La poesía machota urbana es tan vasta e insondable que nos interpela en lo más profundo de nuestro ser. Ejemplos maravillosos, testigos de una gran sensibilidad al servicio de registrar lo cotidiano: “estás más buena que cagar con la puerta abierta”. ¿Qué decir de la rima y el ingenio en su máximo esplendor: “el veneno de la araña mata la lagartija, ¿Qué veneno tiene tu concha que acalambra mi pija?”. La potente sencillez minimalista: “se te cayó un pétalo, flor de puta”. La originalidad: “tus ojos son dos cerezas, tus mejillas dos manzanas, qué ensalada nos armamos si yo pongo mi banana”. La complejidad en la construcción: “seamos realistas, pidamos lo imposible”. Ah no, esa era otra. “Te pongo una naranja en la boca y te chupo el concha hasta que salga Fanta”.

Esa era, y podríamos seguir: las bondades de la lengua dan qué hablar –la lengua como sistema de comunicación, claro, la que es músculo viscoso ha quedado fuera del análisis luego de morir entumecida, por obvias razones–. Bien. En un acto de justicia tiro a la hoguera esas palabras, todas juntas, para que el fuego las vuelva humo y ceniza cuando quieran ser así pronunciadas. Humo y ceniza, lo que siempre ha sido esa idea de nosotras culo.

Virginia Martinez. Dramaturga. Codirectora de Estrella, con Juan Pablo Geretto.