Ni lluvia ni garúa, la inversión atraviesa un proceso de desecación. El Indicador Mensual de la Inversión (IMI) marcó en noviembre una caída de 24,9 por ciento frente al mismo mes de 2017. La medición elaborada por el Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Germán Abdala registró así su contracción más significativa desde julio de 2009, cuando retrocedió 25,3 por ciento. La comparación mensual refleja una contracción de 10,1 por ciento frente a octubre. Con su cuarta caída consecutiva, la inversión alcanzó su nivel más bajo en ocho años. 

Arrasada por el desplome en el consumo privado, la pérdida de poder adquisitivo, la destrucción de empleo, la parálisis de la obra pública y la incertidumbre financiera; la dinámica inversora no mejorará en 2019. Incluso si el programa de austeridad implementado para acceder al financiamiento del FMI consigue los resultados esperados, el organismo multilateral proyecta que la inversión caerá este año 9,6 por ciento. O sea, alcanzar ese recesivo resultado sería motivo de celebración bajo los términos del préstamo solicitado por el gobierno argentino. 

Entre los componentes del indicador mensual de inversión del ITE se destaca la caída en la inversión en maquinaria que mostró en noviembre un descenso de 34,8 por ciento anual. El retroceso que muestra el IMI se explica por la contracción en la demanda interna. Si bien la devaluación encareció la importación de equipos y las elevadas tasas de interés bloquean el acceso al financiamiento bancario, el principal factor que arrastra a la inversión en Argentina es la caída del consumo. La inversión en equipo durable de producción nacional se redujo 9,5 por ciento anual y continua en recesión desde noviembre de 2017. Los sectores más afectados fueron minerales no metálicos, químicos, plásticos y metalmecánica. En tanto, la maquinaria importada tuvo una caída de 46,5 por ciento anual, su séptimo rojo mensual consecutivo. “El fuerte ajuste que se observa en este sector se explica en gran medida por la depreciación del tipo de cambio”, sostiene el informe del ITE que depende de los gremios ATE y UTE.

A la caída en la compra de maquinarias se suma el deterioro en la construcción que marcó en noviembre una caída de 15,9 por ciento anual. El único sector que se mantiene en terreno positivo es el de las construcciones petrolíferas vinculadas a la explotación de los hidrocarburos no convencionales. Sin embargo, volvieron a retroceder los proyectos residenciales privados y la obra pública mantiene el freno de mano. A los recortes del gasto estatal se sumó la parálisis en los proyectos viales, energéticos, educativos y ferroviarios que las autoridades argentinas pretendían financiar mediante el esquema de Participación Público-Privada (PPP). La clausura del mercado voluntario de deuda forzó a suspender el uso del promocionado mecanismo de financiamiento para la obra pública con el que pretendía amortiguar el ajuste.

Desde la visión del gobierno de Mauricio Macri, el combo de austeridad, desregulación, apertura y flexibilización alcanza para recuperar la confianza de los mercados e impulsar un ciclo de crecimiento basado en la inversión. Con esa lógica se anunció la frustrada lluvia de inversiones. Sin embargo, la evidencia histórica revela que las empresas solo realizan desembolsos de capital cuando esperan un incremento de la demanda. 

El acuerdo con el FMI profundiza la fallida estrategia originaria de la gestión de Cambiemos. El programa de austeridad comprometido por el Palacio de Hacienda y el Banco Central para garantizar los desembolsos del organismo multilateral apaga el motor de la inversión privada. Incluso si se cumplen las exigentes metas del acuerdo, el organismo multilateral prevé que el consumo privado retroceda 6,3 por ciento en 2019. El Fondo pronostica, de todas formas, que la economía argentina volvería a crecer a partir del segundo trimestre.

@tomaslukin