El artículo de la Ley de Identidad de Género que habla de garantizar la salud de las personas, y acompañarlas si deciden una cirugía o tratamiento hormonal, fue reglamentado en mayo de 2015, tres años después de sancionada la legislación. Esto se reflejó en que algunos hospitales públicos sumaran políticas de atención y que las privadas quedaran sin la opción judicial de negar los servicios, ya que hoy forman parte del Plan Médico Obligatorio. Ahora bien, ¿es suficiente con que algunos especialistas estén al tanto de que existen personas intersex, travestis y trans?, ¿o la salud requiere una comprensión integral que abarque todas las áreas, desde la administrativa a la de alta complejidad? Por otro lado, la interpretación de lo que significa salud resulta amplia, ¿es correcto pensarla solo en contextos hospitalarios? Las voces a las que consultó SOY acerca del sistema de salud concuerdan en lo mismo: que no se apliquen moldes y se escuchen las individualidades.

Gian Rosales: “Si sos una persona trans, quieren que hagas el camino que se considera necesario para ‘pasar de un cuerpo a otro’, impidiendo con esto la libre construcción de la persona. También pasa que leen a una persona trans como heterosexual, sin preguntarle”.

Saquen número

El primer encuentro con el sistema de salud porteño que tuvo Mariana Spada fue casi inmediatamente después de hablar con su psicóloga sobre el deseo de una transición de género. Entonces se acercó al Hospital Durand, donde funciona desde hace diez años el Servicio Integral de Atención a Travestis, Transexuales, Transgéneros e Intersexuales. “Si bien en la admisión me atendieron amorosamente, recuerdo que fui a mediados de septiembre y me anotaron para una entrevista en febrero, aunque terminaron llamándome a fines de marzo”. A esa altura, Mariana había comenzado su acompañamiento endocrinológico en La Plata y estaba en hormonización desde hacía casi tres meses. “Soy consciente de la escasez de recursos que aqueja al sistema, que el desfinanciamiento macrista no hace más que ahondar. Al menos en la Ciudad, es algo que trasciende la atención a personas trans y se extiende a toda la población en general, particularmente a la que depende de la medicina pública”.

Según el testimonio de V (quien prefiere reservar su nombre), quien empezó en los últimos meses a atenderse en el Durand, lo que se destaca del servicio del hospital es que exista un consultorio ginecológico especialmente dedicado: “Lo que no me pareció bien es que cuando fui la primera vez para decir que quería empezar mi hormonización, me hicieron sacar un segundo turno con el área de psicología y volver a los veinte días para repetir lo dicho. Sentí que no me habían dado crédito, siendo que cada día que pasaba para mí era muy importante. Otra cuestión es que en mi caso soy afortunado de trabajar de noche y poder atenderme de mañana, pero si solo se atiende en esa franja horaria hay muchas personas que quedan fuera del sistema”. En ese sentido, Mariana -quien milita en la CHA-, también piensa que accedió a la atención porque pudo dedicarle el tiempo y la insistencia para hacerlo, aunque considera que la concepción de salud no debe limitarse a ciertas especialidades: “Ninguna persona trans va al médico sólo por temas de transición: nos enfermamos como cualquiera y nos aquejan las mismas condiciones biológicas que afectan a la población cis. Sin embargo, en ocasiones preferimos no aparecer por la guardia por temor al maltrato”. 

Claudia Vázquez Haro: “Lamentamos que funcionarios que tienen que encargarse de articular para generar más políticas públicas se encarguen de figurar y no hacer nada. El año pasado se desmantelaron programas como el de Salud sexual y reproductiva, que estaba directamente relacionado con la prevención de enfermedades de personas trans”.

