nombre en código de Laurel y Hardy. Los fanáticos más viejos también recuerdan el momento de 1975 en el que una de las canciones cómicas de Allá en el Lejano Oeste, “The Trail of the Lonesome Pine”, alcanzó el puesto número 2 de los charts británicos, y solo porque en el primer lugar estaba “Bohemian Rhapsody” de Queen.

Pero no solo los ingleses se enamoraron de The Boys, como se los conocía en Hollywood. Bette Midler dijo que cuando se junta con su amigo Billy Crystal “siempre tenemos el debate de quién era mejor, si Laurel o Hardy”. Steve Martin era tan fanático de sus “héroes de la comedia” que consideró hacer una película asumiendo los dos roles. Pero Hamill es difícil de superar en su apasionamiento. Cuando consiguió el rol de Luke Skywalker, iba en sus días libres al set para charlar con Peter Cushing. “Estaba sorprendido de que yo supiera que había aparecido en Dos bobos en Oxford, de 1939”, señaló en una entrevista radial. “‘Pibe, hiciste bien la tarea’, me dijo. Me contó que Stan era muy diferente a su personaje, que entre tomas se ponía a hablar con el director sobre el encuadre y detalles de los gags, mientras Oliver se sentaba a leer el diario o hablaba de golf con el equipo. Laurel era un poco el director de facto, lo buscaban para pedir consejo.”

Había otra conexión en el reparto de George Lucas. Luego de que a Laurel le dieran un Oscar honorario en 1961, cuatro años después de la muerte de Hardy, Alec Guinness le escribió una carta: “Para mí usted es uno de los verdaderos gigantes... una de mis primeras ambiciones fue emularlo”. Hamill señala que uno de los atractivos de Star Wars era estar en varias escenas con los androides R2-D2 y C-3PO. “Yo era el tipo formal para ellos”, recuerda. “Mi impresión es que R2-D2 y C-3PO eran los Laurel y Hardy de la película, el descanso cómico, con uno que tenía un intelecto superior y una personalidad dominante empujando a un amigo inocente”. Hamill también señala que, cuando leyó el guión de El despertar de la fuerza (2015) y vio que R2-D2 permanecía apagado, llamó al director JJ Abrams para quejarse. “Una de mis reservas cuando lo leí es que estaban separando a uno de los grandes dúos cómicos”, memora. “Le dije a JJ ‘Es como si fuera a ver una película de Laurel y Hardy y Stan estuviera en coma’”.

Artoo y su zumbón amigo dorado no son el único “acto doble” inspirado por Laurel y Hardy. Las escenas que involucran a Didi y Gogo en Esperando a Godot, de Samuel Beckett, espejan algunas que Laurel y Hardy crearon en pantalla, lo que no es sorprendente dado que el mismo Beckett dijo que nunca se había perdido sus películas. Sus personajes absurdamente tragicómicos tienen mucho de Stan y Ollie. Cuando Mel Gussow compiló su libro Conversaciones con y sobre Beckett, dijo que el autor irlandés admitió estar “atormentado” por la idea de cómo se hubieran visto interpretando una versión de Godot. Ray Bradbury contó que uno de los momentos más felices de su vida había sido verlos en el escenario, mientras que J. D. Salinger los describió como “dos artistas enviados por el cielo a los hombres”. Kurt Vonnegut, maestro del slapstick escrito, también hizo una referencia celestial: “Ellos fueron dos ángeles de mi tiempo. Solía perder la cabeza riéndome con Laurel y Hardy”.

Entonces, ¿qué es exactamente lo que los hace tan grandiosos? Hubo puntos bajos en una sociedad fílmica que duró de 1927 a 1951, pero en su mejor momento –con obras maestras como los cortos Toad in a Hole, Tit for Tat y Big Business y largometrajes como Allá en el Lejano Oeste e Hijos del desierto– crearon piezas de arte sublimes, eternas. La caja musical, que ganó en 1932 el Oscar al mejor corto de comedia, resume la futilidad de muchas empresas humanas. Es una adaptación moderna de la historia de Sísifo en la que dos hombres incompetentes para la tarea tienen que mover un pesado piano de la base de una empinada colina hasta su cumbre. Cada vez que el piano se desliza y baja rebotando los 147 escalones se desata la risa y el llanto a la vez. ¿Tendrán éxito? Bueno, ¿aparecerá Godot alguna vez?

