"Vamos a tener el G-20, así que imagínese que lo de Boca y River parece algo bastante menor", dijo con desparpajo la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich a principios de noviembre, cuando se había definido que la final de la Copa Libertadores la iban a protagonizar los dos principales clubes de fútbol argentino. Bullrich, como sucede a menudo, se equivocó. 

La frase de la ministra fueron a modo de garantía de lo que un día antes había dicho el presidente Mauricio Macri cuando afirmó, muy suelto de cuerpo y a través de su cuenta de Twitter que, fruto del supuesto cambio que vive el país y la consiguiente madurez era posible realizar los partidos de la final de la copa de Libertadores con la presencia de hinchas visitantes.

Es más, en ese mismo escrito dijo que había ordenado a la ministra de Seguridad que se encargue, junto al Gobierno de la Ciudad, de garantizar el éxito de la "final histórica". 

Twitter

 

En ese momento, la ministra Bullrich no se amilanó y tomó la posta. Aseguró con desparpajo que "estamos en condiciones de hacernos cargo de la seguridad del partido, si los clubes no quieren por cuestión de plata o entradas es cosa de ellos". 

Como si tratara de vencer en un campeonato de escupir contra el viento, la ministra no dudó y agregó que "vamos a tener el G-20, así que imagínese que lo de Boca y River parece algo bastante menor al lado de tener 20 presidentes 8 organismos internacionales y todo lo que eso implica en seguridad". Pues bien y a pesar de su jactancia no logró el cometido ante el desmadre que se produjo poco antes de que se inicie el partido.