Tratame bien

En diciembre, la Ciudad de Buenos Aires modificó su programa para el ingreso a residencias médicas 2017 e incluyó, para todas las especialidades clínicas, la evaluación obligatoria de la ley de Identidad de género. Al menos este punto se alinea con algo del reclamo de casi todos los usuarios: capacitación para el personal desde los comienzos. “Me encontré con profesionales jóvenes que reproducen ideas patologizantes que siguen instauradas en su formación, lo que supera su intención de escucha sensible. En muchos casos, he tenido que corregir términos que me ubicaban en esos márgenes, incluso en personas que intentaban ser sensibles a mi realidad, aunque evidentemente estaban mal informadas. Esto pone a las personas trans en un lugar muy vulnerable, ya que si no estás bien asesorada puede dañar mucho la autoestima”, cuenta Andrea Pasut, profesora de artes plásticas y usuaria del servicio de salud en la Ciudad. Desde la experiencia de Andrea, la atención depende de cada profesional, mientras que se debiera modificar de forma estructural para que se garantice un acceso igualitario: “También es importante la inclusión laboral y educativa de las personas trans en los servicios de salud. En general hay poca información sobre nuestras necesidades y tiende a verse nuestra realidad como patológica, incluso en los servicios que tratan nuestras problemáticas más habitualmente”.

Cuando Mor Navón decidió hacerse una intervención, ya estaba aprobada la Ley de Identidad de Género pero aún no se había reglamentado, por lo que lo realizó de forma privada en una clínica de la Ciudad, donde todavía sigue atendiéndose: “Conozco muchos testimonios de hombres trans a los que las obras sociales les demoran los servicios, pidiendo constantemente aptos psicológicos o generando trabas administrativas que hacen esperar para el inicio de los tratamientos. Por otro lado, algunas veces me tocó instruir a quienes me estaban atendiendo acerca de cómo lo debían hacer, sobre todo en el ámbito terapéutico, aunque también me pasó que a una ginecóloga le tuve que explicar qué era una persona trans. Hace poco consulté a una ginecóloga que supuestamente estaba especializada, en un hospital público, e insistió en que yo no parecía trans: que mi cadera, que mis genitales… en fin, parecía completamente sorprendida. Pienso que a la falta de capacitación se suma la de sensibilidad”. 

Luisa Paz: “No solo son los pocos dispositivos creados por el Estado: son las personas que forman parte de esas áreas que se sienten interpeladas para mal por las personas trans, que desconocen y hacen caso omiso a las leyes que el propio Estado ha generado”.

La salud bien atendida

En la región patagónica suele pasar que la falta de especialistas haga que, para buscar atención, se deba hacer viajes hasta los centros poblacionales. Desde allí, Alan Prieto forma parte de Capicúa y Las Heras Diversa, ambas organizaciones que tienen tres ejes centrales: educación, cultura y salud trans. Para Alan, es notorio el déficit de un equipo gubernamental que tenga capacidad para articular las áreas que hacen a la atención integral: “La oferta de clínicas o consultorios privados resulta muy limitada, especialmente en las pequeñas localidades. La mayor parte de la atención sanitaria se canaliza a través de los hospitales públicos, los mismos cuyo personal se encuentra protestando por las condiciones laborales. Conseguir un turno y mucho más un médico sensibilizado es una odisea que muchos hemos debido recorrer, no sin marcas de violencia. Una especialidad que amerita especial atención es la de lxs endocrinologxs, quienes sólo pueden ser consultadxs en las ciudades más populosas, como Río Gallegos y Caleta Olivia. Es verdad que a veces suelen viajar por el interior de la provincia para realizar consultas, al igual que lxs médicxs que rotan entre hospitales y consultorios privados. Pero esto resulta muy insuficiente”.