Eran la pareja perfecta. Ollie, nacido en Georgia, tiene ecos del viejo y desaparecido caballero sureño, jugueteando con su corbata mientras anhela orden y dignidad. Trata, sin esperanza alguna, de controlar al caótico Stan. Mientras Ollie movía su corbata, Stan hacía lo propio con su sombrero y su pelo (el cantante Harry Nilsson solía hacer una imitación que hacía partir de risa a John Lennon). Para ambos, la tranquilidad era algo que siempre los eludía. Hardy tenía un soberbio repertorio de expresiones para el primer plano: sus ojos hablan del estoicismo entre la desesperanza. Llamaba a su mirada a cámara un “lento incendio”, una manera de registrar el disgusto y la frustración por las torpezas de Stan. Ricky Gervais admitió que “todo lo que hice lo robé de ellos”, y agregó que las miradas a cámara de Martin Freeman en The Office tomaban como modelo los exasperados manierismos de Hardy. La habilidad de Oliver no era un accidente: se forjó a base de prestar atención a los seres humanos. De joven había ayudado a su madre soltera a manejar un hotel. “Sé que Laurel y Hardy son los más tontos de todos”, dijo. “Pero me gusta observar a la gente. Adonde sea que viaje en el mundo, aún tengo el hábito de sentarme en el lobby y mirar a la gente que pasa. Y puedo asegurar que veo muchos Laurels y Hardys”.

El dúo se separó solo por sus problemas de salud.

Esa cualidad de hombre común es una de las razones por las cuales su sentido de la comedia es eterno y aún popular, con cientos de grupos de fans llamados “Hijos del desierto”. Laurel y Hardy no descansan en las bromas per se sino en situaciones humanas reconocibles, que nunca cambian. “Laurel y Hardy son eternos”, dijo en 1998 el guionista, comediante y director Stewart Lee. “No importa que sus películas sean viejas. Tratan de las luchas de poder en las relaciones, y todos pueden conectar con eso. Nunca dejarán de ser graciosos porque la gente siempre estará peleando con sus socios, amigos o colegas”. Con quien más riñeron en pantalla fue con el personaje interpretado por James Finlayson, quien aparece en 33 películas. Finlayson era la clase de pedagogo severo que siempre estaba esperando a los pibes. Los perjuicios que le causaban (particularmente en esas películas que terminaban con una destrucción total) provocaban memorables miradas de rabia del duro, calvo y bigotudo actor escocés. El actor Dan Castellaneta dijo que cuando él y los productores de Los Simpsons estaban buscando la mejor manera de expresar la angustia de Homero ante el mundo recordaron cómo Finlayson podía murmurar “D’oh!” cuando estaba frustrado por Laurel y Hardy.

En pantalla, Hardy era como la irresponsable figura paterna para el más inocente Stan. Pero fuera de ella sus personalidades eran bien diferentes, y Laurel era el más serio profesional. Mientras Hardy era feliz dejando atrás el trabajo para ir a apostar o a jugar al golf (era bueno, y ganó varios premios), Laurel era un adicto al trabajo que se quedaba hasta muy tarde refinando guiones y tomas. Ambos tuvieron vidas amorosas caóticas, con siete matrimonios entre los dos. Laurel le dijo a amigos que parte del encanto de sus personajes, que peleaban, lloraban, regañaban y destruían propiedad pública, era que inconscientemente exponían las pretensiones sociales. Quizá es por eso que el surrealista René Magritte dijo que era “un gran admirador” de Laurel y le rindió tributo en su celebrada pintura del hombre con sombrero hongo. A su vez, Laurel tenía interés en el surrealismo. Wrong Again (1929) estaba parcialmente inspirada en las películas de Luis Buñuel y muchos de sus gags visuales combinaban slapstick y surrealismo: ellos comiéndose sus sombreros, prendiendo fósforos con sus propios dedos, con un caballo sentado ante un piano de cola, atacados por un gorila mientras llevan un piano sobre un puente en los Alpes. Son los únicos músicos callejeros tan tontos como para tratar de hacer dinero tocando “In the Good Old Summertime” (“En el viejo y querido verano”) durante una tormenta de nieve. Solo Laurel y Hardy podrían intentar vender árboles de Navidad en agosto.

Eran también cineastas aventurados. En 1927 la idea de la pelea de tortas de crema ya era vieja, con lo que en The Battle of the Century decidieron que, si iban a tener una, tenía que superar a todas sus predecesoras. Compraron 4 mil tortas auténticas y diseñaron una secuencia impactante que incluye una larga toma que luego fue utilizada en Lo que el viento se llevó, cuando Scarlett O’Hara está rodeada de soldados heridos. “Llevó el lanzamiento de pasteles a la apoteosis”, dijo el escritor Henry Miller. “No había más que lanzamiento de tortas, cientos y cientos de ellas”.

