Comienza la web Atlas Obscura el novísimo año con un más que justificado lamento: haber pasado por largo durante el 2018 ciertos aniversarios centenarios vagamente históricos, dignos de mención. En especial, el de la curiosa plaga que golpeó a Estrasburgo en julio de 1518. Una plaga… de baile. Todo empezó cuando una tal Frau Troffea se lanzó a las calles a danzar, sin musiquita, para albricias de encantados espectadores espontáneos que celebraban su energía, su joie de vivre. Empero, pronto quedó clarísimo que no se trataba de un simple caso de buenos ánimos: la muchacha continuó bailando, bailando, bailando, sin sosiego, sin descanso, durante 6 días completitos: desde que salía el sol hasta que desaparecía y volvía a aparecer. Al cabo de una semana, ya no estaba sola: más de 30 locales se unían a su danza, pública y sin pausa. Para fines de ese mes, el horror: la masa danzarina superaba los 400. “En un valiente intento por combatir fuego con fuego, las autoridades locales trataron de curar el estallido contratando a músicos y construyendo un gran escenario, con la esperanza de que la manía pronto se agotara. Desafortunadamente, simplemente animaron a más personas a unirse a la moda”, agrega la BBC. En efecto, dispusieron espacios designados para que los “contagiados” pudiesen tirar sus pasos en organizado frenesí; ficharon a bailarines profesionales para que guiaran las coreografías de las masas, amén de calmarlas y evitar más bajas. Porque, hete aquí la cuestión: en el apogeo de la manía del baile, en pleno furor, hasta 15 personas morían cada día por accidentes cerebrovasculares, ataques cardíacos, liso y llano agotamiento. Nadie sabe exactamente qué provocó la plaga bailarina: ¿fue una verdadera enfermedad?, ¿un fenómeno social?, ¿un caso extremísimo de presión entre pares? Lo cierto es que, al cabo de un mes, terminó súbitamente, del mismo modo que empezó. “Los supuestos de 1518 –que la gente tenía ‘sangre caliente’ o estaba poseída por demonios– no tienen verdadero basamento. Una explicación más creíble proviene del historiador John Waller”, comparte Atlas Obscura, y continúa así: al parecer, bien podría haberse tratado de un severo caso de sugestión, convencidos los danzarines vecinos de Estrasburgo de que San Vito, santo patrón de los bailarines, los llamaba a zapatear; de lo contrario, una maldición les caería. La mera idea del hechizo podría haber despertado la histeria masiva de una población de por sí estresada por hambrunas recientes y otros brotes de enfermedades. Independientemente de la razón, casi desaparece el pueblo: por esta extraña plaga de baile.