Una experiencia física, imposible de describir de manera suficiente. Los videos que circulan no terminan de señalar la energía puesta en juego durante cada presentación de La Bomba de Tiempo, el fenomenal grupo percusionista que todos los lunes explota en Ciudad Cultural Konex de Buenos Aires. Esta noche, La Bomba se presenta a las 23.59 en Teatro Vorterix (Salta 3519), junto a Rosario Smowing y Patagonia Revelde como invitados. El show, tal la costumbre, promete ser irrepetible.

“La verdad que es un fenómeno muy particular, más allá de la innovación en sí que es La Bomba, con su desarrollo de señas. Pocas veces me ha pasado de compartir grupos en donde no hay lista de temas y no hay una especie de guión, sino simplemente una lista de directores que van trazando el destino de la música. Eso le da al grupo un vértigo que lo convierte en algo muy vivo, estamos muy despiertos todos”, le dice Luciano Larocca a Rosario/12.

Las señas aludidas tienen que ver con la manera gestual, organizada en un repertorio que alcanza las 70 variaciones, desde la cual el director coordina e improvisa la música. El resultado no puede menos que ser efervescente. El público también lo entendió así, al acompañar a La Bomba de Tiempo durante doce años de trayectoria, con un reconocimiento que alcanza colaboraciones con Calle 13, Café Tacuba, Jorge Drexler, Pedro Aznar, Kevin Johansen, Hugo Fattoruso, Julieta Venegas, entre otros. Tras la partida de Santiago Vázquez, fundador y director del proyecto, Luciano Larocca (güira y djembé) supo ser uno de los directores, y reconoce que “el ensamble requiere mucho estudio, los directores tienen que estar muy afilados, porque vos pestañeás y ya se interpreta algo (risas), el que duda pierde”.

--¿Cómo se articula La Bomba con las demás actividades de cada uno?

--El proyecto, que es hermoso, se fue transformando en algo central en la vida de cada uno. Cuando fue armado, ya éramos todos músicos de proyectos con un perfil laboral, todos éramos profesionales, y de alguna manera encontramos la forma de convivir con eso. Por ejemplo, si uno de los músicos se va de gira, tenemos cambios. Los días de concierto, los lunes, fueron la consecuencia de elegir un día de ensayo: el único en el que coincidíamos los 16. Empezamos a hacer ensayos abiertos en Ciudad Cultural Konex, y eso mismo se transformó en lo que es hoy el tradicional lunes de La Bomba. Esto permite que ese día vayamos a tocar como si fuera un picadito con los amigos durante la semana.

--A la manera de un recreo, parece irónico.

--La parte de laburo y de compromiso, que a uno a veces le da más fiaca, nos sucedió en un montón de otros aspectos. Cuando empezamos a tomar decisiones a nivel cooperativo, a participar de decisiones artísticas, fue un ejercicio democrático interno que nos demandó mucha energía y tiempo. Pero hoy está muy aceitado, y tiene un sistema de rotación en los puestos operativos de management, comunicación, exterior, tenemos también una parte de workshops y desarrollo digital. Además de especialistas, cada área cuenta con una persona del grupo, es decir, hay un ala artística en cada una de esas partes. Eso nos llevó bastante tiempo, y ahí sí tuvimos que poner el cuerpo más allá del deseo de cada uno. Cuando Santiago Vázquez, luego de 8 años, nos planteó el deseo de armar otro proyecto porque veía que La Bomba ya estaba consolidado, hizo que nos preguntáramos qué hacer. Nadie quería centralizar todo esto, era un compromiso que nadie quería asumir, así que encontramos esta manera, más orgánica, pero a la vez –como en Ensayo de orquesta, de Fellini- nos empezaron a pasar un montón de cosas que no teníamos calculadas. Ahí es donde se despertó ese otro lugar que es complemento del músico, el de la producción, al entender que los tiempos de la música son diferentes de los tiempos de la producción. Eso nos hizo muy fuertes como grupo.

--La complicidad que lograron con el público es notoria.

--Se trata de un proceso muy largo. Durante los ensayos abiertos, en un momento invitamos a todos a pararse, a disfrutar con el cuerpo, a hacer una pieza de improvisación. No había paso de baile que seguir, y eso mismo obligaba un poco a que la gente se manifestara libremente. Hoy eso en Konex ya es así, pero nadie lo provocó. Nosotros no pusimos personas a bailar en parlantes, no hubo pasito, y ninguno de nosotros es un gran bailarín. Eso hizo que el público se apoderara del lugar. Creo también que al no haber un cantante con una melodía estricta, permitió que el lugar se transformara en dos cosas a la vez: por un lado, una banda; por el otro, un evento. La gente no dice “voy a ver a La Bomba”, sino “voy a La Bomba”. Esa ambivalencia entre la banda y el evento es completamente novedosa.

--Hay también algo tribal, que es inherente a cualquiera.

--No nos olvidemos que se trata de un grupo de percusión. Para mí hay tres cuestiones fundamentales: el ritmo, el movimiento y la voz. En La Bomba suceden esas tres cosas, para mí es la mesa que nunca se va a caer.