En el panteón de comediantes, Laurel y Hardy parecen tener un rango menor que estrellas como Charlie Chaplin y Buster Keaton, y nunca recibieron la atención de los estudiosos que se les dio a ellos o a Harold Lloyd. Laurel trabajó con Chaplin en sus inicios en el circuito inglés del music hall y reconocía su talento superior, aunque creía que era “un hombre profundamente infeliz”. Stewart Lee está entre quienes creen que Laurel y Hardy sobrevivieron mejor que Chaplin, cuyo trabajo “no se traslada al mundo moderno”.

“Chaplin era un genio pero no conseguía una carcajada tan pura como Stan”, dijo el actor Dick Van Dyke. “Con Chaplin siempre podía ver la técnica, con Stan nunca se veía. Nunca. Y para mí eso es la prueba de que era un artesano infinitamente mejor que Chaplin”. En el funeral de Laurel, en 1965, un compungido Keaton dijo: “Chaplin no era el más gracioso. Yo no era el más gracioso. Stan Laurel lo era”. Stan Taffel, actor ganador del Emmy, archivista de cine y preservacionista que apareció en varios documentales sobre la comedia muda, presidente del Cinecon Classic Film Festival en Hollywood, ofrece una explicación de su status comparativamente menor. “Las películas de Laurel y Hardy nunca fueron tratadas con la misma reverencia que las de Chaplin o Keaton en parte porque mucho de su mejor trabajo está en los cortos y, para cuando se unieron, las comedias de dos rollos no tenían el mismo prestigio que los largometrajes”, dice. “Chaplin y Keaton entraron al negocio del largo en 1920, una década antes que Stan y Babe hicieran su primera película, De bote en bote. Para ese momento ya habían hecho cincuenta títulos, virtualmente ignorados por los críticos. Chaplin y Keaton son mejor recordados por sus largos clásicos que por su trabajo anterior de dos rollos, excepto por los fans más acérrimos. El otro factor es que los cortos de Laurel y Hardy han desaparecido de la TV, haciendo más difícil que un nuevo público experimente su estilo de comedia. Los derechos de sus películas pertenecen a diferentes compañías, con diferentes convenios según el territorio, es muy difícil llegar a un acuerdo sobre cómo exhibirlas. Parece que todos esperan tener su parte del negocio... todos, menos los herederos vivientes de Stan Laurel y Oliver Hardy”.

Hubo un momento en que en los Estados Unidos pasaron de moda. Una de las razones por las que fueron a esa gira por Gran Bretaña en 1953-1954 fue que no conseguían trabajo en Los Angeles. Tal como se lamentó Laurel en el momento, “ayer en Hollywood era el anfitrión de todos, hoy soy el invitado de nadie”. Uno de los hombres que más hace por evitar el olvido es Ross Owen, organizador de varias muestras en años recientes. “Laurel y Hardy se mantuvieron juntos en las buenas y en las malas”, dice. “Nada los separó. Estuvieran empapados luego de caer en una piscina o cubiertos de hollín de la cabeza a los pies, siempre se levantaban, se sacudían el polvo y seguían con su día. Fue esa relación especial la que los separó de otros equipos cómicos de la era, y es por eso que son tan amados. Los pibes se veían en ellos. Los padres de los pibes se veían en ellos. Laurel y Hardy les gustaban a todos”. Owen señala que aunque tenían diferencias artísticas, “Hardy reconocía el genio creativo de Stan y siempre confió en su juicio. Tenían un fuerte respeto mutuo y nunca hubo celos entre ellos”.

Aunque Stan & Ollie lidia con uno de sus peores momentos, con ambos sufriendo problemas de salud y exhaustos por el rigor de girar por teatros provinciales, siguieron siendo grandes amigos, hasta que un ataque al corazón terminó con la vida laboral de Hardy. “En sus películas sufrían de un modo muy digno”, dice Lee. “Cuando las cosas caían sobre sus cabezas, no se enojaban. Stan se frotaba la cabeza y esperaba a lo próximo que aterrizara sobre él. Me gusta esa especie de aceptación del destino”. Su muletilla (“Bueno, he aquí otro desastre en el que me metiste”) parece resumir bien a un dúo cuya amistad sobrevivió a las pruebas más severas. Resulta muy adecuado que estos imanes de accidentes, maestros de la incompetencia, se unieran a causa de un percance. Hardy, que amaba la cocina, sufrió quemaduras de tercer grado en un brazo mientras cocinaba una pierna de cordero. Laurel dejó de dirigir y empezó a actuar; Hal Roach tuvo un momento de inspiración, vio lo que podían hacer juntos y, cuando Hardy se recuperó, los convirtió en equipo. “Terminamos juntos por una pierna de cordero”, dijo Laurel. “Todo parece haber sido un accidente”.

Es de esperar que este biopic anime a una nueva generación a descubrir sus películas. “Todo empezó y terminó con Laurel y Hardy”, dice Gervais. “Nadie ha podido mejorarlo”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.