Permítame compañeuro deudólar comenzar esta nota evocando un chiste gráfico del querido y recordado Roberto Fontanarrosa, en la semana del que sería su cumpleaños (26 de noviembre), y como manera de reflexionar acerca de cómo el humor, a veces, dice lo que nadie, ni los humoristas, nos atrevemos a decir abiertamente.

El chiste era uno de esos cuadritos que publicó desde 1972, y durante más de 30 años, en la contratapa de un diario, hoy devenido multimedios argentino. Debe haber sido publicado entre 1979 y 1981, o sea en tiempos nefastos. No, no estaba el Sumo Maurífice, gobernaba gente con sus mismas ideas económicas  y que hacía realidad, sus, tal vez, fantasías de poder absoluto y conspiración permanente.

Estos son tiempos muy difíciles, Aquellos, eran imposibles.

En el chiste en cuestión un psiquiatra, con el diario en la mano. Reflexionaba: “Leyendo las últimas noticias, me parece que debo cambiarles el diagnóstico a los pacientes a los que caratulé  ‘paranoicos’.”

Así de simple. Así de jugado.

La paranoia, el delirio persecutorio, no era delirio entre el 76 y el 83, meses más, meses menos.

Gracias por el permiso, compañera deudora. Volvamos a la actualidad. En el camino, recordemos que en la década de los 90, otro monarca fallido instauró la doctrina de “la casualidad permanente”, mientras indultaba represores, convertía el peso en deuda (esa fue la verdadera convertibilidad) y al trabajo, la industria y la producción en “la nada misma”.

Algo así como una precuela (detesto esa palabra, pero es clara) del “crecimiento invisible” actual, que ya se ha vuelto tan “invisible” y tan poco “Crecimiento” que hasta Madame Lagardel se está quejando en francés.

¡Y en eso llegó el G-20! Y se acabó la diversión… o comenzó otra.

Que los más grandes acreedores del mundo se vengan a nuestro país, podría ser una gran oportunidad para resolver de una vez y para siempre nuestros problemas económicos, mangueándolos como solamente los argentinos sabemos. O llenándolos de mate, tango, choripán y psicoanálisis para que tengan. O cobrándoles el hotel más o menos con el mismo criterio que aplican ellos cuando quieren cobrar nuestros bonos vetustos… mil veces más de lo que realmente valen.

Pero el Sumo Maurífice y su Gobiernífice jamás harían tal cosa. Muchos de los que vienen son sus amigos, y si algo hemos de reconocerle a esta gestión, es que a sus amigos  los ayudan.

Quizás solamente a sus amigos. Pero a ellos, les dan de todo. Desde un consejo (de la Magistratura), un mate, una autopista, dólares más baratos, lo que pidan. A los amigos no les niegan nada.

En eso se equivocó el pueblo. En vez de votar a sus propios amigos, votó a los amigos de los acreedores.

Y bueh… cuentas claras conservan la dependencia.

Y se ve que los amigos querían algo de turismo aventura. Pero acá no hay safaris, ni nieve ni selva. Bueno, haber hay, pero lejos.

Entonces la idea es generarles un ambiente en el que se sientan héroes.

Para eso hay que crearles una buena película de guerra y conspiración. 

¿Se acuerdan de “Wag the dog” (AKA “Mentiras que matan”), esa peli con Robert de Niro y Dustin Hoffman, en la que creaban una falsa guerra para que nadie hable de las acusaciones que involucraban al presidente antes de las elecciones?

Bueno, algo así.

  • Por ejemplo, un muchacho de origen árabe vive en Flores tiene una boina roja. Y además, un primo pidió helado, y en la heladera hay un pollo congelado. Y tiene parientes en Líbano. ¿Hace falta alguna otra prueba para acusarlo de anarquista, masoquista o latifundista? No.
  • Una chica canta en inglés, para disimular su odio al imperialismo burgués y su tía protesta amargamente porque los gritos del perro del vecino no la dejan dormir la siesta. Claro caso  de extremismo cartesiano.
  • Un joven le pone “like” a la foto de su vecina de enfrente que lo tiene loco de amor, entonces ella le propone tomar un café, pero cuando llegan al bar de la esquina se deciden por una gaseosa “cero”. Es muy claro que el “like” era una contraseña, y todo fue una maniobra para ocultar sus intenciones nihilistas: la gaseosa “cero” es la prueba irrefutable.
  • Aumenta la cantidad de pedidos de shawarmas, tabule, boios, falafel y Keppe; ya no hay dudas, una verdadero ejército nos ha invadido, y para peor, están sedientos, o al menos hambrientos, de venganza.
  • Aumentan los pedidos de pizza, empanadas, sushi y helados de dulce de leche: otra rama de la misma agrupación, pero que se dedica a la distracción para ocultar a la primera. Podría haber un tercer grupo, quizás vegano o filatelista.
  • Una joven es avistada luciendo un pañuelo fucsia. Como ese color no se identifica con ninguna agrupación ni idea conocida, eso quiere decir que es parte de una desconocida, secreta y sin duda malintencionada secta de izquierda.
  • Un adolescente dice “No estaría ocurriendo”. Ese mal uso de nuestro idioma lo revela como un extranjero que entró en secreto a nuestro país vaya a saber para qué.
  • Una chica le dice un piropo a un muchacho. Es sin duda una maniobra distractiva para que nadie vea a sus cómplices intentando instaurar el comunismo feminista de mercado.

No dude, Deudólar, que la Patricia es el Otro va a defender a los acreedores de posibles conspiraciones quizás originadas en su propia neurona tal vez un tanto sobrexpuesta al tanino.

Así como el Sumo Maurífice, nuestro primer Descansador, nos advirtió hace un tiempo que “si él se pone loco nos puede hacer mucho daño a nosotros”, y todavía ningún juez tomó en serio la autodenuncia (los cuadernos no dejan tiempo para otras cosas),  Patrix Recargada nos amenazó a los porteños con que mejor nos vamos de nuestra ciudad, porque si no… si no… ¡Ay deudor, mejor no pongo nada de lo que nos podría hacer, porque después no duermo ni con un discurso de LIlitazepam!

La seguimos, y que no nos siga.

@humoristarudy