• Ricardo Forster (filósofo y ensayista): “Con la muerte de Osvaldo se va un tipo de personalidad que responde a otro tiempo, a una experiencia histórica que quizás ha quedado a nuestras espaldas. Fue un hombre del siglo XX, de la revolución, el compromiso político, el periodismo y diversos tipos de escritura. Atravesado por una ética insobornable. Un defensor de los olvidados de la historia, que supo reivindicar  la extraordinaria tradición del anarquismo. Un hombre de extrema generosidad. Un hombre bueno, atento a las necesidades del otro. Un internacionalista como ya no quedan. Estaba donde las grandes rebeliones, las luchas por la libertad y la igualdad exigían que una pluma contara historias para que las nuevas generaciones pudieran recordar aquello que sucedió. Fue un hombre dolido por el dolor de las multitudes y atravesado por los sueños utópicos de esas mismas multitudes. Por eso digo que perteneció a otro tiempo, a un tiempo en el que todavía se soñaba de verdad con transformar el mundo. Haber leído La Patagonia rebelde o la biografía de Di Giovanni cuando era un adolescente marcó profundamente mi vida. El espíritu libertario de Osvaldo nos tocó a todos. Atravesó a varias generaciones y a cada una pudo decirle algo. Creo que su ética está por encima de todo; su obra está profundamente ligada a la ética de los oprimidos”.
  • Andrés Zerneri (artista plástico): “El lunes al mediodía, Osvaldo estaba con Raúl Fernández, un gran amigo suyo que lo cuidaba desde hacía varios años, que estaba al detalle, constantemente atendiéndolo. Le dijo que prefería no comer y se fue a dormir la siesta. Raúl lo acompañó. Lo dejó en la cama. Al ratito fue a verlo y Osvaldo, en posición de dormido, dejó de respirar. Cerró sus ojos y se echó a descansar. Rebelde como siempre Osvaldo... que siempre me decía que odiaba las navidades y se reía del consumismo, de la enfermedad que este capitalismo propone: comer y consumir frenéticamente. Así que su último acto de rebeldía fue ni siquiera llegar a la Navidad. No pasar por otra situación de ésas. De Osvaldo me quedo con tremendas enseñanzas. En lo más cotidiano, todo lo que tiene que ver con el compañerismo, la solidaridad y los valores. Sus enseñanzas de anarquista, que muchos hemos tratado de imitar. En particular, lo imito no yendo a votar. El nunca convalidó a este sistema en esa parte, que tiene que ver con los candidatos que nos obligan a votar, las dos o tres opciones que nos dan. Osvaldo siempre hablaba de eso. Trataba de avivarnos a los amigos de no caer en esa trampa. Nos enseñó con su estoicismo, su fuerza física, su voluntad para poder incansablemente, sin ninguna condición, ir a cada ciudad donde lo invitaran a dar alguna charla o clase. En algunas ocasiones pude acompañarlo, sobre todo en el proyecto del “Monumento a la mujer originaria”, una idea suya: rendir un homenaje a los pueblos originarios con la escultura más grande que se pudiera, pero que no requiriera de dinero sino de llaves donadas por la gente. Durante varios años estuvimos trabajando juntos en esa tarea. Siento alivio, a partir de este momento de su viaje eterno. Estaba incómodo ya con su delgadez y su fragilidad de anciano, porque quizá rememoraba todo el tiempo con esa alma de juventud, los recuerdos de toda la fuerza que siempre tuvo. Decidió irse a dormir la siesta, como él dijo”.