A partir de su experiencia cuando asiste a las consultas, Alan reclama que la comunidad no sea tratada como conejillo de indias sujeta a la curiosidad científica, “sino como sujeto de derechos plenos garantizados por la normativa vigente”. Es decir, tal como lo señala la ley de Identidad de Género: “Con una mirada integral que no recaiga en simplismos por los cuales se iguale atención sanitaria a tratamientos hormonales y cirugías. Sin dudas, éstos representan las principales demandas pero no son el todo y claramente no pueden eliminar o invalidar otras trayectorias. Sin voluntad política para diseñar políticas públicas desde un área de gobierno, como demuestran otras experiencias exitosas a lo largo de nuestro país, será muy difícil saldar la deuda histórica que la democracia tiene en el campo de la salud, el trabajo, la educación y la vivienda para con la comunidad trans”.

Desde Santiago del Estero, Luisa Paz (ATTTA) entiende que la salud no es ajena a lo cultural, y que en el servicio se trasladan los lugares comunes sobre lo significa ser trans: “No solo son los pocos dispositivos creados por el Estado: son las personas que forman parte de esas áreas que se sienten interpeladas para mal por las personas trans, que desconocen y hacen caso omiso a las leyes que el propio Estado ha generado para esta población”. Luisa asegura que una forma de mejorar lo que se vive es hacer que el Estado esté más presente, coordinando todos los recursos posibles para que el promedio de vida de 35/40 años pase a la historia y exista el derecho a la vejez trans: “Con la ley de Identidad muchos y muchas pensamos que lo demás venía decantado, pero hoy nos damos cuenta de que no es así: nos topamos con el mayor desafío, que es la conquista cultural-social. Probablemente esta sea la tarea más dura porque para poder avanzar hay que deconstruir un pensamiento que está muy arraigado. Pienso que todavía en las universidades se enseña desde el biologisismo heteronormado, haciendo hincapié en lo ‘natural’, cuando sabemos que nada es tan natural”. 

El coordinador nacional de hombres trans de ATTTA, Gian Rosales, opina que falta un largo trecho por recorrer para que la medicina escuche a los pacientes: “El personal médico sigue imponiendo y replicando estereotipos. Si sos una persona trans, quieren que hagas el camino que se considera necesario para ‘pasar de un cuerpo a otro’, impidiendo con esto la libre construcción de la persona. También pasa que leen a una persona trans como heterosexual, sin preguntarle. Esto hace que todo lo que se indique, como ser análisis, medicamentos, tratamientos, cirugías, etcétera; se base en esa presunción y no sea una atención médica correcta. No podemos trabajar en la prevención y en la salud integral si no escuchamos a la persona en sus deseos, sus dudas, sus miedos, sus planes y proyectos”. Para Gian, “en general el trato hacia cualquier persona carece de sensibilidad y de buena predisposición, por lo que a la hora de la atención a la población trans, altamente estigmatizada y discriminada se percibe mayor rechazo y falta de informaciones. La capacitación y sensibilización desde la facultad es lo primordial, debe existir la enseñanza de los derechos humanos, de ver a las personas como sujetxs de derecho y poder respetar las diversidades de cuerpos. No hay dos personas que sean exactamente iguales, por lo que cada caso debe tratarse individualmente, sin caer en la generalización”

Alan Prieto: “En la Patagonia la oferta de clínicas o consultorios privados es muy limitada, especialmente en las pequeñas localidades. La mayor parte de la atención sanitaria se canaliza a través de los hospitales públicos, los mismos cuyo personal se encuentra protestando por las condiciones laborales. Conseguir un turno y mucho más un médico sensibilizado es una odisea que muchos hemos debido recorrer, no sin marcas de violencia”.

Morón: testigo del vacío

En Argentina el servicio médico tiene tres sistemas: público (gratuito), sindical (obras sociales que se financian con aportes de los trabajadores) y privado (medicina prepaga). Dentro de lo público, el Durand de la Ciudad de Buenos Aires y el Gutiérrez en La Plata tienen áreas especializadas y realizan intervenciones quirúrgicas, pero todos coinciden en que para acceder a una operación en estos hospitales pueden pasar incluso años. También dentro del sistema público, en 2014 comenzaron a funcionar una decena de “consultorios inclusivos” a lo largo del país, espacios que hicieron que muchas personas se acercaran a recibir por primera vez atención de rutina y preventiva. Hoy, como pasa con diferentes áreas del Estado en los últimos meses, se denuncia que la desfinanciación está provocando problemas para darles continuidad. 

