El 19,15 por ciento de los jóvenes de la Ciudad de Buenos Aires no tiene trabajo. Las mujeres son las más perjudicadas y llegan al 22,5 por ciento de desempleo en el distrito más rico del país. Mientras, más del 50 por ciento de los que consiguen trabajar lo hacen, pero en la informalidad. La falta de trabajo en la ciudad de Buenos Aires creció en forma sistemática desde 2015 y los jóvenes son los más afectados, tal como se desprende de las cifras oficiales. 

La tasa de desocupación en la Ciudad de Buenos Aires alcanzó el 7,8 por ciento en el segundo trimestre de 2018, lo que representa una suba del 0,8 por ciento respecto al mismo trimestre del año pasado, según la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) y es aún mayor entre las mujeres, donde la tasa de desempleo llega al 8,9 por ciento.

Sin embargo, el panorama preocupa todavía más cuando se analiza lo que ocurre entre los jóvenes menores de 29 años: el 15,8 por ciento de los varones y el 22,5 por ciento de las mujeres de esa franja etaria no tienen trabajo. Además, más del 50 por ciento de los jóvenes que sí trabajan en la ciudad lo hace en la economía informal.

Según un informe reciente del Consejo Económico y Social de la Ciudad de Buenos Aires (Cesba) sobre la situación laboral de los jóvenes porteños, elaborado sobre la base de la Encuesta Joven realizada por el Observatorio de la Juventud de la Vicejefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la situación es alarmante entre los jóvenes porteños.

En 2016, según la última encuesta que realizó el Observatorio, la desocupación alcanzaba el 12,9 por ciento, lo que significaba que cerca de 55 mil jóvenes de la ciudad buscaba empleo y no lo encontraba. Ese número según el Indec creció en los últimos dos años y trepó hasta el 19,15.  

Además, entre los jóvenes que sí estaban ocupados el 12,7 por ciento hacía changas o trabajos eventuales, un 15 por ciento realizaba trabajos no profesionales por cuenta propia y el 22,5 por ciento eran trabajadores asalariados precarizados. En resumen, el 54,9 por ciento de los jóvenes con trabajo en la ciudad pertenecían a la economía informal.

“Los datos en la Ciudad muestran que la desocupación entre los jóvenes ha ido creciendo desde 2015 hasta la actualidad, sobre todo entre aquellos que tienen entre 15 y 24 años y entre las mujeres. Además, ha aumentado la tasa de actividad de los y las jóvenes. Es decir, hay una mayor predisposición para ingresar al mercado laboral”, explicó Vilma Paura, especialista en Planificación y Gestión de Políticas Sociales y quien trabajó como asesora técnica de la comisión de trabajo del Cesba en la elaboración de dicho informe. 

“Esto puede leerse de distintas maneras: por un lado, asociado a las aspiraciones de los jóvenes de desarrollar proyectos laborales pero también está fuertemente asociado a la necesidad de las familias de mandar al mercado a sus miembros más jóvenes ante la escasez de recursos en el contexto económico actual”, analizó la investigadora en diálogo con PáginaI12. 

Paura, quien además es coordinadora del programa de estudios sobre la Ciudad de Buenos Aires en el Centro de Investigaciones en Políticas Sociales Urbanas (Ceipsu) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, señaló la necesidad de entender estos datos en función de otros elementos: la relación que se establece entre las trayectorias escolares y el mundo laboral, y la relación de los jóvenes con las nuevas tecnologías.

Joaquín Salguero
Las empresas de delivery, un símbolo del trabajo precario.

Los jóvenes representan alrededor del 20 por ciento de la población de la Ciudad: se trata de 620 mil hombres y mujeres de entre 15 y 29 años que habitan, trabajan, estudian y transitan por la ciudad día a día. Para poder entender qué ocurre con esta población, Paura subrayó la necesidad de “deshomogeneizar” a la juventud. 

“Cuando se habla de jóvenes es necesario establecer diferencias. No hay una única juventud sino que es necesario reconocer las diversas juventudes. Y esto tiene que ver con condiciones de vida y trayectorias diferentes que están marcadas por situaciones socioeconómicas, por relaciones sociales, por género, por lugar de residencia y origen nacional, entre otros factores, que inciden en las distintas trayectorias de los y las jóvenes”, aseguró. 

