La ministra de Seguridad Patricia Bullrich “sugirió” (la palabra suena impropia considerando sus modos autoritarios) a los porteños alejarse de su ciudad mientras dure el encuentro del G-20. “Mejor desde el jueves”, abundó, porque las medidas de seguridad serán muy “fuertes”, palabra que en su dialecto equivalen a brutales. Ilegales, si llega el caso. Activadoras de balaceras, en el borde.

Tal vez se le haga difícil a quienes viven al día, no llegan a fin de mes. Necesitan mantener abiertos sus comercios o no perder el plus por presentismo, cobrar el jornal, los manguitos que le dejan las changas y cien etcéteras.

Bullrich evitó sugerencias acerca de adónde podrían irse los vecinos de la Ciudad Autónoma. Escatimamos asociaciones de ideas que contengan vocablos ajenos al estilo periodístico.

El afán de la funcionaria, del Gobierno todo, es mostrar a los invitados una ciudad desierta, vallada, silenciosa, inerte. La paz de los cementerios, por así decir. El anacrónico símil del éxodo jujeño es funcional a ese deseo. Infundir miedo para tranquilizar a las delegaciones extranjeras, he ahí el objetivo principal. Se completa con una ofensiva contra enemigos internos cuya invención es una especialidad de la funcionaria.

Un año atrás la Revuelta Ancestral Mapuche (RAM) era la enemiga pública número uno, armada hasta los dientes, con capacidad para balcanizar a la Argentina. Ahora se la resucita, se asocian atentados dispersos (uno de ellos extrañísimo supuestamente dirigido al juez federal Claudio Bonadio). Se criminaliza y se arresta en un operativo irrespetuoso, sobredimensionado y televisado en vivo a ciudadanos de la comunidad sirio libanesa. 

Los cargos: visitar los países de sus ancestros, como hacen miles de argentinos. Tener armas autorizadas pese a que Bullrich enalteció dicha costumbre como un derecho valioso, apenas ayer. 

Las acusaciones se dan por acreditadas sin ejercicio del derecho de defensa. Se desconocen pruebas serias. Se discrimina y estigmatiza. Muy al estilo norteamericano sobreviniente al atentado contra las Torres Gemelas. Muy chocante a la tradición y al derecho argentinos.

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El origen es una denuncia anónima (un clásico del accionar de los servicios de Inteligencia) dirigida a la DAIA, que ésta llevó a las autoridades. El producido, en el estadio actual, conspira contra una de las mayores virtudes de la cultura argentina: la convivencia de colectividades que están en conflicto en otras latitudes. Ni siquiera los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA pudieron dañar ese estilo de vida, que se corporiza en barrios donde se comparte la vida cotidiana, en amistades, en naturalización de los lazos.

Un logro construido en décadas lo que no lo convierte en inmortal.  Bullrich comete un ejercicio de barbarie solo para espantar manifestantes o pre constituir coartadas para represiones brutales.

El encuentro del G-20 durará unos pocos días, tal vez se proyecten durante mucho más tiempo las consecuencias de la irresponsabilidad de la ministra, una favorita del presidente Mauricio Macri.

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Para aliviar, una noticia deportiva. La aparición de Bullrich le valió la medalla de plata de la semana en la disciplina Macrismo explícito. Se la birló al ministro de Hacienda Nicolás Dujovne cuya frase “nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el Gobierno” estaba a punto de granjearle el oro y la plata, por primera vez desde diciembre de 2015.

Ojalá que las compadradas de Bullrich queden solo en eso, aunque ya fomentó varias ilicitudes y sembró odios… su sello de fábrica.