El consultorio inclusivo de Morón es el ejemplo de un modelo que se repite. “A partir del cambio de gestión en diciembre de 2015 lo que se hizo fue quitar todo acompañamiento al consultorio desde el municipio. Lo único que no nos quitaron son las instalaciones, pero todo lo demás empezó a faltar. Por ejemplo, teníamos una psicóloga que atendía en el consultorio y a su vez hacia derivaciones al programa municipal de Morón. No solo se terminó su participación en este espacio, sino que directamente se desmanteló el Programa de abordaje del padecimiento humano en la comunidad. Después de movilizarnos conseguimos que el médico que atiende el consultorio tuviera continuidad hasta diciembre de 2016, más allá de estar en un consultorio prácticamente vacío. No sabemos lo que va a pasar este año”, explicó Diego Bocchio, coordinador del consultorio e integrante de Conurbanos por la diversidad. Según Bocchio, hay una cantidad de servicios alrededor del consultorio que se vinculaban de alguna forma y están pasando por situaciones similares: “Teníamos un abordaje integral para las personas que venían. Se acercaban por una cuestión puntual de hormonización, por ejemplo, pero había otras necesidades para que su salud fuera posible: un trabajo que permitiera alimentarse, el ingreso para llegar”. 

Andrea Pasut: “Es importante la inclusión laboral y educativa de las personas trans en los servicios de salud. Hay poca información sobre nuestras necesidades incluso en los servicios que tratan nuestras problemáticas más habitualmente”.

Un pedido internacional

El informe “Situación de los derechos humanos de las travestis y trans en la Argentina”, se consensuó entre más de 20 organizaciones y fue presentado en octubre de 2016 al Comité CEDAW de la ONU (siglas en inglés de “eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer”). Allí se pidió tomar las medidas necesarias para asegurar la plena implementación del artículo 11 de la ley de Identidad de Género -el que garantiza el acceso a la salud integral-, dando una especial atención a las personas que viven con vih-sida. También se sugirió promover campañas en colaboración con las organizaciones trans para la difusión sobre procedimientos de modificación corporal seguros, en busca de reducir la automedicación y los riesgos que esta implica. Si bien una comitiva en representación del Estado argentino viajó para responder sobre estas demandas, las organizaciones que hicieron el informe siguen reclamando que al menos uno de los puntos requeridos se cumpla. 

“Hoy no solo pasa que los reclamos no se cumplen, sino que con el paso de los meses la situación empeora. La salud en los ámbitos carcelarios es preocupante, el acceso a la medicación para vih y la persecución continúan. Lamentamos que funcionarios que tienen que encargarse de articular para generar más políticas públicas se encarguen de figurar y no hacer nada. El año pasado se desmantelaron programas como el de Salud sexual y reproductiva, que estaba directamente relacionado con la prevención de enfermedades de personas trans”, cuenta Claudia Vázquez Haro, integrante de Otrans, quien asegura que las demoras en los turnos son otro factor perjudicial, “ya que las personas que quieren adecuar su cuerpo y no tienen ingresos para hacerlo de forma privada, terminan con prácticas peligrosas”, como lo son las inyecciones con aceite o la automedicación de hormonas, por ejemplo. 

Entre las muchas definiciones de “salud”, la principal refiere al “estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones”, mientras otra de sus entradas dice “libertad o bien público”. Quizá para que estas enunciaciones puedan unirse, será necesario pensar un sistema sanitario de forma transversal, que escuche a cada cuerpo y sus necesidades, asumiendo la importancia tanto dentro como fuera de los consultorios. Mejor prevenir que curar. Mejor ocuparse.