El inspector Angelo Caronia es “culto, agudo, intuitivo, seguro y rápido para relacionar”, como lo define su jefe político a los cinco minutos del primer episodio. Es –se agrega aquí– apuesto y seductor, certero con la pistola, teatral, buen dibujante, ávido lector y encima, muy joven. Siempre parece el más joven de la comisaría, pero pese a su juventud, ha escalado alto, fuerte y rápido en la Policía de Roma, al punto que ya es vicecomisario. Pero tiene un problema: es adicto a dinamitar cualquier diálogo con expresiones nunca diplomáticas y con una versión siciliana de la honestidad brutal. Angelo Caronia es el personaje central de El secreto del agua, la miniserie policial italiana que estrenará desde hoy a las 22 la señal Europa Europa, y que continuará cada miércoles hasta emitir los seis episodios, todos de casi dos horas de duración, que conforman la historia. La antipatía militante de Caronia implica un problema a la hora de relacionarse con otros hombres (con las mujeres le va bastante bien, hay que decirlo). Así es que de adolescente rompió con su padre y con sus negocios criminales para hacerse policía. Y así es que una pelea con puteadas, empellones, manotazos y un “agárrenme que lo mato” con tres de sus superiores en el inicio de la serie es el disparador para que el héroe sea expulsado de la metrópoli y termine al frente de una comisaría pequeña, de barrio, de provincias, de Palermo.

Es cuando El secreto del agua parece seguir la estela de éxito televisivo que fue dejando atrás el siciliano El comisario Montalbano, que tras tener su propia precuela, abrió mercados internacionales para otros detectives italianos, todos de personalidades fuertes y todos desterrados, por algún motivo u otro, a las comisarías de pequeñas comunidades de la periferia italiana. Así es que este año debutaron en las pantallas argentinas El comisario Maltese (que transcurre durante un viaje de Roma a Trapani), luego el gran Rocco Schiavone (expulsado, en su caso, a la septentrional Aosta), y ahora se abre la puerta al vicecomisario Angelo Caronia y su desembarco (punitivo) en Palermo.

Para Caronia, este castigo es, en realidad, una vuelta al origen. Palermo es la ciudad en la que creció, en la que tomó distancia de su padre mafioso tras abortar su propia carrera como joven criminal, y a la que ahora llega como jefe policial. “Palermo para mí no representa a una ciudad, sino a mi padre”, lo explica clarito al iniciar su retorno. Pero el eje familiar y mafioso no es el único foco del El secreto del agua, ya que la investigación que lo espera en Palermo involucrará cuestiones políticas, como los intereses que se esconden tras el misterioso desabastecimiento de agua corriente en algunas zonas, o como la explotación a trabajadores africanos llegados a Italia desde el mar y sin documentos. Por lo que la naturaleza de las pesquisas de Angelo Caronia acaso no remita tan claramente a los otros inspectores italianos de la TV, más enfrascados en la lucha callejera contra organizaciones mafiosas más tradicionales y acaso más esperables en una escenografía siciliana. En todo caso, El secreto del agua parece estar más cerca de otro policía del Mediterráneo, un clásico de la literatura criminal actual, el griego Kostas Jaritos, personaje insignia de las novelas de Petros Márkaris: es que las calles de Palermo que transita Caronia son turbulentas, empobrecidas, llenas de manifestaciones, vecinos furiosos, inmigrantes sometidos y conflictos sociales en ebullición, o sea que recuerdan más a los socialmente agitados escenarios griegos en los que se mueve Jaritos que a los ámbitos de la Italia más reluciente, próspera y “europea” que puede percibirse, por caso, en Rocco Schiavone.

La vuelta del héroe a enfrentarse con su pasado, con su ciudad y con su padre estructura El secreto del agua y descansa sobre la firmeza de su protagonista, el actor Riccardo Scamarcio, a quien han llamado “el Alain Delon italiano”, cuyos ojos tan claros e inmensos, como las aguas del Mar Tirreno, la cámara busca siempre. Y cuya evidente facha forma parte del atractivo del vicecomisario Caronia: no sólo conquista bien rápido a su flamante compañera de armas, sino que consigue –también bien rápido– un apodo propinado por uno de los policías con los que rivaliza, quien le llama, con un tono irónico y admirativo, inequívocamente masculino y paradójicamente despectivo, “Brad Pitt”.