La Argentina es un país sin grises. El año pasado tuvo un romance insuperable con los mercados. La bolsa fue la que más subió en el mundo. Las ganancias en moneda dura para los inversores de acciones argentinas superaron el 50 por ciento. Este año fue el polo opuesto. Las acciones registraron pérdidas de hasta el 80 por ciento en dólares. El clima financiero en el mundo se volvió menos optimista. Es cierto. Pero ningún país de la región fue tan castigado. Los activos argentinos anotaron un derrumbe. Las divisas que entraban para especular en el corto plazo no sólo dejaron de llegar sino que empezaron a irse en forma acelerada.  

El balance 2018 de las acciones argentinas que cotizan en Nueva York acumuló pérdidas notables. Los bancos fueron algunos de los más afectados. El Macro registró una baja de 67 por ciento, en tanto que el Grupo Financiero Galicia lo hizo en 60 por ciento y el Francés en 58 por ciento. Las energéticas y petroleras también registraron un fuerte impacto. Pampa Energía marcó una baja de 56 por ciento, Edenor del 50 por ciento e YPF de 44. El índice Merval en dólares acumuló un retroceso de 54 por ciento. 

Las acciones no fueron las únicas golpeadas. Los bonos registraron fuertes pérdidas. Los títulos de largo plazo resultaron los más afectados y cierran el año cotizando 30 por ciento debajo de la par. El Argentina 2037 fue el bono que más perdió (37 por ciento). En la lista siguieron el Discount 2033 (-36 por ciento) y el Argentina 2025 (-33 por ciento). Estos activos se intercambian con tasas de retorno del 14 por ciento. Este rendimiento es casi el doble respecto del que ofrecían a principio del año. Los tiempos de euforia se transformaron en pánico. Las palabras renegociación, reestructuración y default volvieron a aparecer en el ambiente de la city. Lo mismo ocurrió con el riesgo país: cierra el año en los niveles más altos en cuatro años.   

¿Qué ocurrió? Los fondos extranjeros que hablaban maravillas de las medidas pro mercado del equipo económico decidieron no prestarle más dinero al país. Le exigieron ver el rojo fiscal y la cuenta corriente en equilibrio. Fue una trampa: el tipo de cambio subió 120 por ciento en unos pocos meses, se aprobó el déficit cero para 2019 en el presupuesto e igual siguen sin prestarle. Los fondos de inversión ahora dicen que el problema es la incertidumbre política. 

Los grandes inversores tomaron decisiones y provocaron inestabilidad en la economía local. No hay dudas. Pero el punto es que estas decisiones no se tomaron exclusivamente en base a las cuentas de la macroeconomía o a coyunturas electorales. La Argentina no da respuestas a los problemas importantes. El equipo económico no tiene una agenda clara de desarrollo. Se limita a discutir los problemas del día a día. No los resuelve en forma eficiente. Y muestra incapacidad para sentarse a ver los desafíos de mediano y largo plazo.

Las consecuencias son importantes. El Producto Interno Bruto cae este año entre 2 y 3 puntos. La inflación se ubica casi en el 50 por ciento. El consumo y la producción de las industrias se desploman. Esto equivale a más desempleo, a mayor pobreza y a postergar las posibilidades de desarrollo del país. La economía real está en crisis. La otra forma de cuantificar la falta de eficiencia y de coherencia en la gestión es con los activos financieros. Las fuertes caídas de los bonos y acciones este año muestran la falta de rumbo.