Por este motivo, en el informe del Cesba se trabajó con tres grupos etarios: de 15 a 19, de 20 a 24 y de 25 a 29, teniendo en cuenta lo que se conoce como “eventos dicotómicos” que marcan la transición hacia la vida adulta: la salida del sistema educativo, el ingreso al mercado laboral, el abandono del hogar familiar y la formación de una pareja y/o familia propia. ¿Cómo es, entonces, la situación laboral de cada uno de esos grupos juveniles? Los datos muestran que los más afectados son los más jóvenes, aquellos que tienen entre 15 y 19 años, con una tasa de desocupación del 22 por ciento. Este valor disminuye a medida que los jóvenes se acercan a la adultez: entre los 20 y 24 años, el desempleo es del 16,3 y entre aquellos de 25 a 29 se reduce al 7,6 por ciento.

Mientras crecen las cifras de desempleo y los jóvenes encuentran cada vez más dificultades para ingresar al mercado laboral, el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta impulsa una política de inserción laboral fuertemente ligada a los proyectos individuales y la capacidad de desarrollo personal. Si bien el subsecretario de Trabajo, Industria y Comercio de la Ciudad, Ezequiel Jarvis, aseguró en declaraciones recientes a la prensa que “fomentar el empleo joven” es uno de los ejes centrales de su gestión, las principales políticas públicas para el sector son “Potenciate” –un programa dirigido a mejorar las condiciones de empleabilidad de los jóvenes e incentivar la continuidad de los estudios superiores, fuertemente ligado a los conceptos de meritocracia y emprendedurismo– y la “Expo Empleo”, una feria que tiene como fin poner en contacto a los jóvenes que buscan trabajo con las empresas del sector privado y que cada año se ve más desbordada en su capacidad.

“El discurso de estas políticas apunta a que los jóvenes tengan herramientas para desarrollar su proyecto individual, pero no dice demasiado sobre cómo es posible que desarrollen estos proyectos, más allá de señalar que es importante el manejo de la tecnología y potenciar el espíritu emprendedor. Es decir, son programas que parecen descansar en que el Estado difunda la idea del emprendimiento como una alternativa dentro del mundo laboral, pero nada dice respecto a qué herramientas brinda el Estado ni se indaga en las condiciones de cada joven para llevar adelante un proyecto. Mucho menos sobre qué hace el Estado para generar empleo o promover el desarrollo de empleo productivo”, agregó Paura. 

Y allí aparecen las desigualdades entre el norte y sur de la Ciudad. Según datos de la Encuesta Joven, el 7,1 por ciento de los jóvenes porteños se encuentran desarrollando un emprendimiento, lo que representa a más de 44 mil hombres y mujeres de entre 15 y 29 años. Sin embargo, mientras que el 50,9 por ciento de los emprendedores del norte de la Ciudad lo hacen por una motivación profesional o vocacional, la cifra se reduce al 17,9 por ciento en la zona sur, donde más del 80 por ciento de los jóvenes emprendedores asegura haber iniciado una actividad de este tipo por necesidad. 

“Todas las políticas que desarrolla el Estado local están orientadas al desarrollo de emprendimientos sin tener en cuenta estas desigualdades cuando lo que uno esperaría en una jurisdicción como la Ciudad de Buenos Aires, la más rica del país, es que hubiera un desarrollo de políticas activas de empleo”, aseguró la especialista.

En este contexto, la reciente llegada al país de empresas como Rappi o Glovo se convirtió en una alternativa laboral para muchos jóvenes de la Ciudad. Con la promesa de ser “microempresarios”, Rappi cuenta con 10.000 repartidores en todo el país y las cajas naranjas de la empresa ya forman parte del paisaje de la Ciudad. 

“Es una muestra de que el Estado no está regulando las actividades laborales. Estas empresas funcionan contratando jóvenes cuyo único capital es su cuerpo y la moto o bicicleta que utilizan para trabajar, y que no tienen ninguna protección para realizar estas tareas”, agregó la especialista. 

Bajo la idea de “sé tu propio jefe” se esconde una situación de desprotección laboral y precarización del empleo. ¿Quién protege a estos jóvenes si tienen un accidente durante su trabajo, como los que suceden a diario? Esto no está previsto y el Estado está haciendo la vista gorda con este tema”, concluyó Paura.