El proceso de restauración conservadora en Ecuador ha tenido particularidades que lo diferencian de las elecciones argentinas y del golpe en Brasil. Porque en Ecuador se ha dado por un mecanismo perverso de reversión de un gobierno elegido para dar continuidad al gobierno de Rafael Correa.

Lenin Moreno, vicepresidente en el primer mandato de Correa, escogido para ser candidato a sucederlo en consulta interna de Alianza Pais, no bien asumió, empezó no solamente a distanciarse de las políticas del gobierno de Correa, sino a asumir posturas de la oposición y a atacar a ese gobierno. Dos temas han diferenciado, desde el comienzo, el gobierno de Moreno del de Correa. Por una parte, Moreno se sumó a las acusaciones en contra del vicepresidente, Jorge Glass, adhiriendo a las acusaciones de la oposición sobre supuesta corrupción en el gobierno de Correa. Las acusaciones han llevado a la condena de Glass, a su destitución de la vicepresidencia y su prisión.

Pero, para completar la reconversión hacia la derecha, el gobierno de Moreno pasó a entonar el otro latiguillo de la derecha: los problemas de Ecuador serían culpa de los gastos excesivos del gobierno de Correa y el endeudamiento correspondiente. La derecha abrió su más amplia sonrisa y pasó a ser recompensada con cargos en el gobierno y formó una alianza de hecho con él. 

Un gobierno que perdió las bases populares de apoyo, sin lograr sustituirlas por otro tipo de apoyo. Un gobierno inestable, al punto de que acaba de asumir el tercer vicepresidente, sustituyendo a la vicepresidenta escogida por Moreno, acusada de malos manejos financieros.

Como es el caso de Lula en Brasil y de Cristina en Argentina, fue indispensable sacar a Rafael Correa de la lucha política legal del país, con acusaciones burdas de una supuesta culpa del expresidente en el intento de secuestro de un diputado de un partido de derecha, que se había refugiado en Colombia. Correa fue juzgado en ausencia, condenado y finalmente se ha asilado en Bélgica, donde vive. El gobierno de Moreno intentó que Scotland Yard cumpliera una orden internacional de prisión en su contra, pero recibió la negativa, con la consideración de que Correa fue víctima de un proceso en que no tuvo las condiciones legales de defensa. Ecuador atraviesa, así, por una dinámica de retroceso en todos los planos. Se deshace todo lo que hubo de positivo en el gobierno de Rafael Correa.

Una discusión es qué ha pasado realmente con Moreno para que hiciera ese brutal viraje a la derecha, después de hacer toda la campaña presidencial alabando a Rafael Correa y a su gobierno. En un artículo publicado en Ruta Kritica, está la pregunta: “¿cómo pudo convertirse Moreno en perseguidor de sus compañeros y de sus sostenedores”? La respuesta se encuentra en la sicología, en un “síndrome rencoroso del beneficiado”, que es “una enfermedad del alma que tiene que ver con la envidia”. “Es la excelencia de la ingratitud”,  pues sin Rafael Correa Moreno no habría sido su segundo, tampoco lo habría sucedido. Pero Moreno, beneficiado, vuelve su envidia y su complejo de inferioridad justamente en contra de quien lo proyectó, hacia quien él tiene esos sentimientos negativos, que ayudan a entender por qué ha roto con las orientaciones de un gobierno que había funcionado plenamente, para marchar en la dirección exactamente opuesta y ha perseguido a la persona sin la cual él no sería nadie. En una mezcla paradojal de admiración, de sentir que nunca logrará ser como Correa, un fantasma que le quita el sueño y, a la vez, como reacción mediocre y burocrática, la diabolización, la censura y la persecución en contra de Correa. Al recibir un beneficio, el ser elegido para un cargo al que no habría accedido sin Correa, Moreno siente una deuda de reconocimiento con su benefactor: así, el benefactor se convierte en un peso del cual debe liberarse y alejarse, hasta llegar a penalizarlo y calumniarlo”. 

La explicación, que se ajusta a otros casos, se traduce, políticamente, en traición. En el caso de Ecuador, Rafael Correa y Jorge Glass son víctimas da la judicialización de la política y no han recibido, hasta ahora, la solidaridad que necesitan y merecen. Glass está en huelga de hambre desde hace ya casi dos meses, con grave riesgo de vida, para que su caso sea considerado con los debidos beneficios a los que todo acusado tiene derecho.