Hay libros que sintetizan un cambio de etapa. Historias cortas, de Luciano Saracino y Carlos Gómez, publicado por Eduvim (de la Universidad Nacional de Villa María), es uno de esos. Los autores concibieron el material para Historietas Nacionales, suplemento que Télam publicó durante más de dos años y que se distribuía a pequeños periódicos del país, que no podían solventar historietas o tiras  en sus páginas, y mucho menos un suplemento. El proyecto devolvía a los medios impresos del país a la tradición gráfica argentina con autores de primera línea. Eso duró hasta poco después de la llegada del macrismo a la presidencia y de la devastación producida por el desertificador Hernán Lombardi.

El caso de Historias... es perfecto para mostrar el corte que significó el comienzo del desguace de la agencia de noticias. El guionista Saracino participaba en el suplemento en dupla con Quique Alcatena. Su tandem con Gómez –reconocido internacionalmente por su trabajo en Dago junto a Robin Wood– se concretó con el proyecto ya asentado. Sus primeros relatos juntos recorrían algunos pasajes duros de la historia argentina, como la noche de los bastones largos o la búsqueda de los desaparecidos por el equipo de arqueología forense.

Hasta el cambio de administración en Télam.

Cuentan los autores que, ya que los contratos impedían despedirlos inmediatamente, con los nuevos directores empezaron las instrucciones para “lavar” el suplemento. Por ejemplo, se les ordenó hacer historietas sobre “la playa” o “el humor”. Y lo que queda asentado en Historias cortas es que si un mandamás quiere imponer idioteces a sus artistas, más le vale ser más específico. Saracino y Gómez subvirtieron cada una de esas indicaciones para mantener el espíritu de sus primeros relatos. Así, la playa se convierte en una crítica a la Conquista de América. Y el humor, una respuesta a la guerra y la fumigación de los campos con glifosato.

En este último punto, además, hay que sacarse el sombrero con Gómez, que pega un viraje inusitado de su dibujo realista, más académico y tradicional hacia una propuesta caricaturesca muchísimo menos vista por sus lectores, pero con la que se revela como un dibujante completo.

Que todo esto surja de una editorial universitaria, uno de los sectores más golpeados por el ajuste del macrismo, es también un acto de justicia y de resistencia. Por eso también la edición de Eduvim es sumamente valiosa. Por supuesto, rescata una historieta de ese momento de transición en Télam, que permitirá a los investigadores del futuro bucear en el caso (la agencia dio de baja el material en su web, luego recuperado por el portal Recursos Culturales). Una historieta que, por las características que se mencionaban antes, difícilmente tomaría una editorial comercial. Además, porque esta edición incluye una entrevista a los autores y material audiovisual adicional (al que se accede con el celular por un código QR incluido en la contratapa del libro). Hay una dedicación encomiable y amorosa en su producción. De yapa, el libro también incorpora las primeras páginas del inconcluso Kuntur, otro proyecto en el que la dupla ya estaba trabajando cuando les llegó el hachazo final. El plumín, sin embargo, puede ser tan fuerte como la espada.