“El adivino del tiempo puede ser el reflejo incipiente del nacer o del no nacer que toda criatura experimenta en el amor o en la duda”. Adivino del tiempo “es”, además de tal soplo poético, el título que eligió Marcelo Torres, un eximio del bajo, para su nuevo disco. “Representa algo metafísico porque está más allá de lo que se puede entender. En mi caso, siento que el adivino es un impulso que está antes de nacer”, dice él. Como fuere, cada quien podrá hacerse su viaje con el nombre, pero sobre todo con la música que propone su adentro y que se será revelada en público mañana a las 21 en Circe (Córdoba 4335). Una música repartida en once piezas cuya impronta estética, instrumental y conceptual devuelve las cosas al Torres de su primer disco solista: Edad luz. “Noto que es así y creo que está relacionado con el la veta folklórica que estoy retomando”, explica el músico, en un trance elíptico que lo lleva hasta 1993.

O sea, hasta un momento en el cual aún no se había transformado en un Socio del Desierto junto al “Tuerto” Wirtz y Luis Alberto Spinetta, y mucho menos en parte de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, banda del Indio Solari, donde arribaría recién en 2007. “Me ha llevado lejos este disco”, insiste Torres, que sí tenía en su background musical aquellas tempranas y reveladoras incursiones por Tantor, El Guevo y uno de los cuartetos de Lito Vitale. “Creo que la impronta folklórica del disco ya está expresada en los dos primeros temas (“Días de festejo” y “Por las calles de Andalucía”), donde cada uno me fue pidiendo una sonoridad que ayudara a sus melodías folklóricas. En “Días de festejo”, por ejemplo, se expresa a través de la quena de Víctor Carrión, y en “Por las calles...”, en la traversa de Juampi Di Leone”.

–Otra pieza de innegable prosapia folkórica es la que sigue, “La voz de la montaña”...

–Irrefutable, sí, porque además nació en Tilcara, y lo que suena ahí es una manera de comunicarme con los cerros y todo ese paisaje, utilizando la voz, que es el instrumento con el que el ser humano se expresa con mayor profundidad.

–¿“La memoria del agua” tiene algo que ver con la película del chileno Martín Bize?

–No. A ese tema le puse así porque tiene que ver con la representación de la memoria que llevamos en nuestro cuerpo. Y como nuestro cuerpo está conformado por más de setenta por ciento de agua, lo relacioné con eso, con la memoria del cuerpo asociada al agua de nuestras células.

Adivino del tiempo es el quinto álbum solista de Torres a la fecha. Además de Edad Luz, lo preceden Constructor de almas, Átomo y Universos en miniatura, todos discos eclécticos como el sonido de su bajo fretless, pero algo distantes del tono telúrico del resto. Sobre todo del flamante, donde llueven aires folkies como el de “Kollasuyumanta”, dedicado a Milagro Sala (“Gran mujer del kollasuyu que en este espacio y tiempo un nuevo sueño iniciaste”) y “El labrador de Uquía”, cuya inspiración proviene de un labrador coya. “El personaje de la canción es un campesino del norte que estaba poniendo unas semillas e iba manejando el curso del agua de una manera increíble. Como yo siempre llevo mis instrumentos a todos lados, me puse a tocar desde un lugar lejano mirando esa secuencia. El tipo nunca me vio, pero yo sentí una cosa organizada del universo que ocurrió en ese momento”, explica Torres, cuyos sonidos en esta pieza provienen, entre otros, de Juan Cruz Torres (el hijo de Jaime) en charango; de Fava Kindgard, el poeta jujeño que escribió la letra; del sikus malta de Lucas Gordillo, y del coro de niños del Capec Tilcara dirigido por Neus Salvá Galia. “Es la forma que sentí de homenajear a esa gente que trabaja la tierra, cuyo pulso cotidiano de existencia es muy diferente al que tenemos en Buenos Aires... Ese pulso es el vínculo que ellos tienen con la naturaleza, los animales y la Pachamama.”

–El otro labrador que nombra no es un coya sino su perro Tobías. ¿Por qué en la canción que le dedica aparece explícitamente Luis Alberto Spinetta?

–Nombro al Flaco porque el perro me acompañó al primer homenaje que se le hizo a Luis en Mendoza, luego de su partida. Tobías es un labrador que me acompaña hace once años y que me reveló una forma de amor que no conocía. Musicalmente me salió en forma de candombe pero, como sentía que la canción instrumental no completaba lo que quería expresar como homenaje a Tobías y a la relación de todos los hombres con todos los animales, le hice una letra que rapeó mi amigo Pierre Chacra.

–El promedio de duración de las piezas da un poco más que seis minutos. Ya que liga con el nombre del disco, ¿cómo maneja el tiempo que tiene que durar una pieza? ¿En qué parámetros se basa?

–Pienso que la duración de las canciones responde a un pulso interno y creativo, a un estar conforme con el desarrollo de una idea. A veces lo resolvés en tres minutos y a veces se necesita más tiempo, sobre todo cuando la música es instrumental y tu deseo es que algún músico exponga lo suyo con un solo. Una canción es un impulso desde que nace hasta que termina, y ese impulso es subjetivo. Hay obras de John Cage que duran ¡años! y otras que duran apenas segundos... Todo depende de la percepción que tengamos los músicos.