  • Julio Ferrer (periodista y escritor): “La triste noticia sacudió al mundo de los olvidados, desterrados, oprimidos y condenados de la tierra. El hombre que les había dado voz a sus luchas había partido al Olimpo de los Mártires del Pueblo: ese hombre era Osvaldo Bayer. La primera vez que conversé personalmente con él fue en septiembre del 2004, cuando vino a la ciudad de La Plata acompañado por el historiador Felipe Pigna, para brindar juntos una charla sobre historia argentina. Durante meses yo había elaborado un borrador con preguntas para Osvaldo. Intentaba darle un formato de entrevista histórica. Y ese día fue mi oportunidad. Me fui acercando al Maestro, le di un fuerte abrazo y le comenté de mi proyecto. Esperaba cualquier respuesta, menos ésta: ‘Muy bien joven. Este es mi teléfono, mañana me llamás y coordinamos un encuentro en mi casa’. Y así sucedió. Llegué hasta su casa El Tugurio del barrio de Belgrano. Le entregué el material para que lo revisara, después de unos días volví a llamar y me dijo: ‘Muy bien, Julio, ¿cuándo empezamos?’ Fueron diálogos inolvidables. Era emocionante escuchar los relatos históricos de Osvaldo. Uno podía vivir cada situación. Por momentos surgían ‘las fantasías de la realidad’: volver a encontrarse con nombres que ya son propios de nuestra historia contemporánea como el Che Guevara, Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Haroldo Conti y los 30.000 compañeros desa- parecidos, luchando por un mundo sin explotadores ni explotados. También aparecía el gringo Agustín Tosco, líder insobornable del movimiento obrero, acompañado por esa masa proletaria combativa y antiburocrática. O la imagen de Raúl González Tuñón, recitando bellas poesías. Y no podía faltar el entrañable Osvaldo Soriano. Pero también estaban los relatos crueles y miserables sobre los asesinos de botas con sus uniformes manchados de sangre revolucionaria. De los financistas de la mediocridad y la muerte, sus colaboradores políticos y cómplices civiles que siguen condenando a millones de seres humanos a la infelicidad absoluta. De oportunistas que antes enaltecían la espada inquisidora y ahora se transformaban en los ‘notables’ de la democracia. Tantas horas incansables escuchando al Maestro sus relatos históricos me permitieron construir mi primer libro sobre su vida: Osvaldo Bayer íntimo. Conversaciones con el eterno libertario, editado en el 2007 por la Asociación de las Madres de Plaza de Mayo, y con una nueva edición corregida y aumentada de Continente/Peña Lillo en 2012. También escribir Osvaldo Bayer por otras voces (2008) con una tapa preciosa de Miguel Rep y realizar un documental El arte de comunicar. El periodista (2013) dirigido por Marcos Pretti, basado en mi libro El oficio de periodista, en el que narra la vida periodística de Osvaldo Bayer, Stella Calloni y Carlos Aznárez. Conocer en profundidad a Osvaldo Bayer, compartir tantos momentos, aprender de su sabiduría, fue como tocar el cielo con las manos. Pero lo más importante es que nació una profunda amistad entre el legendario luchador y el joven aprendiz. Un privilegio y uno de los regalos más preciados que la vida me dio. Este Socialista Libertario –autor de libros emblemáticos como Severino Di Giovanni. El idealista de la violencia y La Patagonia rebelde– es una figura emblemática para la Historia de los pueblos, de sus luchas, de sus conquistas, de sus derrotas, de sus sueños, de su libertad, de su Revolución. La Humanidad ha parido mujeres y hombres rebeldes y soñadores… Osvaldo es uno de ellos”.
  • Pedro Cayuqueo (periodista y escritor): “No puedo sino sentir una tremenda tristeza por su partida. Ha sido un maestro de generaciones de periodistas y escritores que intentamos de una u otra forma seguir el legado de comprometernos con causas sociales o luchas que no se relacionan con el poder, sino más bien con cuestionarlo. En ese sentido, la mirada siempre librepensadora, crítica y también subversiva –hasta cierto punto– de Osvaldo nos ha acompañado mucho tiempo y nos va a seguir acompañando porque su legado es gigantesco. Como periodista mapuche del lado de Chile, tengo un recuerdo bastante emotivo con Osvaldo. Mi segundo libro, que se llama La voz de los Lonkos, recibió de regalo un prólogo maravilloso escrito por él. Le hicimos llegar a Buenos Aires el libro, que da cuenta de las luchas indígenas tanto en Chile como en la Argentina, lo leyó y nos envió de vuelta un prólogo maravilloso que está en la primera edición. Fue un gesto de una generosidad y una humildad tremendas, porque eran textos de jóvenes periodistas que estábamos recién partiendo con nuestra labor. Recibir no sólo la atención suya sino que se diera el tiempo de escribirnos un prólogo nos llenó de orgullo. Como comunicador indígena y mapuche, destaco que su muerte implica la partida de un gran amigo de los pueblos indígenas. Fue muy cercano a la lucha mapuche. Hemos perdido, creo yo, un gran amigo, compañero y maestro y profesor”.

Producción: Paula Sabatés y María Daniela Yaccar.