Desde Madrid

Amanecía en Madrid, y en la Plaza de Isabel II, junto al metro Opera un grupo de hinchas de River extendía los festejos con los últimos restos de energía. Serían los rezagados de los cientos de millonarios que se reunieron en la Puerta de Sol para celebrar que el club de Nuñez venció  a Boca en la final de la Copa Libertadores. Este Superclásico trasladado al Santiago Bernabéu, en el que el fútbol deberá disputarle a la polémica el protagonismo en las páginas de la historia del deporte emblema de nuestro país.

En España se dieron un respiro. Las secciones deportivas de los periódicos ya no ocupaban sus portadas con titulares sobre los “ultras” y los temores a que los barras impusieran su ley en la capital española. Regresaba la normalidad. Las preocupaciones por el presente de Isco en el Real Madrid, y las razones del crack francés Dembélé para llegar tarde a los entrenamientos del Barcelona. El club de la estrella argentina, Lionel Messi, que ayer ocupó un palco para ver coronarse al club de Nuñez. 

Pero eso no es lo que sucede con River y Boca. La urgencia de la noticia obliga a preguntarse por la continuidad de Marcelo Gallardo, y por saber cómo encarará el club xeneize una nueva etapa, esa que ya era un secreto a voces en la antesala al Superclásico. Por el momento, las señales llegan por el lado de Núñez.

“Ayer a la noche nos miramos con Marcelo y nos dijimos que tenemos muchas cosas por hacer”, dijo Rodolfo D’Onofrio con la voz ronca en un diálogo con Luis Novaresio en la mañana de Argentina. “Gallardo va a continuar con su trabajo”, afirmó concluyente para despejar las dudas. 

El Muñeco, que ayer fue el principal ovacionado por la tribuna rojo y blanca del Bernabéu, no podrá darse un descanso demasiado prolongado. Su condición de campeón recurrente, ya lo obliga a pensar en la semifinal del Mundial de Clubes. El 18 de diciembre en la noche de Abu Dabi, River se enfrentará al vencedor del partido que disputen el Espérance Sportive de Túnez y el que gane el enfrentamiento entre el Al-Ain de los Emiratos Unidos y el Team Wellington de Nueva Zelanda. 

En la llave opuesta espera el Chivas de México, que enfrentará al club nipón Kashima Antlers. El mejor se cruzará con el Real Madrid, el defensor del título del Mundial de Clubes. Si el Merengue alcanza nuevamente la final, y el Millonario hace lo propio con el envión del triunfo en el Bernabéu, se medirán por primera vez de manera oficial. La estadística cuenta que jugaron nueve amistosos. River venció en dos oportunidades, la última en 1961. El club blanco salió victorioso en cinco. Las dos restantes terminaron en empate.

Demasiado ruido para el silencio que se impuso Boca en su regreso al país. El plantel xeneize aterrizó en Barajas por la tarde de ayer sin hacer declaraciones. Oficialmente, el club se tomará tres días para decidir el futuro de Guillermo B. Schelotto. El Mellizo deberá buscar nuevos horizontes. Su continuidad no estaba asegurada ni con un triunfo en el Bernabéu.

De vuelta en Madrid, los hinchas que aún no regresaron a Argentina se encontraron con una sorpresa en la Plaza Mayor. A metros del Mercado de San Miguel, Matías Biscay, el ayudante de Gallardo, junto a Hernán Buján y otros miembros del cuerpo técnico se permitían un paseo gastronómico después de la presión y la euforia de la noche anterior. Un paisaje que se irá diluyendo con el paso de las horas, en un resultado que encontró divididos a los locales por ceder la ciudad para el Superclásico. Muchos madridistas que aprovecharon su condición de socios para conseguir un sitio en las gradas del Bernabéu, se quejaban por la intensidad de la hinchada argentina, o por el festejo “deslucido” que montó la Conmebol para los festejos. Otros, en la postura opuesta, se sumaron a los festejos en la Puerta del Sol. Frente al oso y el madroño, la estatua de bronce de cuatro metros de la plaza copada por hinchas de River que agitaban banderas y paraguas, un fanático del club blanco no salía de su asombro: “Llevo seis años yendo al estadio Santiago Bernabéu, y jamás, jamás, he visto esta afición”. 

Así concluían los festejos del River campeón de la Copa Libertadores. Entre millonarios, y madridistas. Quizás unidos por el espíritu de Di Stefano, el ídolo histórico que según los merengues inclinó la cancha del Bernabéu para que los once de Gallardo alzaran la copa. El mismo espíritu de Di Stefano que en Abu Dabi podría encontrarse ante la disyuntiva de elegir entre sus dos amores.