Pedradas de hinchas a un micro con futbolistas y dirigentes. Represión policial. Deportistas intoxicados con gas lacrimógeno y heridos con vidrios estallados. El partido se pospone una hora. Dos jugadores trasladados a una clínica. Decenas de simpatizantes detenidos. Nueva postergación del partido. Incertidumbre en los vestuarios, reuniones en los despachos. Corridas, represión y más detenciones afuera del Estadio. Esta fue la antesala de una decisión que se caía de madura: la superfinal entre Boca y River por la Copa Libertadores fue suspendida hasta mañana a las 17.

La decisión fue anunciada por el presidente del organismo rector del fútbol sudamericano, Alejandro Domínguez, quien le echó la culpa de todo a unos "pocos inadaptados que no entienden que el fútbol es diversión y paz". El dirigente dijo que hay un pacto de caballeros entre los clubes, que se desnaturalizó el juego y el otro no quisiera ganar en estas condiciones, el partido pasa para mañana a las 17:00".

Una vez llegada la hora de la explicaciones, Domínguez dijo que hubo "un pedido de ambos clubes" para no disputar el encuentro esta tarde, ya que "ninguno de los equipos estaba en condiciones de jugar". "Hay tres médicos de Conmebol que hacen una evaluación cada 35 minutos. Hubo rasguños, gas y jugadores con lesiones", detalló.

Luego, consultado sobre por qué el encuentro no fue suspendido apenas ocurrieron los incidentes, justificó que no se pudo "tomar una determinación inmediata, porque hay un protocolo, un procedimiento que cumplir". Inicialmente, el partido debió comenzar a las 17 pero, tras los incidentes, la Conmebol lo pospuso para las 18 y luego volvió a postergarlo hasta las 19.15.

Desde que terminaron los piedrazos contra el micro de Boca hasta que cuatro horas después la máxima autoridad del fútbol continental tomó la decisión de no jugar, el presidente xeneize Daniel Angelici y otras autoridades de ese club presionaron para que el encuentro no se disputara.

Mientras tanto, en las calles de Núñez, hinchas de River produjeron nuevos incidentes. Cerca de las 19.15, el segundo horario pautado por Conmebol para el inicio del partido, un centenar de personas -aparentemente sin entradas- se enfrentó con la Prefectura Nacional en la esquina de Avenida Libertador y Udaondo. La seguridad los dispersó en medio de una batalla que incluyó piedras y botellas por un lado y balas de goma y gases por parte de la seguridad.

Luego de varios minutos de tensión, la Prefectura junto con oficiales de la Policía de la Ciudad dispersaron a algunos hinchas, aunque luego siguieron algunos incidentes.

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El botón de muestra de la demanda de Boca para suspender el partido fue la lesión que el capitán Pablo Pérez, quien junto con el juvenil Gonzalo Lamardo fue trasladado a una clínica privada, ambos con heridas en los ojos. Dijeron que les habían entrado astillas de vidrio en las córneas. El cuerpo médico de la Conmebol los revisó, les diagnosticó meras lesiones superficiales y recetó no suspender el histórico superclásico.

El equipo azul y oro estaba convulsionado. Faltaban apenas 40 minutos para que se jugase el encuentro y varios de ellos estaban hablando con periodistas en los pasillos del  Monumental. De concentración y calentamiento precompetitivo, ni hablar. 

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Las tribunas del estadio de River estaban a pleno, con más de 60 mil hinchas alentando a su equipo que en ningún momento hizo una aparición pública. Finalmente, el equipo dirigido por Guillermo Barros Schelotto salió del estadio alrededor de las 21 y en otro micro, porque en el que había viajado llegó destruido y, por ello, fue secuestrado por la Justicia para iniciar las investigaciones del caso.

El enojo del plantel de xeneize se hizo oír. Los delanteros Carlos Tevez y Darío Benedetto pidieron irónicamente que le "den" la Copa Libertadores a River, porque "tiene tanto peso en la Conmebol que nunca pasa nada". "River hizo siempre lo que quiso en el resto de la Copa, que le den la Libertadores y listo", afirmó Tevez muy enojado, a la salida del vestuario visitante.

"Si hubiera sido Boca, ya estaríamos afuera. ¿En la Bombonera no fue así? -se preguntó Tévez-. Eliminaron a Boca, ahora estamos pensando en jugar cuando se le ocurra a Conmebol." Su compañero Benedetto habló en la misma sintonía: "Que le den la Copa a River, que tiene tanto peso en la Conmebol y no pasa nada", dijo.

La delegación del club xeneize había emprendido viaje a las 14 desde el Hotel Madero y, a su llegada a la zona de la cancha de River para disputar la segunda final de la Copa Libertadores, recibió piedrazos de los hinchas y gases de las fuerzas de seguridad que comanda el ministro de Seguridad porteño, Martín Ocampo, sobre quien ahora se posan todas las miradas. 

El 5 de noviembre pasado, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, había dicho ante la confirmación de que River y Boca disputarían los dos partidos de la final de la copa Libertadores que "si tenemos un G-20 ¿No vamos a dominar un River - Boca?". Pues bien, no lograron dominarlo.