A Graciana Peñafort,
con respeto y admiración.

Ya es común, incluso frecuente, que much@s simpatizantes de las causas populares, y también quienes son o se consideran militantes de agrupaciones o colectivos políticos, pregunten qué habrá que hacer y cómo proceder cuando se recuperen los rumbos perdidos. O sea cuando se ganen las elecciones.

Hay al respecto una genuina y entendible red de interrogantes, que no siempre las dirigencias responden con precisión. Porque no saben o lo están pensando con sus asesores, o porque lo saben pero piensan que anunciar es prematuro, o porque temen jugarse. Hay de todo, y si bien todavía la campaña electoral puede parecer lejana, por eso mismo es tiempo de alistamientos, propios y ajenos. Y también de mucho diálogo y semblanteo, sobre todo porque la principal líder política de la Argentina mantiene un silencioso y lógico abroquelamiento frente al desmesurado acoso mediático y sobre todo judicial.

Pero en los territorios concretos donde está la militancia y desde luego también en los mentideros que son parte de las urdimbres políticas –en democracia el reunionismo es natural y previo a la oficialización de candidaturas– es lógico que discursos y textos, y también ansiedades, audacias y retrancas, trajinen más nombres que ideas.

Pero eso, que es obvio en procesos “normales”, en el presente argentino resulta especialmente confuso porque está condicionado por el fuerte discurso de la “antipolítica” inducido en el electorado. El intenso y perverso activismo de trolls tiene por misión enturbiarlo todo, mientras la prensa y la telebasura mienten las 24 horas inventando seudo “noticias” para tapar la realidad, con el único propósito de atontar a la ciudadanía y así resguardar al tipo que ha convertido a la Argentina en lo que hoy ya es: un virreinato.

Quizás tenga sentido, entonces, proponer un ejercicio que si bien puede parecer de fantasía, no necesariamente lo es: ¿qué deberá hacer el próximo gobierno nacional y popular?

Tal ejercicio, es claro, abre un montón de interrogantes elementales: ¿qué primeras medidas debería tomar el próximo gobierno democrático, dado el desastroso estado del país que nos dejarán el macrismo, Cambiemos, el empresariado transnacional y el radicalismo genuflexo que se arrodilló y se deja escupir el lomo? ¿Qué decisiones serán más urgentes? ¿Cómo restañar tanto daño? ¿Qué precauciones planificar ahora, qué zancadillas y trampas esperan, qué torpezas propias evitar? ¿Qué errores no deben volver a cometerse? ¿Cómo frenar las internas que siempre, siempre, lastiman tanto? ¿Cómo contener las presiones y jugarretas de propios y ajenos, y las deslealtades que siempre surgen y serán, obviamente, feroces?

Muchos dirigentes respetables y mentes lúcidas de la Argentina acompañan ya las precandidaturas conocidas: Agustín Rossi, Felipe Solá, probablemente Alberto Rodríguez Saa y acaso alguien más. Todas provisorias, de hecho, hasta la definición de CFK, que bueno será que se produzca más temprano que tarde, si bien nadie lo dice.

En todos los casos, lo que hoy parece primar son los sueños, esperanzas y reclamos que saludablemente obligan a pensar respuestas posibles, ideales o pragmáticas, y eso es bueno para este tiempo, y es necesario. En ese contexto esta columna propone de cara a los comicios de octubre-noviembre de 2019 el siguiente manojo de ideas:

1) Hay que ganar esas elecciones, y para ello es necesaria una Confluencia o Frente único y masivo, capaz de derrotar las políticas de entrega y destrucción.

2) Dicha Confluencia, como propone El Manifiesto Argentino desde hace dos años, debe construirse en base a claros y explícitos acuerdos –firmados por todos los partidos y dirigentes– para definir el repudio de la deuda que no contrajo el pueblo argentino y el retiro del FMI y otros organismos extranjeros. Y compromiso que debe incluir la eliminación por decreto de todos los decretos ilegales del macrismo, así como la reindustralización con reforma agraria; terminación de todo monopolio comunicacional restableciendo la ley de medios como instrumento democratizador; eliminación definitiva de la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz; reafirmación de la educación pública y gratuita; ídem de la salud y la previsión social; no extranjerización del territorio nacional y reconocimiento territorial a todos los pueblos originarios que habitan nuestro país, y retiro inmediato y sin condiciones de todas las presencias militares extranjeras que estos traidores han permitido.

3) Esa Confluencia o Frente debe definirse muy claramente contra toda forma de corrupción, y comprometerse a que el nuevo gobierno implementará fuertes políticas de transparencia y control anticorrupción, con penas severísimas. Y sería ejemplar dar a conocer los nombres de por lo menos 50 personalidades como custodios y garantes de esto.

4) Debería acordarse también –y proponerlo a la Nación antes de la primera vuelta– los nombres del futuro gabinete, de modo que el pueblo sepa quiénes serán los encargados del nuevo gobierno, tanto en política interna como exterior, y en Educación, Salud, Anses, Producción, Industria, Cultura, Ciencia y Tecnología, Agricultura y Transportes, por lo menos. Y también del INTA, INTI, Conicet, Senasa, Indec y Aduanas, por lo menos, así como de una AFIP reformulada para que paguen más impuestos quienes más tienen y ganan.

5) Este Frente debería comprometerse a reorganizar y relanzar la Junta Nacional de Granos y la Junta Nacional de Carnes, más un organismo centralizador del comercio exterior como fue el IAPI, así como también a la creación de una Flota Fluvial y de Ultramar para tener control sobre ríos, mares y el comercio exterior.

6) Y por supuesto, habrá que convocar a que por votación popular la ciudadanía se constituya en Poder Constituyente, para discutir una nueva Constitución Nacional que en tanto contrato o pacto social del pueblo sea aprobada por votación popular, y entre cuyas disposiciones deben estar –entre otras– el paso de la actual democracia representativa a una participativa, el territorio nacional intransferible e innegociable, igual que la educación, la salud y la previsión social, y la Corte Suprema de elección popular con mandato de 10 años no renovables.

Es claro, clarísimo, que no va a ser fácil. Pero las dificultades se vencen, siempre, a partir de la decisión de vencerlas.